Hace 9 días se cumplió un año de las elecciones primarias y, cuando el próximo turno electoral queda más lejos en el tiempo que las presidenciales que consagraron a Mauricio Macri, todo parece querer teñirse de política. El apresuramiento pierde vista lo esencial: todos los gobiernos están en problemas.
La comedia de enredos entre el Frente Progresista y Cambiemos va camino a tornarse interminable en Santa Fe, con aditamentos peligrosos para el futuro de la coalición de gobierno, en tanto y en cuanto los reproches adentro del radicalismo adquieren cada vez mayor intensidad.
En ese sentido, el vicegobernador Aníbal Fascendini cruzó una raya que pudo haberse convertido en límite de haber habido una respuesta igual de incendiaria del Grupo Universidad, una de las dos fracciones —la otra es el MAR— que hay sellado la alianza con el PRO en la provincia tras la institucionalización de Cambiemos.
La banda. "Si con tanto tiempo antes (esos sectores radicales) tienen la seguridad de ir con Cambiemos, creo que toda la banda de Corral y Barletta deberían dejar los lugares que están ocupando en el gobierno provincial, antes que los echen.... De que los echemos", espoleó Fascendini, número dos de la estructura jerárquica del gobierno santafesino, además de referencia del grupo NEO, que abraza la causa exclusiva del Frente Progresista.
Mario Barletta prefirió responder sin levantar olas y apelando alguna ironía, al tiempo que el intendente de Santa Fe, José Corral, cerró los teléfonos y se amparó en el silencio. En el macrismo se restregan las manos: el objetivo de mínima en el PRO local es limar al Frente Progresista sin tener que usar ninguna lima propia.
Cualquier escalada que acerque la posibilidad de una ruptura es una preocupación para el gobernador Miguel Lifschitz, quien necesita mantener en el redil a todo el radicalismo. Cualquier desmembramiento rompería equilibrios en el oficialismo si se tiene en cuenta la finitud del resultado electoral que consagró a Lifschitz por 1.400 votos de diferencia sobre Miguel Del Sel.
Desde el análisis político, la estocada de Fascendini contra sus correligionarios demuestra las dificultades hacia futuro que encierra la argumentación respecto de la "compatibilidad" de los radicales que juegan con el macrismo y con el socialismo al mismo tiempo y en el mismo lugar. "Es así, esas declaraciones nos complican más el panorama, que ya venía pesado por la pelea entre la provincia y la Nación", admitió una referencia radical que trata de hacer equilibrio en la cornisa.
No es menor la doble tarea que debe afrontar Lifschitz de ahora en más: acomodar la muy mala relación con Macri y evitar que se repitan dichos como los de Fascendini. Por sus características propias, es el único que podría hacerlo, aunque deberá sobrellevar las intenciones ocultas de cada actor.
En el radicalismo alineado al macrismo creen que Fascendini internalizó que la decisión del Grupo Universidad y del MAR es jugar definitivamente la partida con Cambiemos y que, a partir de esto, el vicegobernador no hizo otra cosa que expulsarlos de palabra del templo frenteprogresista.
A esta altura de los acontecimientos, lo que podría salvar la continuidad del affectio societatis entre todos los radicales y el socialismo es el desdoblamiento de las elecciones de 2017. Si, a contrario sensu, Lifschitz convoca a comicios locales el mismo día que a diputado nacional, la UCR no podría mantener el doble standard sin riesgo de una fractura expuesta. Fascendini pareció acicatear esta posibilidad en la entrevista en la que atacó a Corral y Barletta. "Perfectamente pueden ser conjuntas", dijo el vicegobernador, que bajó de un plumazo la supuesta "compatibilidad" de Cambiemos y el Frente.
A las cosas. Estos microestallidos ocultan lo que en verdad separará las aguas y traerá vencedores y vencidos: las gestiones de los gobiernos provincial, municipal y nacional. Y, en ese marco, para la Casa Gris vuelve a escenificarse lo que es el principal déficit: la seguridad.
Al margen de las centralidad del narcotráfico, hoy lo que genera mayor complicación para el gobierno, y dramas para los ciudadanos, es la inseguridad urbana, con robos —algunos seguidos muerte— y entraderas. Allí el desafío es urgente.
Una encuesta de la empresa Nueva Comunicación refleja claramente el estado de las cosas. El 70,3 por ciento de los rosarinos, consultado por los dos principales problemas de la provincia, mencionó la inseguridad en primerísimo lugar. El 20.3 por ciento, la inflación. Cuando se consulta por los dos principales problemas de la ciudad, la inseguridad refleja valores similares, seguido por calles y veredas rotas. Casi el 90 por ciento evalúa "mala o muy mala" la lucha contra la inseguridad.
Esa problemática se ve con claridad en Rosario, casa matriz del socialismo. Es acá donde la gestión necesita un respingo para que el Frente Progresista pueda seguir administrándola en el futuro. En ese sentido, cuando se consulta qué es lo principal que debe hacer Fein, la mayoría responde "combatir la inseguridad", pese a que es jurisdicción de la provincia.
Desde acá hasta las elecciones a concejal, Mónica Fein tendrá que esforzarse al máximo para mantener ganador al oficialismo. Siempre, las elecciones de mitad de mandato son un preaviso. Se entiende: para el rosarino la seguridad es lo mas importante, y no importa de quién sea la atribución formal. Fein deberá exigir más presencia y acción a la provincia.
El humor social no está para tirar manteca al techo, y la preocupación social —o la bronca— con la política crecerá si es que no se dan respuestas a los reclamos. Por suerte, aquí, allá y en todas partes la mayoría cree que lo que viene es mejor.