Las chances de Central quedaron reducidas a una sola ficha, en medio de una situación en la que el equipo no depende de sí mismo
Las chances de Central quedaron reducidas a una sola ficha, en medio de una situación en la que el equipo no depende de sí mismo
Suena difícil hablar de justicia en el fútbol. Cuando las cosas salen de acuerdo a lo previsto se festeja. Cuando ocurre lo contrario los lamentos son los que ganan la escena. Entre esos dos sentimientos pendula hoy el futuro de Rosario Central, que está atado a lo que ocurrirá con el final del campeonato, donde se decretará la clasificación o no a la Copa Sudamericana. Y lo de la sensación de justicia o injusticia camina atado a esa última bola que se juega el equipo en busca del objetivo, después de haber logrado una enorme remontada que puso la chance al alcance de la mano y que hoy se presenta como una misión demasiado compleja. Es que Central no depende de sí mismo cuando restan sólo 90 minutos de juego por delante.
Ya habrá tiempo para que los balances puedan realizarse, donde se deberán incluir otros muchos factores que van más allá del dictamen de la clasificación o no a la Copa Sudamericana. Cuando eso ocurra habrá que poner en la balanza no sólo lo realizado por el equipo en la etapa de Paolo Montero, sino en el proceso que encabezó Eduardo Coudet, quien dirigió la primera parte del campeonato.
Lo que sí hay hoy es la certeza de que queda una sola posibilidad, con un grado de dificultad más que importante.
Está la certeza también de que este presente cuenta con determinados argumentos que deben ser abordados a la hora de encontrar ciertas explicaciones. Porque así como la arremetida del inicio de año reposicionó al equipo, en el tramo final hubo un quedo llamativo, con rendimientos (individuales y colectivos) que, claramente, no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Después de aquel triunfazo en el clásico, de visitante, y de la reafirmación del buen momento futbolístico que atravesaba el equipo en el partido contra Racing a estos días de incertidumbre y pocas esperanzas algo pasó.
Cuatro partidos sin victorias fueron el principal y gran atentado contra las pretensiones subirse al tren de alguna copa internacional. Es que más allá del respeto que impuso, del orden que mantuvo y de la solidez exhibida frente a River la cosa no resultó, aunque ese no haya sido específicamente el punto de quiebre.
Porque después de esa historia aparecían los otros capítulos en los que se debía escribir con letras grandes para dejar sentadas las verdaderas pretensiones. Y así pasaron Colón, con una clara superioridad desde el juego pero una pésima puntería a la hora de definir; Banfield, donde con el temperamento se quiso suplantar al fútbol; y Talleres, a quien era imposible hacerlo volver a Córdoba con alguna moneda en el bolsillo.
Cuatro partidos sin triunfos. Sólo tres puntos sobre 12 en juego. Las conclusiones no implican en un análisis demasiado sesudo sobre dónde el equipo tiró el freno de mano. Y si este comportamiento sorprendió es porque antes las cosas se habían hecho de una manera convincente, con argumentos sólidos.
Así, ese pasado (cercano por cierto) de solvencia, capacidad e inteligencia hoy se da las narices frente a este presente, donde las debilidades lograron mayor peso. Imposible dejar de lado los contratiempos que debió afrontar Paolo Montero, aunque algunos fueran evitables. Porque la operación de Marco Ruben no tiene los mismos ribetes que las expulsiones de Javier Pinola en cancha de Banfield, ni la de Teo Gutiérrez contra Talleres. Las cosas por su nombre, como suele decirse.
Lo cierto es que cuando Montero y los jugadores meten hoy la mano en el bolsillo se dan cuenta que sólo les queda una ficha por apostar. De allí la idea de que deberá ser pleno o nada, amén de que contará la chance de terminar lo más arriba posible por alguna supuesta mano que puedan entregar algunos de los equipos que hoy se encuentran jugando la Libertadores y la Sudamericana.
Puede sonar a injusticia que el equipo deba depositar todas sus expectativas en el último partido, y sabiendo que no tiene las riendas de la situación. Pero es lo que toca.