El joven comentarista radial lleva quince minutos hablando del fútbol europeo. Utiliza una insoportable cantidad de palabras hilvanadas por un montón de adjetivos, muchos tan innecesarios como indebidos. Eso sí, exhibe un vasto conocimiento de nombres de jugadores, equipos, entrenadores y hasta traza paralelismos entre los torneos español, italiano e inglés. En determinado pasaje ingresa en un túnel poco iluminado de análisis tácticos. Hasta engorroso por momentos. No obstante demuestra una ajustada pronunciación, tal vez por un adecuado manejo idiomático o quizás porque su juventud le otorga una memoria auditiva que le permite repetir a la perfección. Los minutos pasan y sigue instalado en su pasión futbolística de otros lares. Sorprende el cúmulo informativo. Pero también sorprende cuando admite su sentimiento de hincha por un club de España. Como si viviera allá. Como si el medio en el cual trabaja fuese de allá. Pero por suerte todo concluye al fin. Y cuando la charla deriva en la información de Central Córdoba, sí, de Rosario, el protagonista, erudito en liga, calcio y premier, preguntó: "¿Quién es el técnico charrúa ahora?". Y la respuesta fue lapidaria: "El mismo del año pasado, Moscetta".
Lo paradójico es que este fenómeno es habitual en otros tantos programas de radio y/o televisión argentina. Con periodistas jóvenes y otros no tanto. Donde se conoce más lo de afuera que lo propio. Si Arturo Jauretche viviera diría que es una zoncera propia de aquellas que son paridas por la colonización cultural. Pero tal vez la globalización comunicacional, además de sus tantas bondades, genera este tipo de estereotipos que sostienen sin pensar que lo de afuera siempre es mejor. Sin siquiera analizar qué sería España, Italia e Inglaterra sin los jugadores extranjeros, muchos de los cuales son argentinos. Gracias a los que se potenció esta identificación (impensada en décadas atrás) con camisetas de clubes de otros países. Como así imaginar al mismo tiempo cómo sería el fútbol criollo con todos los futbolistas nativos que militan en el exterior.
Pero más allá de lo contrafáctico, hay sí una tendencia de relativizar el conocimiento del propio fútbol, o al menos no jerarquizarlo como sí se hace con lo que transcu rre en los estadios del otro lado del Atlántico.
¿Cuántas veces el televidente rosarino reniega porque en ciertas ocasiones quienes están a cargo de la transmisión del partido exhiben su desconocimiento sobre los jugadores de Newell's y Central? Y luego son los mismos profesionales que demuestran una ajustada información de lo que sucede en el fútbol de Europa.
Las zonceras son repetidas sin pensar sobre la certeza de las mismas, porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera deja de ser zonzo, escribía Jauretche. Y agregaba que "nos quieren zonzos para su conveniencia". Mientras aludía a que adoptar no es lo mismo que adaptar, y ponía en crisis ciertas costumbres traídas que tenían más que ver con otras realidades que con la propia.
La puesta en crisis de esta tendencia periodística, la de darle un desarrollo exponencial a la información de los pormenores del fútbol europeo en desmedro de lo que sucede en la Argentina, lleva implícita el reconocimiento profesional a aquellos, que con menos recursos tecnológicos, daban con lujo de detalles lo inherente no sólo al fútbol de primera sino también al del ascenso. Donde no había internet para buscar el dato de un futbolista sino era cuestión de ir a los cuadernos Gloria o a las fichas de papel, como tenía el Chucho Straccia o su maestro Juan José Lujambio. En lo que el europeo se reducía al resultado, tabla de posiciones y a los argentinos que convertían goles por allá.
Por supuesto que hoy existe una demanda sobre otras realidades, pero que siempre por sentido de pertenencia deben ser complementarias a la propia, porque difícilmente en alguna emisión española, italiana o inglesa pongan tanto énfasis en el presente futbolístico de Central, Newell's, Boca o River.
También es de mucha complejidad encontrar tantos españoles, italianos o ingleses vestir las camisetas de clubes argentinos. O escuchar con asiduidad a periodistas y analistas deportivos de dichos países decir que son hinchas de algunos de los equipos de acá. Habrá, pero serán hechos excepcionales, no tan habituales como ocurre en la Argentina.
Fox Sports Brasil transmitió en vivo el último superclásico de verano y allí los colegas de ese país permanentemente fueron trazando paralelismos con el fútbol brasileño, donde la mayor vinculación la fueron desarrollando en función de los jugadores de acá que habían pasado por los clubes de allá y aprovecharon la ocasión para poner sobre relieve los desempeños de los futbolistas argentinos en ese país, destacando el notable presente de Lucas Pratto, flamante incorporación de San Pablo. Es decir que transmitieron un clásico argentino pero anclados en su fútbol brasileño.
Tampoco este análisis está atravesado por un falso nacionalismo, pero sí de una pretensión de reivindicar aquello de que para poder mejorar y crecer es necesario querer, y lo que se presiente es que existe un desprecio por el fútbol propio. Y hasta quien lo hace comete la falacia de ubicarse afuera del contexto, cuando en realidad forma parte. Porque el fútbol argentino no es una abstracción del país, está inmerso en él. No es lo mismo ser pobre que haber sido empobrecido. Y de eso hay que hacerse cargo, para cambiar la realidad y fundamentalmente para reivindicar esa identidad que otorga el orgullo de pertenencia.