Los habituales balances del año que termina son tal vez menos importantes que la proyección de lo que viene. El análisis de lo ya transcurrido en materia política y económica a nivel nacional y global está sujeto a interpretaciones sobre hechos fácticos, susceptibles de distintas miradas y hasta enfoques epistemológicos.
Pero más complicado es poder aproximarse al desarrollo futuro de los acontecimientos sin caer en lugares comunes, sin apelar al pensamiento mágico o sucumbir en la trampa de las predicciones fatalistas o exitistas, según la intencionalidad política que se busque.
Del colapso de la economía que pronostica el ex ministro de Economía Roberto Lavagna al panorama brillante que percibe el actual ministro de esa misma área, Alfonso Prat Gay, hay un abismo. Algo parecido ocurre en el plano internacional: la mirada del mundo del presidente saliente de los Estados Unidos, Barack Obama, y la del que comenzará su gestión el 20 de enero, Donald Trump, están separadas por un precipicio. ¿Cómo compatibilizar esas posiciones ubicadas en las antípodas del pensamiento y de la acción concreta de gobierno?
En la Argentina, el verdadero desafío del próximo año estará enfocado en lograr que la economía vuelva a crecer para poder hacer sustentable un programa que tiene oscilaciones y que va adecuándose cada vez más a la "realpolitik" y a las posibilidades concretas de alcanzar consensos, como se vio en la reciente sanción de la modificación del impuesto a las ganancias, que traerá algo de alivio a la presión tributaria que venía sufriendo una enorme masa de trabajadores. Lo que no se entiende mucho de la nueva ley es la particularidad de que sólo los miembros del Poder Judicial que ingresen a partir del año próximo comenzarán a sufrir descuentos impositivos, pero siguen sin ser alcanzados por el gravamen los actuales. ¿Esto no crea jueces, funcionarios y empleados judiciales de primera y segunda categorías? Si el argumento esgrimido siempre por los magistrados para rechazar el pago de Ganancias se basó en la intangibilidad de sus salarios, establecido por la Constitución nacional como garantía de la independencia de ese poder del Estado, ¿por qué para los futuros jueces no se aplica el mismo criterio? ¿O es que la garantía de independencia dejó de ser un valor en sí mismo?
La gran masa de divisas que ingresará al país vía endeudamiento, el pronóstico de buenas cosechas y el blanqueo de capitales, que parece tendrá un volumen importante, puede diluirse en el mediano plazo si no se entiende que el problema argentino no sólo se circunscribe al debate de la teoría económica a aplicar sino a la construcción política a edificar, que necesariamente debe incluir a todos los sectores de la sociedad y no sólo a los que siempre han obtenido beneficios.
Algunos miembros del gobierno nacional dan la sensación de entender esta ecuación imprescindible para comenzar un camino de crecimiento, pero otros muy ligados a su pasado empresario han cometido graves errores al pretender que el ajuste tarifario de todo este año, por ejemplo, deba ser absorbido sin protestas a la manera de una orden emitida por un gerente de una gran compañía multinacional.
La situación internacional que se avecina también impactará en la política y economía argentinas, sea por el encarecimiento del crédito debido al aumento de las tasas de interés en los Estados Unidos o por el valor que alcancen los commodities que exporta el país. Además, el mundo pasó del peligro de una nueva Guerra Fría entre Occidente y Rusia a la conformación de un bloque inédito de intereses comunes entre Trump y el presidente Vladimir Putin, que nadie sabe cuánto podrá durar ni qué efectos tendrá, sobre todo en los países periféricos como la Argentina.
El 2017 no será un año fácil, lo mejor es ir pensando cómo abordarlo.