Mucho se ha hablado este tiempo de la violencia de género. Las mujeres levantamos banderas de "Ni una menos, con vida nos queremos". Alzamos nuestras voces y condenamos la violencia que ejercen los hombres. Sin dudas me sumo a este reclamo masivo, pero también proclamo levantar otra bandera, la de "No violencia intragénero".
¿A qué me refiero con este término?
Al maltrato que ejercemos de mujer a mujer. No hay batalla externa que resista ante la cohesión interna y de esto último carecemos como género. Esta es una invitación a alzar la voz ante la agresión masculina, pero sobre todo un llamado al silencio reflexivo al interior del colectivo femenino.
Las mujeres entre mujeres somos terriblemente crueles, críticas, competitivas, condenatorias y vengativas. Estamos fragmentadas, escindidas y divididas.
La "superficial" critica a la "intelectual", la "racional" critica a la "espiritual", la "suegra" critica a la "nuera", las cuñadas se defenestran, la que "se va" es ocasión de hablar para las que "se quedan". Así nos tratamos. Como dice el saber popular: "Nos sacamos el cuero", nos despellejamos como gallinas en un gallinero.
Como madres enseñamos a nuestras hijas cómo tratar a un hombre antes de cómo tratarse a sí mismas. Priorizarse es ser egoístas y hablar es ser conflictiva. Miramos con lupa a "esa" otra y somos poco solidarias entre nosotras. Esa otra es la que "saca marido", "llena cabeza", "mete ficha", "roba hijo"… Así hablamos de la actitud femenina, solemos mirar con desconfianza y mala intención lo que huele a perfume de mujer.
Como contraparte, "el hombre es hombre", "está influenciado", "se deja dominar", "fue secuestrado".
Victimizamos lo masculino en la misma medida en que condenamos lo femenino. ¿Quiénes? ¡Nosotras, mujeres entre mujeres!
Los hombres "se cubren" unos con otros, se "gastan" de frente y se "cuelgan" si no avisan. Las mujeres se mandan al frente, se critican por la espalda y son yeguas si no invitan. Así pensamos de nosotras mismas y así nos tratamos al interior de este género que busca reivindicarse y darse valor. Dejamos una enorme "grieta" interna por donde se filtra el rudo machismo y el primitivo patriarcado.
Es propicio señalar que entre mujeres tendemos a rechazar aquello que necesitamos integrar en nosotras mismas o bien nos cuesta aceptar como propio. Lo que condenamos fuera habla más de una limitación personal que sería bueno aprender a superar.
Una mujer que juzga de superficial a la que se ocupa de su belleza debería preguntarse cómo se lleva con su sensualidad. Si la lectora es de las mujeres que critican a la "intelectual" ha de preguntarse cuan desvalorizada se siente ante el saber que posee quien además de usar tacos altos y falda corta cultiva su mente. Si se tacha de "liviandad" el goce femenino ha de interrogarse por su sexualidad y su capacidad de disfrutar. Si la enoja la mujer práctica y que resuelve, que se fije si no torna evidente su dependencia y comodidad. De la misma forma, si la "cómoda" la irrita, sería bueno que reflexione acerca de su imposibilidad para delegar y dejarse ayudar…
"El estereotipo de mujer que condenas tiene el recurso que da solución a muchos de tus problemas".
Si en lugar de juzgar con lengua filosa nos miramos con mirada amorosa podemos aprender unas con otras y unificar lo femenino desde la coherencia de la cohesión interna y no solo un reclamo hacia afuera de una compasión y solidaridad que al interior deja mucha que desear. Que la bandera "Ni una menos" se enlace a la de "No violencia intragénero". Con vida nos queremos y "en" vida nos unimos en un mismo reclamo social y bajo un cielo de paz, solidaridad y hermandad que supera y trasciende toda rivalidad y vana competitividad.
"Todas somos una y juntas somos más".