Un Central-Boca por Copa Argentina ya no es un partido más. Desde hace un par de años dejó de serlo. Por un montón de cuestiones. Y si en una previa normal las tensiones suelen expresarse un poco más elevadas que lo normal, en esta ocasión será claramente distinto. Por el lado de Arroyito básicamente, donde después del domingo algunas cosas cambiaron su fisonomía. Porque tirar toda la artillería dialéctica en el choque de esta noche en el estadio Malvinas Argentina, desconociendo el escenario en el que lo puso el partido del pasado domingo en el Gigante, no sería un buen ejercicio. Hoy se está ante un encuentro de corte eliminatorio (por los octavos de final), pero con aditivos insoslayables. Si Central pierde con Boca, Paolo Montero podría dejar de ser el técnico canalla. Así de cruda se presenta la situación. Así de lineal. Con una lectura muy simple para hacer. Puede que suceda la primera (una caída canalla) y que la segunda no (la salida del DT), pero querer tapar el foco que el propio entrenador puso tras la caída ante Banfield no es lo ideal.
En condiciones normales hay demasiado para hablar y escribir sobre Central-Boca por Copa Argentina (el choque con más repeticiones desde el relanzamiento de la competencia, ver aparte). Pero en Central hoy sienten que Montero se encargó de que los antecedentes de este cruce queden reducidos a un segundo plano. Y hay una razón decididamente justificada para sostener que el foco de atención cambió.
Cuando en la conferencia de prensa después del partido con Banfield, Montero se sentó frente a los micrófonos y muy suelto de cuerpo tiró frases como "estoy ante una situación límite", "si tengo que dar un paso al costado, lo doy" o "soy el único responsable", lo que hizo fue avivar el fuego. Una vez más: a confesión de parte, relevo de prueba.
Esa es la historia que cuenta. La que tiró sobre la mesa Montero. La que expuso incluso a los dirigentes, quienes entendieron que debían moverse con pasos medidos, tratando justamente de no pisar en falso desde las cuestiones que atañen a lo emocional. Tampoco desde lo discursivo.
Por eso las largas reuniones en la concentración de Arroyo Seco (que el cuerpo técnico decidió extender tras la dura caída en el Gigante), donde después de algunas charlas e intercambio de opiniones quedó flotando la sensación que Montero no estaba en su mejor momento desde lo anímico. Aquello que había expresado ante los periodistas un par de horas antes no era cuento.
Seguramente que no es lo mismo venir a Mendoza a buscar una clasificación más sabiendo que enfrente hay un equipo como Boca que haciéndolo con la "espada de Damocles" en lo que tiene que ver con la continuidad del entrenador, aunque en esto cuente (en caso de darse por supuesto) no sólo el resultado, sino también las formas.
Como si todo esto fuera poco hay un punto decididamente desfavorable: que el rival sea este Boca del Mellizo Guillermo Barros Schelotto, un equipo que no sólo viene de ser campeón, sino que marcha como único líder (con puntaje ideal) de la Superliga y con un funcionamiento más que aceitado, algo con lo que el canalla no cuenta.
Es justo ante ese temible Boca contra el que Central se juega mucho. Además de la supuesta continuidad de su entrenador, la permanencia en una competencia que, claramente, se puso entre las prioridades. Porque la fuerte inversión económica trató de apuntalar un proceso a largo plazo, pero nadie es tan insulso hoy en Arroyito como para desconocer que la mayor apuesta está direccionada a esta Copa Argentina, en la que cinco partidos te ponen en una final. Que le vengan a explicar a los canallas, que disputaron las últimas tres definiciones de manera consecutiva (Huracán, Boca y River).
Esto último tampoco resulta un dato que merezca menosprecio. Porque esa falta de títulos a la que se le quiere poner fin cuanto antes es la que lleva año tras año a hacer foco a esta Copa Argentina que, de no ser por las definiciones truncas, parece estar hecha a la medida de Central.
La polémica final de 2015, que disparó miles de apreciaciones, y la "revancha" del año pasado, en la que Central logró el pase a la semifinal, son antecedentes válidos y demasiado sabrosos para dejarlos de lado en un nuevo choque entre canallas y xeneizes. Boca siempre le bajó mucho más el perfil. En Central, por obvias razones, la cosa fue distinta. Y esta vez también habrá algo especial en el tintero. Porque Central jugará contra Boca, pero tendrá además un duelo consigo mismo.
Por un camino transitará la continuidad en la competencia y, por ende, el fortalecimiento del sueño. Por el otro, la chance de que el objetivo de la Copa Argentina llegue otra vez hasta el final y con ello la reorientación en cuanto a metas. Coqueteando con todo eso, un rival duro, pero al que el sólo hecho de tenerlo enfrente genera un montón de recuerdos y alimenta la adrenalina.
Pero como en el mundo Central las cosas que hay sobre la mesa nunca parecen ser suficientes, los 90 minutos de esta noche en el Malvinas Argentina encontrarán también correlato en los vestuarios, donde todo puede pasar. Desde un festejo y "aquí no ha pasado nada", hasta una derrota que no cambie el panorama, pero también un traspié que provoque secuelas.
Después de una pregunta al respecto, a la que pudo haber esquivado con una respuesta más de casete, Montero expuso el tema solito. Y ese ingrediente no es uno más. Quizá sea "el" ingrediente de la previa, del partido y el pos.
Central juega otra vez contra Boca. Allí radica el sueño. Pero en esta ocasión sabe que puertas adentro posiblemente se encuentre el rival más duro. Imponerse a eso significará extender la vida útil del proyecto.
El primer rival serio de ambos
Rosario Central y Boca Juniors se enfrentarán por primera vez en una instancia temprana de la Copa Argentina, como es la de octavos de final. Y para ambos será el primer rival de fuste que enfrentan en la competencia, ya que tanto canallas como xeneizes pasaron las dos primeras rondas con rivales de menor valía, de hecho de categorías menores.
El equipo de Paolo Montero debutó en esta edición ante un rival de la C, Cañuelas, al que venció ajustadamente en Santa Fe con gol de Mauricio Martínez. Después llegó Deportivo Riestra, que todavía no había debutado en la B Nacional, y lo venció también con poco margen, 2 a 1 con festejos de Fernando Zampedri y José Luis Leguizamón.
Boca también pasó ante adversarios menores. Goleó 5-0 a Gimnasia y Tiro de Salta en Formosa (dos de Darío Benedetto, Pablo Pérez, Edwin Cardona y Frank Fabra). Y luego superó con muy poco 1 a 0 a Guillermo Brown de Puerto Madryn (todo renovado) 1 a 0, en Mendoza como hoy, con tanto de Benedetto de penal.
Si empatan definen desde los 12 pasos
De no haber un ganador en los 90 minutos, Central y Boca deberán definir con tiros desde el punto penal. El ganador de este partido se enfrentará con el vencedor de la llave entre Godoy Cruz y Banfield, que jugarán mañana, a las 17, en cancha de Instituto.