Pase a la final de la Copa América Centenario con el sello de autor de dos rosarinos: Lionel Messi y Ezequiel Lavezzi, y los dos restantes de Gonzalo Higuaín. Fue 4 a 0 contra Estados Unidos. Otra vez la selección argentina en el partido decisivo, como el año pasado cuando la perdió contra Chile en Santiago.
No es que se quiera minimizar el logro del equipo de Martino. Es que ya habrá tiempo de sobra para profundizar en las virtudes y bondades que lo llevaron al partido del domingo 26 en Nueva Jersey. Porque ahora, en realidad, lo que más invita a caer en la exageración es lo que hace Leo en cada partido que juega. A partir de anoche ya no se podrá sólo hablar de él como el mejor del mundo a un océano de distancia con el resto, sino como el único hombre récord con la camiseta de la selección argentina. El jugador que convirtió 55 goles con la celeste y blanca. El que pulveriza todo lo que se le pone adelante cuando se calza las pilchas de su país. El que hace de las estadísticas siempre piezas de colección o un material de archivo permanente. Para que realmente queden escritas para la perpetuidad. Esta vez se llevó puesta la marca que ostentaba por décadas Gabriel Batistuta con 54 goles como el máximo artillero de la historia de la selección argentina. Bueno, al pobre Bati ya lo miran desde arriba. Hasta el propio ex delantero sabía que esto más temprano que tarde iba a pasar porque no estaba compitiendo con un jugador normal.
Es que Messi no es futbolista de esta tierra. Parece caído de otro planeta. De lo contrario cómo se entiende lo que ocurrió cuando estaba por arrancar el segundo tiempo. Un chico, con la camiseta de Argentina, ingresó raudamente al campo de juego, enfiló hacia donde estaba Lionel y le dio un fibrón para que le firmara la camiseta. Toda esta escena sucedió ante la mirada atónita de 70 mil espectadores. Obviamente, Leo puso la firma y observó, también bastante sorprendido pero con una sonrisa asomando en los labios, cómo el pibe se arrodillaba ante él rindiéndole pleitesía.
Por eso Messi es inmensamente grandioso. Genera en la gente una sumatoria de episodios inexplicables. Que sólo pueden entenderse a partir de la majestuosidad de lo que logra.
Es cierto que todavía le falta levantar ese bendito título mundial o esta Copa América Centenario 2016 para que las viudas de Diego Maradona, aunque sea, empiecen a considerarlo a la altura de él. Mientras tanto, Leo no se detiene. Es una locomotora a la que se le enganchan todas las estadísticas. Y las pasa por arriba con la misma naturalidad con la que respira. Anoche metió un tiro libre en el ángulo para entrar en la historia como el number one con la camiseta argentina. Y de paso le pegó un tiro a la ilusión estadounidense.
Antes de eso, en el gol de Lavezzi también había dejado su copyright con una asistencia maravillosa a la cabeza goleadora del Pocho. El partido tuvo tan poco misterio que Leo en el segundo tiempo jugó para que sus compañeros anotaran algún gol más. El beneficiado con la decisión del Diez fue el Pipita Higuaín, quien decoró la goleada con dos goles más.
Realmente se hace difícil escribir algo sobre Messi que ya no se haya escrito o escuchado. Porque todo lo que hace o se le ve adentro de la cancha siempre obliga a la repetición. Ahora lo nuevo, por más que se venía venir desde los tres goles que le anotó a Panamá, es que es el máximo anotador en la selección argentina. Pero el récord esta vez vino con un premio extra. Para nada despreciable. Al contrario. Muy valorable. Y es que Leo jugará una nueva final, la segunda de la Copa América, con la camiseta argentina. Será la tercera. Ojalá sea la vencida y pueda levantar el trofeo que cada vez que tiene una cámara adelante dice que vino a buscar a los Estados Unidos.