"Va a venir, no va a venir o va a venir". La canción "Deléctrico", de Babasónicos, sirve como perfecta ironía para describir el estado de situación respecto de la presencia de Gendarmería en Santa Fe. En tanto, 6.200 gendarmes están marchando, pero para provincia de Buenos Aires. Es algo de lo que le intentó explicar, ayer, Mauricio Macri a Miguel Lifschitz.
Toda la saga interminable alrededor del desembarco de agentes federales en la provincia de Santa Fe, en un contexto de durísimas criticas de Nación a las gestiones provinciales, que incluyeron la amenaza de intervención a la policía, al fin terminó con no más de 400 efectivos.
Las explicaciones suenan casi inverosímiles. Una de ellas es que no conviene dar el número de efectivos para no alertar a las bancas delictivas. Otra cuestión inédita es que el propio gobernador desconozca cuántos son los agentes que enviaron al distrito que gobierna. Ayer, Lifschitz le dijo a Macri que es necesaria la presencia de gendarmes, porque en Rosario no se percibe con claridad que haya aumentado la cantidad.
Mano a mano. Macri insistió con que es más importante el trabajo de los agentes que el número EM_DASHun gambito para justificar la ausencia de efectivosEM_DASH y le trasladó la preocupación por lo que pasa en Buenos Aires.
Quienes conocen al dedillo la cuestión aseguran, incluso, que "a Rosario no vino ni un gendarme, lo que se hizo es desplegar en la calle a los que estaban destinados en el Destacamento Móvil 2". Que parezca un accidente.
Ayer, en el medio de la reunión en la Quinta de Olivos, el presidente le dijo a Lifschitz: "Yo ya le había comentado a Patricia (Bullrich) que cuando baje la inflación, ella quedaría en el centro de la escena".
Rápida y furiosa, sin la exigencia de un convenio como lo hubo con la provincia de Santa Fe, Patricia Bullrich escuchó la orden del presidente Macri de asistir de manera urgente a la gobernadora María Eugenia Vidal y dispuso el envío de 6.400 efectivos al distrito más grande del país, y el que define en buena parte el futuro político de los gobernantes.
Esas cuestiones generan indisimulable malestar en la Casa Gris, pero el peso de la coyuntura los condiciona a la hora de reclamar con voz gruesa y en público. La orden de Lifschitz a sus ministros es no hacer más olas, evitar las críticas al poder central y esperar novedades. Ya no aparecen los funcionarios santafesinos imprecando contra el "neoliberalismo y los 90". Cambiamos.
Además de las urgencias por la seguridad, Lifschitz necesita que el gobierno nacional no impida el endeudamiento por 500 millones de dólares, lo que significaría un antes y un después para las arcas de la provincia. Como nunca antes, en el proyecto de ley de presupuesto 2017, el Ejecutivo apuesta a la inversión en obra pública y la seguridad. Son los dos ítems más críticos de estos últimos años de gestión.
Macri y Lifschitz tienen que escalar una relación que nació de la peor manera. Las fricciones de la campaña electoral entre el Frente Progresista y el PRO, las increíbles derivaciones de la fuga de los hermanos Lanata y Víctor Schillaci por territorio santafesino, las críticas socialistas a la política económica del gobierno apenas asumió y la muy dura ofensiva del presidente contra el mandatario santafesino tensó in extremis una cuerda, que a punto estuvo de romperse.
Durante el encuentro que el presidente y el gobernador tuvieron en la Casa Rosada, previo a la reunión en Olivos, Macri le reprochó actitudes por aquel derrotero de los prófugos. "Pero, Mauricio, ¿cómo vamos a hacer una cosa así?; ¿de qué nos hubiese servido?". El jefe del Estado lo escuchó y le dijo: "Ok, Miguel, apostemos a construir confianza". El primer puente de esa construcción se dio ayer, con los dos solos en Olivos.
Lifschitz le trasladó a Macri el pedido por obras de infraestructuras. El presidente lo puso en contacto con el ministro Guillermo Dietrich y desde allí, además, se conoció el nuevo plazo final del gobierno para las obras en la Avenida Circunvalación: marzo de 2017.
El gobernador comentó la necesidad de más viviendas, al margen de las 900 casas para toda la provincia que se acordaron construir y escuchó la propuesta de Macri sobre un fondo para economías regionales, que se recaudará por la postergación de la reducción de retenciones a la soja.
Algo de paz. Las dos reuniones que mantuvieron a solas Macri y Lifschitz demuestran que hubo cambios en la relación. "El presidente se dio cuenta de la fortaleza personal de Miguel a la hora de defender los intereses de la provincia. No se olvide que Bullrich hablaba de intervención. Son ingenieros los dos. Cómo habrá sido el encuentro que terminaron hablando en clave sobre política santafesina. Pero eso no se puede contar", reveló una fuente oficial de la Casa Gris, que terminó el off guiñando el ojo derecho.
Lifschitz sabe que el tema de la seguridad es el ámbito en el que se juegan sus perspectivas. Les hizo saber a los ministros que deben admitir siempre en público la existencia del problema y va a la Justicia para que se investiguen las graves denuncias que se hicieron en el programa de Jorge Lanata.
"Estábamos en terapia intensiva y ahora pasamos a sala intermedia", sostienen en la Casa Gris. Ahí reivindican la relación de Lifschitz con (José) Corral, a quien dicen "haberle bajado casi 100 obras", aunque no está dispuesto el gobernador a ceder influencia. Por lo pronto, la organización de un festival de cumbia fue lo único que generó tensiones con ese sector del radicalismo macrista, representado en las críticas de Mario Barletta.
Pero, en momentos como los que corren, no hay lugar en los gobiernos ni para cumbia ni para otras distracciones. Ahora, es tiempo de gestionar.