¿Qué lugar ocupan la educación técnica y las ciencias sociales en la formación de los estudiantes? ¿Por qué una ha sido subvalorada y la otra concebida como una seudociencia? Con interrogantes como estos y otros similares, la cientista de la educación (UNR) Camila Carlachiani invita a mirar con otros ojos la relevancia que tienen estas formaciones. Lo hace en su libro "Educación técnica y ciencias sociales: desafío y tensiones" (Laborde Editor).
El libro surge de su tesis de licenciatura, donde la preocupación estuvo en cruzar las ciencias sociales y la educación técnica, en tanto aprendizajes no siempre valorados en su dimensión formativas. "Ahora la intención es que el libro se convierta en un insumo, en un aporte sobre todo para los docentes, egresados, estudiantes y también los investigadores", dice y aclara que nada está cerrado, que hay mucho por seguir indagando.
La educadora es también profesora en escuelas secundarias de Las Parejas, donde reside, y en Montes de Oca. Da clases de formación ética y ciudadana, de filosofía y otras disciplinas a los adolescentes. Un trabajo que confiesa la apasiona, tanto como el de asesorar y capacitar en la preparación docente. Sin embargo, de ese trabajo de enseñar en las aulas rescata el aporte que ha significado en su tarea de investigadora: "Creo que si no se caminan las escuelas, poco se puede teorizar después. No se puede hacer teoría sin conocer esto".
Al meterse de lleno sobre el contenido del libro, describe que tiene dos ejes fundamentales: "Por un lado, la tensión que hay entre la educación técnica y las ciencias sociales en la formación de los estudiantes. Por otro, rescatar las transformaciones más grandes que tuvo la educación técnica, cómo fue cambiando a través del tiempo". Repasa entonces el lugar ocupado desde las escuelas de artes y oficios, pasando por las escuelas industriales, la formación del obrero y hasta el intento en los ‘90 de borrarla.
Transformaciones. Carlachiani expresa que, finalmente y a pesar de todos esos cambios, sigue existiendo, acompañada ahora por una fuerte presencia de normativas que la ubican en otro lugar de expectativas: "Estamos en un período de transición: tenemos la ley de educación nacional, la de educación técnico-profesional, la de financiamiento educativo y la que financia a las escuelas técnicas, que antes no había y ahora les están dando más legitimidad".
—A partir de este nuevo marco normativo, ¿qué sería lo ideal para la educación técnica y las ciencias sociales?
—Primero que la educación técnica esté legitimada socialmente y garantizada por el Estado, y no vista como una educación sólo para las clases populares o como una opción práctica. También que dentro de esta educación estén contempladas las ciencias sociales, pensando en el técnico que se quiere formar. Es decir, el perfil que se busca hoy debe ser el de un técnico para mandos medios, que no haga ya la tarea puramente mecánica, sino que sepa manejar la industria, y que además de los conocimientos técnicos, sepa de seguridad e higiene, de derecho laboral, entre otras características.
—¿Y qué pasa con las ciencias sociales?
—Son fundamentales para saber dónde se está parado, para qué se está produciendo, quién lo va a consumir, por qué pasan las cosas que pasan. Para cualquier ser humano son importantes para entender la vida que está teniendo, el lugar que está ocupando en la sociedad, para darse cuenta que esta realidad, este lugar, este trabajo que tengo no son naturalmente porque sí, sino porque hay todo un sistema cultural, social, político, económico que hacen que las cosas se desarrollen de cierta manera. Las ciencias sociales son necesarias para desnaturalizar la realidad de las cosas que nos pasan y poder comprenderlas desde otro lugar; y en esa comprensión poder hacer algo para transformar, por ejemplo, si estamos ante una situación de injusticia.