"Es incomprensible para nosotros vuestra forma de organización, porque es como que Murcia administre los destinos del Real y Barcelona". Una frase similar es la que escucharon algunos directivos del fútbol argentino cuando quisieron conocer cómo era el formato de la liga española, en pos de implementar aquí la "superliga", denominación grandilocuente ajustada a la petulancia criolla y con cierto toque de marketing. Pero esta discusión, como así las elecciones futuras pero no seguras en la AFA, y su intervención en ciernes desde la Justicia tiene un solo objetivo. Sí. El poder. Porque como bien lo dice Frank Underwood (personaje de Kevin Spacey) en la serie "House of cards", saga presidencial de los Estados Unidos, "pobres, ellos creen que lo más importante es el dinero y no saben que lo realmente importante es el poder".
Y en función de ese poder se mueven los grupos en pugna, que incluso van mutando a medida que el escenario cambia. Llevando al fútbol argentino quizás al peor momento de los últimos cuarenta años, haciendo añorar aquella iniciativa en la década del 60 de Valentín Suárez, que impulsó los torneos Metropolitano y Nacional en su afán por federalizar el fútbol y que fueron el cimiento para el desarrollo futbolístico del interior.
Por ello, para intentar iniciar un análisis, se impone una pregunta: ¿estos actuales dirigentes del fútbol argentino por qué serían capaces de resolver esta crisis si fueron ellos los que con su acción u omisión la generaron? Sumiendo a la competencia en una precariedad profunda, en la que despilfarraron muchísimo dinero, haciendo añicos el nivel de la primera división y por añadidura rompiendo a la B Nacional con un engendro denominado campeonato de 30 equipos.
Ni a propósito se hubiera logrado una obra tan devastadora como la que concretaron. Porque es verdad que la iniciativa fue de Julio Humberto Grondona tras intentar encontrar un punto de convergencia entre tantos intereses que tenía cruzados, pero la mayoría de los actuales directivos afistas, ortodoxos y renovadores, levantaron la mano convalidando este caos del cual hoy es complicado para el fútbol salir indemne.
Está claro que la organización del fútbol argentino amerita una refundación, pero estos mismos directivos antes de debatir qué es lo más conveniente, con reformulación del estatuto incluido, están empecinados en intentar dirimir quién manda. Poniendo así las tribunas de espaldas a la cancha. Y en ese tironeo están, sin importarle que si siguen tirando de un lado para el otro al fútbol lo van a terminar de romper.
De acuerdo a lo que se pudo conocer buceando entre protagonistas y allegados es que los clubes de mayor peso popular articularon una posición intransigente para hacer realidad la superliga (Tinelli es el principal candidato a manejarla), mientras que los del ascenso y algunos de primera, entre ellos Independiente con los Moyano a la cabeza, quieren que todo se defina en la AFA tras las elecciones. Es que allí la unidad de los más pequeños supera el núcleo de los más grandes y por eso hoy Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de Barracas Central y vice de la AFA, aparece en el centro de la escena como uno de los referentes, porque es el único que hasta ahora reúne 24 avales para su candidatura. Y mañana Hugo Moyano, líder sindical y suegro de Chiqui, presentaría su candidatura con 12 adhesiones y por ende empiezan a mostrar su fortaleza familiar y colectiva.
No obstante, el grupo de los poderosos apuesta como último recurso a la intervención de la AFA para poder ejecutar en ese proceso de normalización la nueva liga, algo que en los próximos días podría quedar desactivado ya que se empiezan a escuchar de uno y otro lado frases en pos de una unidad que hasta este viernes era inviable, pero que el propio Tapia consideró como probable y en la que gravitaron algunas charlas informales entre algunos directivos y el círculo presidencial de Macri.
En ese sentido, sectores del gobierno nacional le ratificaron a este diario que la hipotética intervención de la AFA no es un tema gubernamental, sino judicial, en el que entiende la magistrada María Servini de Cubría, quien avaló una medida de ese tipo si Inspección General de Justicia lo considera necesario, en el marco de la investigación del destino de los fondos de Fútbol para Todos.
Pero, más allá de las declaraciones de ocasión, no hay dudas de que el poder central gravita en las decisiones que se vayan a tomar. Por eso hay una búsqueda incesante de una salida organizada por los propios directivos, u ordenada desde afuera.
Mientras la Fifa observa expectante y con preocupación, porque si bien advierte la posible desafiliación de la AFA ante una intervención, también sabe que no sólo el negocio del fútbol sin la Argentina de Messi se resiente. Y también conoce que su propia organización terminó jaqueada por una acción judicial que dejó al descubierto un entramado de corrupción flagrante. Porque la inmunidad de contar con tribunales propios, economía en negro y negocios sin transparencia, con los años trocó en impunidad, pero todo llega, por eso ese orden de cosas concluyó con una causa por lavado de dinero y muchos directivos procesados, condenados y presos.
¿Pasará lo mismo con la AFA o sus directivos buscarán refugiarse en sus códigos particulares para establecer un pacto que conforme a todos y disimule los pecados capitales? Continuará.
Rosario debe abroquelarse
Los actuales directivos de Central, los próximos de Newell's que serán electos el mes próximo, sus pares de los clubes del ascenso y las autoridades de la Asociación Rosarina tienen una tarea decisiva en la defensa de los intereses del fútbol de la ciudad, para lo cual sería muy saludable que conformen un bloque al que bien podrían sumar a los dirigentes de Unión, Colón y Atlético de Rafaela y así gravitar en esta puja en la que, más allá de los nombres de Tinelli, Moyano, Tapia, Angelici, D'Onofrio o Russo, lo que importa es qué harán con el destino del fútbol argentino, el que hoy tiene un presente tan endeble como el futuro incierto.