"El gran tema es el dinero: el reparto de todo lo que ingresa en la AFA. Después aparece lo futbolístico en torno a la competencia 2014 y lo que será el engendro ideado por Grondona para el torneo 2015. ¿Y de los hinchas? ¿Alguien se acordará?", así terminaba aquella columna en la edición del 2 de agosto de 2014 tras el fallecimiento del entonces presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Nada cambió, y eso que pasaron dos años y medio. El gran tema es el mismo, pero agravado a la enésima potencia: no sólo los clubes no tienen plata, sino que la AFA tampoco. Toda la que había, o que entraba, o que estaba por ingresar, ya sea de la TV, de la participación de la selección en torneos, en amistosos, etcétera, no está más. Y la soga aprieta demasiado. Claro, una cosa era repartirla entre 20 instituciones de primera, que ahora son 30 por aquel "engendro" ideado por Don Julio. Encima, al menos la mitad de estos clubes no tienen una estructura acorde para estar en la élite, ya sea por convocatoria de hinchas o por estructura social. Y en estos tiempos de vacas flacas no alcanza para sostenerse con buenas producciones futbolísticas, se requiere de ingresos genuinos y no de "darse el gusto de jugar en la A". Obviamente, ningún dirigente puede salir a decir que su club no está preparado para la más alta competencia. También los hinchas quieren pertenecer y estar pendientes de jugar bien arriba. Pero la realidad es otra. En aquella oportunidad todos levantaron la mano para darle el sí a la idea del mandamás de la AFA, sin embargo a poco de su muerte se empezó a hablar de reducir el número: de 30 a 28, a 26, a 24, a 22 como número ideal. Un reflejo de reubicar la estructura más cerca de lo normal. Es cierto que lo correcto aparece de la mano de lo estrictamente deportivo, pero la difícil situación económica amenaza con un zarandeo económico. Es que sin plata para todos, los clubes más chicos no podrán pagarles a mejores jugadores, a técnicos renombrados y así irán perdiendo terreno. Y entonces se dará la lógica: los más poderosos en la A, otros con idas y vueltas a la B Nacional y el resto acercándose al amateurismo. Eso sí, siempre y cuando la AFA se normalice y esté dirigida por directivos de sus clubes. Por los que piensen en conjunto, no los que quieran salvarse solos. De lo contrario, seguirá todo igual, en el mismo lodo y todos manoseaos.