Juguemos en el bosque mientras el lobo no está. Juguemos con Marcelo Tinelli mientras el peronismo no está. Hablemos de trolls, bots, fakes, imitaciones en calzoncillos, Snapchat. Ese debería haber sido, si no lo fue, el mensaje comunicacional de Jaime Durán Barba o alguna otra lumbrera que se mueve por los pasillos de Balcarce 50. Y le salió bien en el peor momento de gestión del gobierno.
Al fin de cuentas, para todos los gobernantes —menos para Fernando de la Rúa— siempre es funcional tener a mano a Marcelo Tinelli cuando las papas queman, cuando hay que apelar a la mítica "cortina de humo" que se lleve la mala onda a otro lugar.
El conductor de Showmatch, al fin, va y viene en su relación con el poder. Sabe, como político vocacional que es, que para poder negociar primero hay que pegar. Y en el gobierno saben que con Marce nunca hay que declarar la guerra eterna. Aunque haya caído el share y la TV abierta no sea lo que era, Tinelli ingresa a los mismos hogares que el macrismo intenta seducir cuando se leen y se ven en Facebook las timbreadas recurrentes.
El presidente atacó y volvió. "Tinelli me satiriza de mala manera ante tres millones de personas en televisión y se ofende porque lo critican 30.000 tuiteros. Tinelli está ofendido porque le sacaron la AFA", dijo el domingo. A las 72 horas el jefe del Estado y el ex presidente de San Lorenzo confundían sus rostros por la aplicación de la función Face Swap, que tanto les gusta a los adolescentes.
El salto de Tinelli. Macri y Tinelli se necesitan hasta tanto el rey de la TV nativa pegue el salto definitivo hacia la política, que podrá ser en 4 años o vaya uno a saber cuándo. Y, encima, el conductor está culposo porque en el cierre de campaña prefirió invitar a Daniel Scioli y no al actual presidente.
Macri será rencoroso pero no come vidrio. Tinelli es Tinelli, sus puntos de rating y su influencia popular. Pero, vaya detalle que debería internalizar el gobierno: pese a la preferencia ostensible del ex vestuarista de José María Muñoz, Scioli perdió las elecciones. Cambiamos.
Así y todo, a Macri le conviene pelearse con el kirchnerismo y no con Tinelli, tener en la otra vereda los aparatos simbólicos de la última década y no al ex socio de Cristóbal López, que siempre sobrevive a sus padrinos.
Había una máxima en la política que sostenía que ningún gobierno podía sostener tres tapas continuadas de Clarín, pero el kirchnerismo logró difuminar esa aseveración hasta que lo derrotó Macri. En el macrismo creen que hoy esa figura podría aplicarse a las sátiras tinellianas, por eso las puertas de Olivos se abrieron rápidamente para recibir al personaje de la historieta, dejando en evidencia a los haters tuiteros y a los trolls que convirtieron a Tinelli en tendencia internacional.
Más allá o más acá de las especulaciones, la sobreactuación de ese encontronazo le permitió al gobierno salir por arriba del laberinto en que se metió por los tarifazos al gas, al menos por una semana, y en el período de mayor crudeza invernal.
Para Cambiemos empieza otra historia, que tendrá un mojón que se convertirá en el parteaguas de su historia: las elecciones de medio mandato.
El gobierno deberá unir de ahora en más dos vías que se muestran separadas: la política y la economía. Debe decirse a favor del presidente y de sus operadores que la realidad de estos 8 meses de gestión dejó en evidencia un error de diagnóstico de parte de los analistas que consideraban que el Ejecutivo tendría más problemas con la política que con la economía.
Pese a la minoría legislativa de Cambiemos (un tercio de la Cámara baja y un quinto en Senadores), el oficialismo ha podido lograr mayorías amplias a la hora de las votaciones clave, pudo navegar en aguas tranquilas con el mundo sindical y logró —como dijo Miguel Lifschitz— que los gobernadores más obsecuentes con el kirchnerismo sean ahora los más obsecuentes con Macri.
A la caza de peronistas. En la búsqueda mayor potencialidad territorial camino a las legislativas de 2017, el PRO dejó de lado aquella táctica de la campaña presidencial que consistía en no hacer alianzas con el peronismo, pese a que la cátedra le exigía sellar un acuerdo con Massa. Hoy esa referencia política cambió. "Para ganar provincia de Buenos Aires necesitamos una ensalada que contenga peronistas. No nos importa si están o estaban con el FpV", admitie con crudeza y honestidad brutal una referencia oficial.
Con otros modos, el jefe de Gabinete, Marco Peña, admite esa posibilidad hoy, en una entrevista exclusiva con La Capital (ver páginas 14 y 15). "Tenemos que ver la posibilidad de incorporar independientes, referencias de otros partidos que tengan la vocación de sumarse. Hay que verlo caso por caso", dice el principal referente de Macri en el gobierno.
El macrismo debe ganar sí o sí los comicios de 2017 para poder mirar con optimismo y chances ciertas la reelección del presidente. Esas elecciones de mitad de mandato empezarán a bosquejar una respuesta sobre si Cambiemos se quedará cuatro u ocho años en el poder.
Las legislativas anticiparon siempre lo que ocurrirá en la presidencial —salvo en 2009—, crearon escenarios y cambiaron mayorías en las Cámaras. En Diputados se renovará la mitad de 2013, cuando el PRO no compitió a nivel país.
Aunque el radicalismo salga a batir el parche de su malestar por el repentino dulzor del PRO con el peronismo, a los de boina blanca no les queda otra que aceptar el devenir de las cosas. Su viabilidad como partido depende de cómo le vaya a la gestión de Macri.
Pero el laboratorio de la política es un esquema de significación teórico que, para que funcione en términos de valores empíricos, debe tener el espaldarazo de la economía, un terreno en el que el gobierno lejos está hasta aquí de sacar un aprobado.
No está perdida esa pelea para Macri, aunque debe empezar a tener resultados cercanos, visibles y concretos. De allí que Peña admita hoy en este diario que se le dará un nuevo impulso al tratamiento de las nuevas escalas para Ganancias, entre otras cuestiones que podrían mejorar los ánimos —y los bolsillos— de los argentinos.
El poder central cuenta con un aliado inesperado e inmejorable para seguir creando masa crítica: la debacle del kirchnerismo y los problemas de reorganización que tiene el PJ.
La caída en valor de Cristina Kirchner (más cerca de una orden de detención que de ser candidata) y la imputación a Daniel Scioli por lavado de dinero impactan de manera brutal en el peronismo, lo muestra a la defensiva y lo limita en la capacidad de maniobra. Los problemas procesales del ex candidato del FpV le sirven al gobierno para intentar escalar en la provincia de Buenos Aires.
Como quién no quiere la cosa, las sátiras de Tinelli, los enojos del presidente y las selfies en Olivos le permitieron al gobierno pasar una semana más del invierno más crudo.