—Nooo. Para nada. Porque el balance es por demás de positivo.
—¿Por qué nunca quisiste que se supiera que tu salario fue mínimo en los dos primeros años?
—Porque no volví por lo económico, volví para cumplir un sueño. Y además porque esas cuestiones deben quedar en el ámbito privado. No hago las cosas para que me halaguen o agradezcan, las hago porque las pienso y siento. Mi sueño era volver y retirarme en mi club, y eso no tiene precio.
—¿Pensás que por tu temperamento pagaste un alto costo en la adversidad?
—No sé si es un costo, pero cuando decidís volver sabés que en algún momento algo negativo va a pasar. Al principio es lindo por el reencuentro con la gente, los afectos. Pero después es el día a día, la realidad. No sé si es un alto costo, sí hay un costo, hay un sufrimiento, pero que no es comparable cuando las cosas salen bien, con el momento del festejo, de la alegría, porque esa felicidad es inigualable.
—¿Tu mejor momento como futbolista fue con el Newell's campeón de Martino?
—No, en lo que yo pude dar creo que no. Sí se brilló como conjunto. Fue un gran momento con un gran equipo. Lo colectivo te potencia. Hubo mejores versiones mías por condiciones físicas. Pero ese momento con el Tata fue el equipo, porque nos puso en un lugar de privilegio en la historia de los equipos de nuestro club. No fue fácil, porque marcamos una forma, un estilo y en una circunstancia difícil. Lo que sí te puedo decir sin temor a equivocarme es que ese fue el momento que más disfruté como futbolista. Porque más allá de las exigencias disfruté los entrenamientos, jugar los partidos y haber logrado un campeonato con Newell's.
—¿Te importa haber sido pionero en el regreso de jugadores y que originó lo que se llamó el orgullo de pertenencia?
—Tomé la decisión de volver porque quise y sentí hacerlo. Todo lo demás no me corresponde evaluarlo. No vine para ser el primero, no especulo con esas cosas. Volví porque estaban dadas las condiciones y porque el club también estaba en una etapa distinta. Cuando llegué había un grupo bárbaro, y ese grupo fue partícipe de un montón de cambios, que hoy están vigentes como institución y después llegaron otros que se sumaron a esta tarea. Me tocó ser el primero en volver en una nueva etapa, y hemos tratado de estar a la altura de las circunstancias.
—Después sos técnico de Ñuls. ¿Te equivocaste al aceptar?
—No. No fue una decisión sin pensar. La analicé. Sabía cuáles eran los pro y los contra. No fue la primera oferta que recibí para dirigir. No estoy arrepentido. Alguien me dijo una vez que las decisiones son buenas o malas en el momento de tomarlas, después con el diario del lunes es más fácil opinar. El desenlace no tiene que ver con esa decisión, tal vez sí con otras.
—¿Es difícil dirigir a los ex compañeros?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque el que decide es el entrenador. Y si algo tengo en claro es que lo más importante es el equipo. Y así como Newell's está por encima de todos, dentro de la cancha el equipo está por encima de todo. Y cuando tomás decisiones en función del equipo pueden darse conflictos o no, pero el que decide es el entrenador. Ahora, si por jugar o no jugar se rompe una amistad es porque esa amistad nunca existió.
—Ese es un mensaje encriptado.
—No. No mando mensajes públicos. Lo que tuve que decir lo dije en el momento que debía, y frente a frente.
—¿Esperás siempre el reconocimiento de los demás?
—Siempre es lindo un mimo, pero no soy un demagogo. En los últimos años viví momentos muy difíciles como futbolista, como lo de las amenazas, pero también tuve una despedida hermosa, soñada, muy emotiva. Ahí tuve el reconocimiento de la gente, pero que sinceramente nunca busqué, porque no soy de los que dicen lo que se quiere escuchar, no soy demagogo, nunca me besé el escudo para que la gente me quiera o no. Mi amor por Newell's lo demostré y lo demuestro sin demagogia, a mi manera. Y la gente lo interpretó porque siempre me trató con mucho cariño. No puedo cambiar mi forma de ser porque me estaría traicionando, y si algo no soy es traidor. Por eso la despedida en el último partido que jugué fue magnífica. Me preguntaron después si quería hacer un partido de despedida y dije que no, porque tuve una demostración genuina, espontánea del hincha en esa ocasión, porque cuando terminó el partido se quedaron para saludarme porque quisieron, nadie los obligó, fue genuino y eso es inolvidable.
—¿Hiciste alguna vez una autocrítica?
—Muchas veces. Y lo sigo haciendo. Por supuesto que la mayoría queda en mi círculo privado. Pero no soy necio, sé que cometí errores. Por eso dije que no me arrepiento de las decisiones de volver como jugador y de aceptar dirigir, pero sin dudas que en el recorrido tuve equivocaciones. Tal vez me debí retirar antes como jugador.
—Monzón demostró su inteligencia al retirarse campeón y dijo que lo hacía porque ya le dolían los golpes. ¿Por qué no te retiraste cuando saliste campeón?
—Porque no lo sentía. Mi papá me dijo "este es el momento". Pero no podía porque estaba disfrutando de ese momento. Y lo hice después, cuando ya me dolían los golpes. Pero no los golpes durante el juego porque esos me dolieron siempre, sino los golpes del contexto, los de afuera de la cancha. Que ya me dolían mucho y también para preservar a los míos. Después del retiro durante quince días me iba al río solo para analizar situaciones, más las cosas que me fui enterando, y ahí comprobé que me había equivocado en situaciones del día a día.
