"El respeto de los derechos de las personas y la satisfacción de las necesidades básicas son condiciones indispensables para llegar a acuerdos entre los diferentes miembros de la sociedad"… "Los Estados son los responsables de reconocer, garantizar y proteger los derechos"… "Los sindicatos nuclean a quienes tienen una misma actividad laboral para defender sus derechos, brindando, además de su tarea específica, muchos servicios a los afiliados y sus familias"…
Aunque a algunos les parezca extraño, estas reflexiones están sacadas de manuales escolares destinados a alumnos de escuelas primarias, de distintas editoriales muy conocidas.
Es que, aunque muchos gobernantes, ministros y periodistas parecen no saberlo, la escuela enseña algo más de lo que suele evaluarse en pruebas y concursos de Lengua y Matemática. En las aulas los chicos también aprenden a ser ciudadanos responsables, a comprometerse con causas ecológicas, a relacionarse sin discriminar, a evitar el egoísmo y asumir valores solidarios. En las escuelas se vota (para elegir al mejor compañero o los mejores proyectos ante un trabajo propuesto) y se estimulan el trabajo en equipos y el juicio crítico. Y no está de más tener presente que entre las efemérides escolares figura el Día Internacional de los Trabajadores (establecido para evocar una huelga de obreros en Chicago que terminó con la muerte de varios de ellos), que el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia se recuerda el comienzo de la dictadura cívico-militar que prohibió la actividad sindical y el derecho de huelga, y que cada 11 de setiembre se valora al controvertido Sarmiento, quien supo brindar su apoyo en 1881 a un grupo de maestras sanluiseñas que interrumpieron su trabajo por no percibir en tiempo y forma sus salarios.
¿No parece un despropósito sostener que una medida de fuerza de los docentes priva a los alumnos de su derecho a la educación, cuando causas y circunstancias que rodean todo reclamo gremial están directamente vinculadas a contenidos del proyecto educativo? Pareciera decirse: "Está bien que los alumnos aprendan en la escuela cuáles son los derechos de los trabajadores, pero no que éstos luchen para que se cumplan."
Igualmente absurdo es considerar que la educación de los chicos depende exclusivamente de la escuela. "Cada día de paro (o cada feriado, también) es una oportunidad que pierden para educarse", expresan ciertos funcionarios y comunicadores, quienes, muchas veces, dando ejemplos de egolatría, frivolidad, competitividad descarnada o improvisación, no hacen precisamente un aporte a la formación de quienes los ven o escuchan a diario. Esa idea sobre la educación es tan errónea como la que a veces se emplea en torno a la política ("Es un paro político", suele decirse para desacreditarlo): no sólo porque es ridículo considerar que sólo están habilitadas para discutir personas híbridas y apolíticas, sino porque, además, hablar de política no implica aludir a política partidaria. La protesta de un grupo de vecinos o trabajadores es política porque revela falencias de quienes deben responder a sus necesidades, pero también lo es cualquier hecho aparentemente insignificante que revele apoyo a un grupo, indiferencia ante una problemática social, individualismo o progresismo: desde un chiste hasta determinada manera de vestirse o de saludar.
Otra incoherencia es sostener que los docentes deben tener una adecuada formación académica y aprobar, al mismo tiempo, que "voluntarios" sin título ni preparación alguna los reemplacen. ¿El hecho de que un maestro tenga en su haber algunos logros, fruto de años de estudio y esfuerzo (título universitario, libros publicados, concursos aprobados), le significa mejoras en su trabajo? Casi nunca, y quien esto escribe puede dar fe de ello. Por otra parte: ¿no se necesita una situación económica al menos satisfactoria para poder comprar libros, asistir a cursos, tener disposición para estudiar y, en fin, obtener los medios para perfeccionarse?
Mientras funcionarios y periodistas se dedican a hablar de los deberes de la docencia, generalmente con ligereza, sin haber tenido que enfrentar nunca un aula con treinta pibes expectantes con sus pequeños o grandes problemas a cuestas, los maestros seguiremos poniéndole el cuerpo al desafío de darles instrucción, enseñarles ciertos hábitos y ayudarlos a superarse. Tal vez abriendo, en un momento, un libro de Ciencias Sociales y leer frente a ellos un texto que diga (y transcribo): "Participar es una manera de integrarse a la sociedad, sabiendo que el mundo en el que vivimos es el resultado de las acciones de todos".
Fernando G. Varea (*) Docente y Licenciado en Comunicación
Social. Maestro de 6º grado en escuela Nº 1153 Nuestra Sra. de La Merced, de Rosario. Profesor en la EPCTV y la UAI, de Rosario.