La visión candorosa, y ciertamente naif, que el gobierno nacional utilizó hasta aquí para instalarse como contraplano de los 12 años de kirchnerismo debería ir terminando. Se vienen tiempos de confrontación social y política, y del resultado de las variables económicas dependerá el oficialismo para revalidar títulos en las elecciones de mitad de mandato. No habrá 2019 sin 2017.
Una empírica demostración de que los tiempos están cambiando para el macrismo tiene a Santa Fe como ejemplo. Ayer, desembarcaron en la capital de las provincia nada más ni nada menos que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Y fueron a la ciudad capital —gobernada por el radical macrista José Corral— a hacer política, bajo la excusa de la presentación de un plan de 60 viviendas.
En una reunión privada con referentes del PRO, Peña fue por primera vez directo y al grano: "El objetivo principal es ganar la provincia de Santa Fe en 2017. Que en el mapa político de la Argentina, aparezca que esta provincia es del color de Cambiemos".
Como parte de ese mandato, en la Casa Rosada esperan ahora definiciones de Corral, al fin el presidente nacional de la UCR. No es fácil la disyuntiva para los radicales, que comparten también la alianza de poder con los socialistas en Santa Fe.
El rompecabezas radical. Ese doble standard se paseó ayer en la ciudad capital: dieron acto de presencia casi todos los intendentes radicales enrolados en corrientes internas afines al macrismo, pero pegaron el faltazo los que militan en el NEO, espacio en el que abrevan el vicegobernador Carlos Fascendini y el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro.
Los macristas locales querían ofrendarle a Peña y a Frigerio la conformación de la mesa de Cambiemos en la provincia de Santa Fe, pero la situación interna del radicalismo hizo postergar para los próximos días ese anuncio, que se hará en la ciudad de Buenos Aires.
Lo único que podría evitar una sonora ruptura entre radicales y socialistas, o algo que se parezca, es que el gobernador Miguel Lifschitz decida desdoblar las elecciones de 2017, lo que le permitiría a los radicales jugar con doble camiseta: a diputado nacional con el macrismo y en las de concejal e intendente con el Frente Progresista. También hay radicales que tienen definido apostar exclusivamente a la coalición con el socialismo.
Como se ha escrito en esta columna más de una vez, lo que definirá e inclinará las voluntades será el resultado de las gestiones. Si Mauricio Macri logra enderezar un barco que hoy no luce del todo bien, la dispersión será evidente. Si es Lifschitz el que endereza la gestión y Cambiemos se pierde en la tormenta, los radicales se olvidarán de su romance con el PRO.
Y si de gestiones se habla, el gobierno nacional está próximo a ingresar al medio año de gestión entre sombras y luces.
Aquella luna de miel en el que una buena parte de la sociedad le aplaudía toda la gestualidad a la Casa Rosada, hoy muestra otro semblante. Existen dos extremos de "la grieta" que no cambiarán de opinión aunque el presidente de la Nación haga todo bien o se columpie en el desastre. Pero sí existe un amplio porcentaje de masa crítica que empieza a demandar cambios urgentes en la realidad cotidiana.
Habrá que esperar para saber si en ese derrotero el Ejecutivo nacional ha logrado que se imponga en el inconciente de los argentinos algún cisne negro, una metáfora desarrollada hace algunos años por el físico y profesor de la Universidad de Columbia Nassim Nicholas Taleb, que refiere al impacto de lo "altamente improbable" y que deja secuelas en la marcha de un gobierno.
Entre ajustes y blanqueos. Hasta ahora, el ajuste económico, los Panamá Papers y la cuenta del jefe del Estado en las Bahamas tuvieron una módica repercusión pública, más propia de las expectativas que descansan en la gestión del presidente que en los hechos mismos, que lejos están de convertirse en neutros.
Esa inmersión del gobierno en una nueva realidad, hizo que se presente el proyecto de ley de blanqueo con una mirada de estricto pragmatismo cuando, en el 2013, una decisión similar de la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, fue condenada al infierno por el PRO, el radicalismo y Elisa Carrió. La dinámica de la política logra estas maravillas: lo que ayer fue negro, hoy es blanco.
Toda la ingeniería oficialista tiene un norte específico y con fecha cierta: 2017. El año próximo definirá si Macri llegó para quedarse 8 años o si la experiencia de Cambiemos en el poder volverá a ser el clásico intermezzo de gobiernos no peronistas haciendo el trabajo sucio, del cual luego el peronismo goza al regresar al poder para implementar medidas populistas.
Todos los plenos que los funcionarios apostaron al segundo semestre deberán extenderse más allá en el tiempo: la inflación no disminuirá abruptamente en los próximos 30 días y las consecuencias de los tarifazos seguirán sintiéndose en los bolsillos de la sociedad. No habrá futuro político macrista con precios altos.
Necesidades frentistas. Esas necesidades de gestión necesarias para ganar las elecciones de medio mandato también las tiene el Frente Progresista en Santa Fe y Rosario para mantener las chances de seguir gobernando.
En ese derrotero, las demandas y las carencias siguen alojadas en un mismo punto: la inseguridad y la violencia urbana. No habrá solución a estas cuestiones, por mejor buena voluntad que se tenga, sin un trabajo conjunto entre provincia y Nación, algo que ha quedado eclipsado, primero por las recurrentes polémicas entre las autoridades de uno y otro ámbito, y ahora por el inexplicable retiro de fuerzas federales de la ciudad de Rosario.
En Rosario, los objetivos deberán estar centrados en mejorar cuestiones específicas y terrenales que los habitantes de la ciudad exigen: limpieza, iluminación, transporte. Y una corrrecta lectura para acompañar desde la acción pública todas las demandas sobre seguridad.
Puertas adentro del gabinete municipal existieron tensiones respecto del rol de funcionarios y fuerzas aliadas al socialismo, casi un clásico eterno del Frente Progresista. "Hoy más que nunca queda en claro que sin un gobierno plenamente frentista no vamos a tener demasiadas chances de seguir gobernando Rosario. Lo dicen las encuestas y lo dijeron los rosarinos en las últimas elecciones", repiten como un mantra radicales y coalicionistas cívicos.
Así como los comicios a legislador nacional serán un termómetro para medir las chances electorales a futuro del macrismo, las elecciones a concejal permitirán tener una encuesta real sobre la viabilidad del Frente Progresista en el poder.
Sólo podrán ganar las elecciones los que mejor gestionen. Y todas las gestiones, hoy por hoy, presentan más debilidades que fortalezas. Lo dicen las encuestas que los propios gobiernos mantienen bajo siete llaves.