Otro nuevo ciclo por afrontar. Uno más. El que se podrá abordar a partir de la lectura de ciertos rasgos de continuidad, pero que también tendrá una nueva coordenada para Paolo Montero y, por ende, para Central. Es que una vez que se inicie la superliga se estará en presencia del Central de Montero. Imposible realizar una lectura que transite un camino paralelo. Todo lo bueno correrá por cuenta del entrenador uruguayo. Todo lo malo también. Es que dentro de apenas unos pocos días todo quedará reducido a los resultados que se obtengan como producto de un trabajo ya de meses, pero fundamentalmente de un armado de equipo que tendrá el sello de quien hoy conduce los destinos del canalla. Paolo analizó, entendió de qué manera debía armarlo y trabajó para eso. De todo esto forma parte la dirigencia, por supuesto. Sólo que lo que se hace es poner el énfasis en metas exclusivamente deportivas.
El "derecho de piso" que Montero debió pagar en Central mal no le vino. De hecho sacó muy buenos dividendos en relación con la forma en la que logró que su equipo juegue, pero sobre todo por el respeto de los hinchas que supo ganar, más allá de que después de una remontada quizá inesperada al equipo le haya faltado inteligencia, capacidad futbolística o vaya a saber qué cosa para lograr la clasificación a la Copa Sudamericana.
Esa experiencia es la que el técnico uruguayo podrá hacer valer, especialmente en el escenario de conocedor del terreno en el que se mueve. Sí habrá cambios en otras cosas. Porque esa experiencia que por un lado fortalece, también será elemento vital a la hora de las exigencias.
Cuando Montero llegó a Central lo hizo a mitad de un torneo, con un equipo cascoteado anímica y futbolísticamente por la eliminación en la Copa Libertadores, pero fundamentalmente por la derrota en la final de la Copa Argentina. Y ante ese desafío supo generar un escudo protector.
En un par de semanas el escenario no variará demasiado, pero sí las lecturas podrán ser otras. Lo que hoy tiene Central entrenando todos los días en Arroyo Seco es producto de las decisiones que tomó Montero, que son las que tendrá que refrendar desde su lugar cuando los resultados comiencen a hacer de las suyas.
Lo que vendrá será ciento por ciento con el sello de Montero, un técnico que solicitó una cantidad y calidad determinada de refuerzos que llevó a la comisión directiva a realizar nuevamente una inversión más que importante desde lo económico. Y hasta desde lo exclusivamente nominal, Paolo será la cara visible. Porque ahora no hay jugadores que vienen de arrastre, a los que debía adecuarse como lo hizo cuando llegó para reemplazar al Chacho Coudet. Lo que hay ahora es un grupo de futbolistas que cuentan con el aval del entrenador y, lo más importante, que deben lograr un funcionamiento del que el DT será, también, la cara visible.
Ha pasado infinidad de veces en las que un técnico luego de llegar a un club con un torneo en marcha hace referencia a que ese equipo en cuestión no fue armado por él y espera el final para hacer las cosas a su manera. No fue el caso de Montero en el campeonato anterior, ya que nunca se lo escuchó poner algún tipo de excusas. Pero eso no lo aleja en absoluto de las obligaciones que recaerán sobre sus hombros una vez que la pelota se eche a rodar.
La depuración del plantel, la casi segura continuidad de la política de no echar mano a los jugadores del club, la llegada de los refuerzos (otra vez fueron varios) y hasta el costo que implicó ese comportamiento en el libro de pases (se insiste en que en el medio hay una dirigencia que avala) serán las bases desde donde se construirán los grandes análisis. Y no habrá excusas para nadie. Incluso para Montero, hoy el principal diseñador del proceso.