¿Cómo se administra la pasión? ¿Cómo se gestionan los sentimientos? Ni se administra uno ni se gestiona el otro. Los dirigentes del fútbol argentino están sometidos permanentemente a un conflicto de identidad cuya sanación parece estar bastante alejada de la pasión y del sentimiento. Pero los límites son efímeros, casi invisibles, porque muchas veces esa pasión y ese sentimiento son imprescindibles para no transformar sólo en un negocio una conducción que mezcla una pelea de intereses entre economía, fanatismo y protagonismo deportivo.
Uno de los caminos es tan duro como muy difícil de recorrer: los dirigentes cuando llegan al cargo deben, deberían en realidad, dejar de ser hinchas, pero eso es casi contra natura. En la mayoría de los casos los directivos no llegan al lugar más importante del club que aman por méritos profesionales sino por su amor a la camiseta. Son muy pocos los que tienen la capacidad de separar el agua del aceite. Y es todo tan difícil de encuadrar que los que logran poner el inodoro en el baño y la heladera en la cocina, como le gusta decir a César Menotti, pocas veces logran el "feeling" necesario con los asociados para permanecer en el cargo.
La línea que separa al profesional y al fanático puestos a gestionar puede ser un impulso, una mala decisión, un acierto. Así de finita es la cosa.
Daniel Angelici, actual presidente de Boca, trascendió cuando renunció a la tesorería del club por negarse a firmarle un contrato a Juan Román Riquelme que él consideraba excesivo y nocivo para la economía del club.
"En la comisión a veces se confunde la pasión del hincha con ser directivo, yo como tesorero sé cuándo un contrato es oneroso o lastima a las institución", le dijo Angelici a La Red en agosto de 2010. "Este es un contrato que puede hacer daño porque cuando no tengamos jugadores para vender estaremos en problemas. Yo no discuto al jugador, Riquelme y su representante hicieron lo que tenían que hacer, nosotros no estuvimos a la altura de las circunstancias", amplió. En diciembre de 2011 fue elegido presidente del club y en 2015 los socios le ratificaron la confianza.
Técnicamente correcto y políticamente incorrecto. Pero esto es fútbol. En Boca el que se mete con Riquelme pierde, sin embargo el ladero de Mauricio Macri en la época de mayores conquistas del club hoy ostenta el beneficio de sentarse todos los días en el sillón de don Alberto J. Armando.
¿Cuál es la lógica? Ninguna. Esto es fútbol.
"Si Cuffaro Russo me pide algún jugador, tiene que ser importante. Para traer un medio pelo, no. Nosotros tenemos que vender un jugador para traer otro. Todavía no hemos vendido a nadie. Y todos los trascendidos de que puede venir Fulano o Mengano son todas mentiras". Lógica pura de Horacio Usandizaga en declaraciones a Ovación en diciembre de 2009 tras un muy buen torneo Apertura. Central se fue al descenso el 23 de mayo de 2010 y el Vasco renunció al otro día. Hoy sería improbable que pudiera caminar por la ciudad sin ser insultado. De hecho no lo hace y literalmente él y su hijo Manuel desaparecieron de los lugares que solían frecuentar.
Administrar la pasión sin caer en excesos es muy difícil. Tanto como asumirse distante y sólo gestionar sin incorporar los sentimientos.
Nadie tiene la receta.
"Me duele lo de Osella. Le salta la cadena como a mí, estas declaraciones no me gustan. El debe hablar de fútbol. No tiene que hablar en absoluto de la comisión directiva. El no viene de Real Madrid; viene de Patronato y Olimpo, que tienen quilombos también. Es mi hijo rebelde y yo el padre loco. El primero de julio me voy a sentar a hablar con él. Igual, no hay dudas de nuestra parte de que seguirá siendo nuestro DT".
Eduardo Bermúdez armó el 2 de junio último un cóctel explosivo en medio de la crisis financiera de Newell's, mezcló pasión con conducción y Osella voló por el aire. El DT se hartó y se fue al otro día tras perder 2 a 1 con Unión en Santa Fe. Son los límites que no tienen límites.
River sacudió el actual mercado de pases con contrataciones estelares y Angelici lo cruzó con el promedio de edad y el poder de reventa de los futbolistas como si estuviera al frente de una compraventa de autos.
Desde su pragmatismo y calidad de empresario, él asume la llegada de un deportista sólo como un negocio.
River, su dirigencia, encabezada por Rodolfo D'Onofrio, lo afronta como un desafío deportivo desde su calidad de participante de los octavos de final de la Copa Libertadores de América.
Pero esto es fútbol. Si River gana su cuarto título continental Angelici quedará como un gélido empresario, tan pragmático como insensible. Y se insistirá con que es hincha de Huracán aunque sea sólo para estigmatizarlo. Si los millonarios pierden hasta en la final, D'Onofrio habrá hecho un mal negocio gastando la plata del club en viejitos sin poder de reventa.
Nadie tiene la receta.
Esto es fútbol.
El complemento de los periodistas partidarios
Como los dirigentes del fútbol argentino están sometidos permanentemente a un conflicto de identidad cuya sanación parece estar bastante alejada de la pasión y del sentimiento, necesitan colaboradores que les vayan alisando el camino, sacando piedras del mismo. Con el paso del tiempo algunos negocios muy tentadores llevan a las personas a desvirtuar sus profesiones o a usufructuar el cartel de otras para trabajar de lo que verdaderamente les redunda en el bolsillo. Es el caso de los periodistas militantes, una deformación profesional imperdonable que no admite atenuantes. Pero mucho peor es el papel de aquellos que ocultos en el rol de hombres de prensa gestionan la imagen de algunos dirigentes. A los menos deshonestos se los ve en la tele, se los lee en los diarios y se los escucha en la radio. Los otros trabajan en el anonimato y sus beneficios económicos suelen ser mucho más abultados que los de los primeros. Siempre los hubo, no es defecto nuevo de una profesión en franco estado de descomposición, pero ahora se diseminan por todas partes y no tienen ni el más mínimo prurito en reconocer su rol de partidarios. Mientras el público los acepte, y eso sucede claramente, seguirán siendo la voz de los dirigentes que hoy someten todo al consenso o a la prueba del ensayo y el error. Y esto último es lo que sus adláteres manejan a la perfección. Para eso les pagan.