Temporal de lluvia y viento. Así estaba anoche Montevideo, la cautivante capital uruguaya, donde no se habla de otra cosa que del trascendental partido de mañana por las eliminatorias. Un cotejo para alquilar balcones y en el que se agotaron las localidades en el Centenario. No será un encuentro más y el duelo claramente excede la pelota. Chocan los vecinos, celestes versus albicelestes.
Como primera medida hay que decir que Argentina y Uruguay están unidos mucho más que por el río de la Plata. Comparten, entre otras cosas, los orígenes tangueros, la costumbre inoxidable por el mate, la pasión por el fútbol, las hermosas playas que se abren al océano Atlántico, las paredes literarias que tiraban Eduardo Galeano y el Negro Fontanarrosa y la ceremonia de reunirse alrededor de la parrilla para degustar asados entre amigos. Claro que mañana se jugará un partido que destila adrenalina por donde se lo mire y allí criollos y charrúas se sacarán chispas en 90 minutos de furia, en busca de conseguir un boleto directo al Mundial de Rusia 2018.
Anoche Montevideo tenía el cielo cubierto de nubes y lucía envuelto en lluvia. En cada rincón de la ciudad se focalizaba en el partido que se jugará en el mítico Centenario. Dos temas acaparaban la atención en las charlas de café o en las mesas de los restaurantes. Por un lado, si podía jugar el máximo emblema uruguayo Luis Suárez, que se recupera de una lesión en la rodilla, y, por el otro, cómo neutralizar a Lionel Messi y compañía para que no hagan de las suyas y se lleven los tres puntos al otro lado del río de la Plata.
Lo concreto es que la vigilia del derby rioplatense ya está instalada en las calles montevideanas. Desde el residencial barrio de Pocitos hasta la histórica zona del Mercado del Puerto se palpita lo que será el trascendental cotejo entre los del Zurdo Sampaoli y los del Maestro Tabárez.
Montevideo está en vilo. Hay muchísimo en juego y la Celeste quiere mantener el gran nivel que tuvo en los últimos años, donde volvió a instalarse entre las mejores selecciones del mundo.
Claro que el partido será a cara de perro porque los dos buenos vecinos están peleando por lo mismo: una butaca en Rusia. Igual se trata de las selecciones de dos países que tienen lazos culturales que exceden ampliamente la rivalidad futbolística. Incluso hasta se piensa en un Mundial 2030 con organización conjunta. Pero mañana es un duelo a cara o cruz. Un partido donde el que pierde, paga.