Lo peor que le puede suceder a un dirigente de cualquier índole es que ya no sea representativo. Y eso queda expuesto como evidencia terminal cuando las bases comienzan a desbordarlo. Cuando la realidad se lo lleva por delante. Situación que alguna vez sintetizó el ex presidente Juan Domingo Perón cuando aseveró: "Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes". Y esto es lo que sucede en el fútbol argentino, que está más cerca de convertirse en una fábrica recuperada que en una organización por regularizarse.
El fútbol argentino presenta patologías crónicas que explican presente y pasado. Directivos de clubes que ya no conducen a la AFA confrontan con el presidente de la Comisión Normalizadora, quien a la vez es uno de ellos, y todos en conjunto son los artífices de hacer pelota al fútbol. Es por esto que no tienen autoridad para presentar ahora soluciones a la crisis que ellos generaron. Aunque se muestran obscenos en sus disputas que no buscan resolver problemas sino que se basan en las mezquindades e intereses políticos sectoriales.
Fueron ellos, los mismos, los que el martes 29 de abril de 2014 levantaron mansos la mano para aprobar la aberración del torneo de 30 equipos, cuando Julio Grondona puso a consideración del comité ejecutivo de la AFA la reformulación de los campeonatos de primera división. La aceptación fue por unanimidad, como siempre sucedía con el legendario presidente. Y en un solo movimiento le dieron jaque mate a la máxima categoría y también al Nacional B.
Paralelamente los clubes recibían más dinero del Estado por los derechos televisivos y en simetría crecían los pasivos, dejando en la superficie sus pésimas administraciones. Hoy, cuando se revisan las deudas de las entidades con la AFA, que asciende a 1.100 millones de pesos, aparece Independiente con 98 millones, Argentinos 96, Banfield 90, Vélez 77, Quilmes 76, Estudiantes 64, Lanús 55 y San Lorenzo 43 millones, todos con directivos vinculados a las gestiones afistas y con los últimos candidatos a presidirla. Por esto es que hoy la procesión de estos directivos por los medios como salvadores sólo es comparable a aquellos ex ministros de Economía de paupérrimos desempeños devenidos en analistas y consejeros.
En simultáneo, dirigentes de Futbolistas Argentinos Agremiados están en una situación similar, porque ayer los jugadores delegaron en sus capitanes la potestad de hacer una reunión de manera independiente del gremio para adoptar una posición colectiva. Más allá de la decisión consensuada, muchos han coincidido en admitir que ya no se sienten representados. Aquella intervención de Sergio Marchi en el caso de Colón en 2013, que derivó en la no presentación sabalera ante Rafaela, la noticia del dinero proveniente del Fútbol para Todos guardado a nombre de una fundación vinculada al gremio cuando había urgencias para subsanar, más desavenencias surgidas por la ausencia de la defensa de los derechos de los futbolistas minaron el vínculo entre las partes. Tanto que ya se habla de elecciones anticipadas en la entidad sindical.
Es evidente que el fútbol argentino necesita refundarse, con otras estructuras y otros referentes, porque cuando el negocio se emparenta con el negociado es rentable sólo para unos pocos inescrupulosos y perjudicial para muchos, y esos son quienes sostienen la actividad, en este caso los jugadores y los socios de los clubes.
Por eso lo trascendente es que, más allá de que vuelve la actividad, esta debacle derive en la construcción de un fútbol argentino sustentable, equitativo, competitivo y razonable. No es imposible.