—¿En ese análisis dejaste amistades en el camino?
—Hubo de todo. Satisfacciones por haber confiado y decepciones también. En el fútbol como en la vida. Duermo tranquilo porque como dije las cosas en los lugares y en los momentos que se tenían que decir, sentados en las sillas mano a mano. Eso me deja dormir tranquilo. El otro día leía una frase que decía "a los 30 años tenés muchos amigos, a los 40 varios menos y a los 50 apenas unos pocos".
—¿En esos análisis que hiciste en soledad no pensaste que tal vez te ofrecieron el cargo de técnico para usarte políticamente?
— ... No lo sé. Eso no lo puedo responder.
—Tal vez te veían como un posible adversario político.
— Uno no mide muchas veces todas las intenciones de los demás. Con la perspectiva del tiempo analizas un montón de situaciones. Algunas tienen conclusiones que sirven para corregirte de cara al futuro y otras quedan ahí. Pero hablé con la mayoría de los que debía hablar para decirles lo que pensaba.
—Nunca saliste públicamente al cruce de versiones o declaraciones...
—Jamás. Siete años y medio llevo en Rosario desde mi regreso y nunca lo hice ni lo haré. Y eso que dijeron cosas. Pero mis formas son otras. Por eso pongo en valor los primeros dos años y medio, fueron hermosos porque fue un tiempo de trabajo de todos juntos, de construcción, de ideas para cambiar la realidad del club, sin egoísmos ni especulaciones, porque a pesar de las dificultades todo el mundo empujaba para bien de Newell's. Esa fue una etapa de recuperación, pero de recuperación en todos los niveles de verdad, y eso después se rompió por decisiones demagógicas. Y ya no fue lo mismo. Empezó otra etapa con más dificultades. Y fue una pena porque hasta ahí veníamos todos por el mismo camino, los que estábamos y los que llegaban. Por supuesto que con divergencias, pero que se resolvían dialogando y priorizando el interés general de Newell's. Y ahí se hablaba adentro, no afuera.
—Sabés que das una imagen de ser soberbio. ¿Sos o parecés?
—Me lo han dicho, pero no me doy cuenta. Lo tendré que trabajar con el psicólogo.
—Si no te molesta no...
—No, en todo caso debo decir que no me gusta dar esa impresión. Creo que muchas veces esto puede darse por las situaciones que se generan en torno al fútbol o a las distancias que se ponen para preservar lo privado de lo público, entonces uno por ser frontal y directo genera este tipo de cosas.
—A veces la soberbia parte de la inseguridad o del temor a ser lastimado y por eso se pone distancia. Y otras veces por las formas de defender una idea.
—Yo sé que en un ámbito de hipocresía ser frontal no genera simpatía. Cuando algo no me gusta lo digo, siempre en el marco del respeto.
—¿Qué cosas no te gustan?
—La mentira. No me gusta que digan cosas por decir, sin fundamento ni información, porque por ahí no se dan cuenta del daño que provocan en otras personas. Muchas cosas se dicen por conveniencia pero no son ciertas. Y todo eso me lleva a tomar distancia. Porque me duele que inventen versiones para quedar bien sin importar el perjuicio que provocan en otros. Muchas veces me dicen "por qué no salís al cruce de todas esas barbaridades que están diciendo", pero no me sale hacerlo porque me manejo de otra forma, entonces prefiero guardar mi bronca y no entrar en ese juego de confrontación pública que no lleva a nada. Pero los que me conocen saben que no soy soberbio. No obstante no me gusta dar esa imagen, así que voy a trabajar para modificarlo, porque sé que tengo que cambiar eso.
—¿Tal vez por eso se piense que no hacés autocrítica?
—No, porque los errores son errores y trato de corregirlos para no volver a cometerlos en el futuro. Como futbolista ya no puedo corregirlo, como técnico obviamente que sí, y como persona más aún, porque en estos últimos nueve meses aprendí muchísimo de las relaciones humanas.
—Cuando dirigías resultaba difícil definir cuál era tu idea de juego. ¿Lo plasmaste alguna vez?
—Sí, muchas veces. Hemos intentado tratar bien el balón, valorar la posesión, darle circulación, pero también es cierto que las circunstancias modificaron varias veces las intenciones por una necesidad. Paradójicamente la idea fue plasmada rápidamente en el primer partido con Racing y luego apareció por momentos en otros cotejos. En el ochenta por ciento de los partidos hemos sido protagonistas del juego, pero también es cierto que hemos jugado muy bien, regular y mal. Hoy detallar los motivos no creo que sea un aporte, sí tomé nota de ello para mi proyección como entrenador. Pero para responder tu pregunta, el juego que quiero es el que mostramos ante Racing.
—¿Vas a seguir dirigiendo?
—Sí, por supuesto. Cuando aparezca una posibilidad motivadora ahí estaré.
—¿Extrañás el fútbol?
—Sí. Hoy ya extraño. Durante un tiempo te digo que no, pero ahora sí extraño. Cuando dejé de jugar no extrañé nunca más nada. Ni de ir a jugar. Porque yo sabía que había dado todo de mí y ese capítulo estaba totalmente cerrado. No tuve ese problema que padecieron otros colegas cuando dejaron.
—¿Pero qué extrañás?
—Hoy lo que siento es que necesito estar por las ganas de aprender, de charlar con los más experimentados, de poder ayudar a los más jóvenes, de dirigir, de poder armar un equipo. De poder disfrutar.
—Y de sufrir porque de 30 equipos sólo uno es campeón.
—Pero lo importante es el día a día, lo importante es el camino y su recorrido.