El argentino Braian Toledo obtuvo un meritorio décimo puesto en la final de lanzamiento de jabalina de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y, de esta manera, cerró una participación más que positiva y prometedora de cara al futuro.
En un día caluroso, muy húmedo y con una atmósfera muy pesada, especialmente por la lluvia que cayó durante toda la tarde en Río de Janeiro, Toledo fue superándose con el paso de los lanzamientos.
En el primero alcanzó 77.89 metros, mientras que en el segundo llegó a los 79.51 y en el tercero fue 79.81, pero le faltaron 19 centímetros para pasar a la definición por las medallas, a la cual accedían todos aquellos que superaran los ochenta metros.
Más allá de que no consiguió una medalla o un diploma, valió la pena el esfuerzo que hizo de viajar con mucho tiempo de antelación a una preparación para estos Juegos en Finlandia, país cuna de grandes campeones de la especialidad, donde participó en varias reuniones internacionales.
En su segunda experiencia olímpica, el pibe de 22 años estableció la mejor ubicación para un lanzador de jabalina argentino en una cita de este calibre y trascendencia.
Toledo, que había accedido a la final con la quinta marca en el grupo clasificatorio A, la cual fue su mejor del año, con 81,96 metros en su segundo intento, superó a Ricardo Heber, que finalizó 13º en Londres 1948 y 15º en Helsinki 1952, y a Pablo Pietrobelli (34 en Beijing 2008).
La prueba fue ganada por el alemán Thomas Rholer, quien en uno de sus últimos intentos lanzó la jabalina a 90,30 metros y se quedó con la medalla de oro, mientras que segundo terminó el keniata Julius Yego, quien alcanzó una marca de 88,24 metros y se quedó con la presea de plata, y el bronce fue para el triniteño Keshorn Walcott, con una marca de 85,38.
Asimismo, el bonaerense nacido el 8 de septiembre de 1993 en Marcos Paz, cumplió una actuación muy superior a la que logró en Londres 2012, cuando se ubicó en el puesto 30, aunque con el atenuante de que en aquella oportunidad tenía apenas 18 años.
Toledo llegaba con el antecedente de haber marcado su mejor registro, 83,32 metros, el año pasado en el Mundial de Beijing, donde también accedió a la final, con lo que había superado por 42 centímetros el récord nacional que había conseguido el año pasado en el Cenard.