Una gran encuesta nacional y provincial, un censo político con algunas competencias comarcales y la posibilidad de dilucidar cuál es la actualidad de la ex presidenta de la Nación, Cristina Kirchner. Nada más y nada menos que eso es lo que se define hoy. Sepa el pueblo votar.
El macrismo no ganará por el bolsillo, pero donde pierda sí será por el bolsillo. La economía de Cambiemos ha sido muy mala, sin primeros ni segundos semestres, y sin brotes verdes. Pero la permanencia en el tiempo de la grieta —un fabuloso negocio político para el macrismo y los kirchneristas— le permitirá al oficialismo ganar en la sumatoria nacional. Por miedo al regreso de lo que se fue: a los macristas los une el espanto a Cristina más que el amor a los propios.
Nada demuestra más el estado de las cosas antes de las elecciones (con el diario del lunes cualquiera es un esclarecido) que el cambio de estrategia final de Cambiemos en provincia de Buenos Aires. Allí, el eje central, dominante y exclusivo de las últimas horas de campaña fue María Eugenia Vidal, mucho más tras la saga de boutades y metidas de pata en cadena del candidato a senador Esteban Bullrich, un auténtico pelotazo en contra del presidente.
La sonora participación de la gobernadora en un programa de televisión, como oposición a un pobrísimo personaje vinculado al kirchnerismo, volvió a insuflarles ánimo a los fans de Cambiemos. Increíble pero real. Así de limitado es el debate político en Argentina.
Pelea de fondo
En verdad, sólo la puja entre Cristina y los macristas tiene algo de expectativa. Si gana la ex presidenta, no habrán funcionado las cadenas nacionales de los canales oficialistas que intentaron e intentan sacar de la cancha a las dos veces presidenta. En ese escenario, ella pondrá a baño María al peronismo hasta 2019. Y una cosa resultará clara: el peronismo no kirchnerista se quedará sin chance alguna de convertirse en alterativa. ¿Habrá algún puente que vuelva a vincular otra vez a Cristina con el PJ?
Si Cristina pierde las elecciones en manos de Bullrich, habrá macrismo hasta al menos 2019. La provincia de Buenos Aires es la madre de todas las batallas pero, además, su conurbano es un muestrario escandaloso de pesares sociales. Es en esos territorios donde hoy se está peor que hace un año y medio donde la jefa del kirchnerismo hace pata ancha.
En el país, con el voto nominal, ganará Cambiemos. Una sencilla razón explica esto: el sello oficialista se presenta en 23 de los 24 Estados provinciales. En el escritorio del jefe de Gabinete, Marcos Peña —la mano derecha, izquierda, los ojos "y la inteligencia" de Macri— permanece el último informe preelectoral encargado a una empresa que trabaja con el gobierno.
La Casa Rosada espera triunfos oficialistas en Santa Fe, Córdoba, Ciudad de Buenos Aires, Mendoza, Corrientes, Santa Cruz y Entre Ríos. No más. Si se compara esa proyección con el 2015, resultaría muy gravoso para Cambiemos perder provincia de Buenos Aires, que fue el enclave por el que Macri llegó a la Presidencia de la Nación.
Pero, además de quién gana y quién pierde, será clave el margen de la derrota macrista, si es que pierde. Habrá allí toda una táctica de marketing político destinado a dar vuelta el resultado en octubre, como si se tratase de un ballottage. También debe decirse que si Cristina no supera el 35 por ciento de los sufragios emitidos deberá evitar proyectar cualquier tipo de victoria presidencial en 2019. Ese porcentaje es el que sacó Aníbal Fernández. Ella, en 2011, cosechó casi el 56 por ciento de los votos.
Lo cierto es que Cristina, como hecho innegable, precipitó todos los planes macristas y puso en falsa escuadra al ex presidente que, a diferencia de Vidal, ni pisó la provincia de Buenos Aires para el cierre de campaña. La empresa que mide para el gobierno asegura que la gobernadora está varios puntos arriba de Macri en imagen positiva. Como alguien escribió: será la primera vez en una elección provincial que la mandataria debe también traccionar a la figura presidencial.
Lo que Vidal quiere para Bullrich, Miguel Lifschitz lo necesita para Luis Contigiani y Pablo Javkin. El gobernador goza de buenos porcentajes de apoyo a la gestión, imprescindibles para que sus candidatos a diputado nacional y concejal remonten. Por eso, al margen de lo que ocurra hoy (Contigiani vs. Schmuck y Javkin vs. Chale vs. Báez), Lifschitz seguirá en campaña desde el lunes.
Hoy pueden ocurrir dos cosas en Santa Fe: que haya un candidato ganador con nombre y apellido desconocido para la mayoría de los electores (Albor Cantard) o que el peronismo cante victoria (producto de la interna Agustín Rossi-Alejandra Rodenas) en uno de los momentos más flojos de su historia. Sepa el lector un dato de última: hasta el jueves pasado había un 45 por ciento de indecisos.
En Rosario, jamás desde 1983 hubo tanta toma de distancia de la sociedad con un proceso electoral. La sobrevaluada y carnavalesca oferta (con 43 listas a concejal y 57 a diputado nacional) es una tomadura de pelo a los ciudadanos rosarinos. Ellos respondieron con indiferencia hacia esa multitud de candidatos que los presionaba por parques y calles.
¿Cómo un ciudadano podría internalizar semejante oferta? Aunque, hay que decirlo: nunca como en esta campaña existió tanta opacidad a la hora de las propuestas. En la principal ciudad de la provincia se sabrá cuál es la realidad del oficialismo, cómo se dirime la furibunda interna macrista o si el kirchnerismo canta victoria después de tres décadas.
Es hoy, es ahora. Una primaria convertida en encuesta.