Italia se prepara para el referéndum constitucional del 4 de diciembre. Los principales periódicos italianos han disparado sus encuestas entre millones de lectores: para el Corriere della Sera, el "No" sería del 55 por ciento con respeto al 45 por ciento del "Sí". 41 por ciento de "No" y 34 por ciento de "Sí" para La Repubblica. La Stampa atribuye al "No" el 54 por ciento con respeto al 46 por ciento de "Sí". Todos especulan con el 25 por ciento de indecisos que, consideran, serán fundamentales para el resultado de la consulta.
Si los ciudadanos italianos votan por el "Sí", el Senado perdería su función legislativa, su potestad para legislar, se fortalecería el poder del gobierno y se facilitaría la aprobación de leyes. El número de senadores pasaría de 315 a 100, aunque mantendrían su inmunidad parlamentaria, punto éste que ha derivado en debate para la oposición. Italia tiene tres partidos opositores, y aunque ideológicamente están muy distantes entre sí, todos ellos son favorables a la salida del euro y al "No".
El Wall Street Journal ha llegado a calificar la consulta como un evento más importante en Europa que el Brexit británico. Y por su parte, para el Financial Times, el referéndum de Italia es la clave del futuro del euro y el 5 de diciembre Europa podría despertar a una amenaza inmediata de desintegración.
La infinidad de situaciones que se desencadenarían a partir de los resultados son meramente a título especulativo. La elección en sí misma no debería cambiar el actual status quo. No obstante, son las causas subyacentes de esta consulta lo verdaderamente inquietante, y éstas guardan relación con la situación económica de Italia a partir de la adopción del euro en 1999, cuya economía se llevó las peores notas de crecimiento de toda la UE.
Hay evidencias de que la UE ha fracasado en construir una unión económica y bancaria adecuada para cada integrante, y personalizada según sus etapas de crecimiento tras la crisis 2010-2012. En su lugar, ha optado por imponer la austeridad, y es un hecho que el lazo se corta siempre por el lado más débil. El resurgimiento del populismo en Europa es una muestra de lo que expresamos.
Pero otros hechos se presentan como desestabilizadores. La victoria de Donald Trump preludia la posibilidad del triunfo de Marine Le Pen en Francia como no tan remoto, y así también, el "No" al planteamiento de Matteo Renzi puede aventurarse a través de una respuesta a las políticas que probablemente exceda la consulta propiamente dicha. Las masas sorprenden y son movilizadas por las cuestiones más inciertas. Le Pen ha asegurado que si es presidenta convocará a un referéndum sobre el futuro de Francia dentro de la UE, éste puede conducir al Frexit.
Tanto si Italia como si después Francia salieran de la UE, la vuelta a sus monedas, la consiguiente devaluación, las pérdidas en todos los rubros de la actividad económica, pondrían a estos países al borde de la bancarrota.
No obstante, el prestigioso The Economist anima a los italianos a votar el "No", argumentando, en su pretencioso editorial, que "no es ésta la reforma que Italia necesita" y pronostica que no será una catástrofe la salida del euro, sino que el euro tiene años de desgaste, y éste es un acontecimiento más que refuerza un hecho inminente.
Nosotros insistimos en que todas son especulaciones sobre aquello que pudiera desencadenar el "No" si ese fuera el resultado, y que representan el contenido del debate de Europa y del mundo hoy, por el futuro de la UE.
No obstante, mi lectura del escenario actual no es desalentadora: para Italia la inestabilidad es algo más usual que inusual - 63 gobiernos se han sucedido en 70 años de historia republicana-, y a pesar de que el premier Matteo Renzi ofreció su renuncia, en caso del triunfo del "No", su posterior rectificación indica que podría continuar.
"Que mi gobierno sea el número 63 en 70 años significa una gran desventaja competitiva. La ley electoral y la reforma del Senado harán posible un gobierno fuerte, capaz de hacer cosas y de devolver la confianza al país. Ya no harán carrera los que hablan mal de Italia", expresó Renzi, y desencadenó el aplauso de cientos de industriales del Véneto, gobernada por la Liga Norte.
Hoy, en cuestionada encrucijada, los italianos señalan a la UE de culpabilidad. Una UE que desde su creación debió pensar esa unidad en las dimensiones económica, social y ambiental. Yo estoy convencido de que "el mayor error que cometió la Unión Europea es haber desacreditado a Europa" y ante esta realidad son muchos los actores que habrían comenzado a desarrollar diferentes hipótesis. Desde Alemania, que intentará sostener la idea de que "no es responsable de lo que el resto de los países de UE hayan hecho mal", hasta Rusia, que como buena amiga de Europa siempre estará atenta y dispuesta a profundizar la enorme grieta que se acentúa con el correr de los meses. Desde los países árabes que estarían evaluando la "oportunidad de facilitar la emigración de millones de nuevos refugiados hacia Europa", hasta el Banco Central Europeo que "debería comenzar a imprimir dinero a una velocidad inusitada". Desde la opinión apocalíptica de quienes sostienen que "Europa inevitablemente se desintegrará", hasta quienes opinan que "aunque Europa implosione, todo seguirá igual". El referéndum en sí se propone en un contexto coyuntural.
El mundo observará a Italia la próxima semana, con la amenaza de la desintegración o la esperanza de llegar a la mejor solución de sus problemas.
Dejo a todos los italianos la visión de un futuro renovable, y de un mundo mejor.