El fútbol está atravesado por la hipocresía, por eso dentro y fuera de la cancha el juego limpio es una proclama que no tiene correspondencia con el comportamiento
Por Sergio Faletto
El fútbol está atravesado por la hipocresía, por eso dentro y fuera de la cancha el juego limpio es una proclama que no tiene correspondencia con el comportamiento
La hipocresía atraviesa al fútbol de arco a arco. Y también afuera del campo. Palabras correctas y actos indebidos constituyen una ecuación con resultado negativo. Jugadores que piden el respeto al fair play mientras reúnen todas las condiciones para protagonizar la nueva temporada de "Los Simuladores". Y en concordancia pregonan la rápida atención de un compañero luego de lesionar a un adversario. Es paradójico el doble estándar de los futbolistas. No todos, pero muchos, suficientes como para marcar tendencia. Tanto que su comportamiento les quita credibilidad a los propios discursos.
La última fecha tuvo en Andrés D'Alessandro al mejor exponente, quien ubicó a sus colegas de Patronato como traidores a la causa. El juego se interrumpió en campo entrerriano por una asistencia al arquero Batalla. Luego el árbitro hizo un pique y enseguida los locales, a setenta metros del arco de River, iniciaron una jugada que derivó en el segundo gol rojinegro. El Cabezón a los gritos reclamó. "Eso no se hace, es una falta de códigos", poniendo una vez más sobre la mesa el controvertido tema de los códigos.
Marcelo Gallardo, un entrenador caracterizado por la mesura y equilibrio, bordeó un análisis diferente: "Lamentablemente esto es para vivos y ellos sacaron partido de eso, pero nosotros no vamos a cambiar nuestras convicciones y seguiremos respetando el juego limpio, aunque sucedan esta clase de situaciones".
Pero Sebastián Bértoli, el arquero de Patronato, fue honesto desde lo intelectual y aseguró: "Lo del fair play es mentira. Si querían fair play la hubieran cedido ellos a la pelota. Batalla se lesiona, le da la pelota a Casco y atacan, pero cuando pierden la pelota quieren fair play. ¿Entonces en qué quedamos? ¿De qué fair play hablamos?".
Claro que los ejemplos huelgan a la hora de dejar en la superficie que el fútbol muchas veces intenta parecer lejos de ser. Y otro episodio de la necedad en torno al deporte más convocante tuvo a Boca como expositor.
En la historia reciente xeneize se escribió que la cúpula de la Doce, es decir los referentes de la barra brava, le hizo una visita al plantel previo a la concentración para exigirles que "se porten bien y clasifiquen a la Copa Libertadores para que no se nos caigan los negocios". Palabras más, palabras menos, lo cierto es que resulta extraño que individuos con prontuarios soliciten a futbolistas que no salgan de noche. Casi como que desde el reino animal se organice una marcha callejera para defender los derechos humanos.
Pero ahí no concluyó la saga. Porque después Guillermo Barros Schelotto, en conferencia de prensa pospartido con Sarmiento, se fastidió con las preguntas al respecto. Y si bien el Mellizo mantuvo un comportamiento distante de la barra en su época de jugador y también ahora como DT, no puede ignorar que el encuentro entre jugadores y barrabravas se produjo en el playón tras la práctica del viernes. Hasta Benedetto lo admitió.
La connivencia de los sectores es una realidad incontrastable. Que no depende de un DT, futbolista o dirigente resolver los problemas de violencia, pero sí un comienzo sería no negar lo evidente.
Un paso dentro del campo para que haya fair play es quebrar con la hipocresía. Y empezar a construir un contexto sin delincuentes que vivan del fútbol. No mentir ni ocultar sería un avance.