Una vez más Central y Newell's fueron ubicados en el tercer escalón de la escalera de la distribución de los fondos por los derechos de la televisación de los partidos. De nuevo el poder unitario de la AFA ratificó que según su mal entender no hay fundamentos para que los clubes rosarinos estén a la par de Independiente, Racing, Vélez y San Lorenzo. Y mucho menos por encima de algunos de estos cuatro clubes. Y más allá de los coqueteos de ocasión que hicieron Claudio Tapia y Marcelo Tinelli durante su paso por Rosario buscando apoyo, y que sedujo a varios directivos locales por las luces de las marquesinas porteñas, ya quedó demostrada la indiferencia del control central hacia la importancia del fútbol de la ciudad. Y es tan insultante la situación para leprosos y canallas que hasta parece una joda para Videomatch.
Es que tras promesas de revisión y declaraciones de ocasión, las autoridades actuales (y las mismas que asumirán mañana) de la AFA, mantuvieron la escala de reparto de años para distribuir ahora los 350 millones de pesos que el Estado abona como resarcimiento. Y así Boca y River se llevarán 15,3 millones cada uno, mientras que Central y Newell's percibirán 7,4 y en el medio San Lorenzo y Vélez embolsarán 10,1 millones.
No existe argumento respetable para mantener el mamarracho de esquema que aplican para la distribución de los fondos, instaurado durante el casi interminable mandato de Julio Grondona y sostenido por las impresentables gestiones posteriores.
Que Boca y River perciban el doble que Newell's y Central ya es intolerable, pero que San Lorenzo y Vélez reciban un cincuenta por ciento más ya es la adopción plena de los clubes rosarinos como "los hijos de la pavota", frase que utilizaban los antepasados para definir a alguien que tomaron como tonto.
Esto pone otra vez en la superficie el tan mentado "peso en AFA", utilizado tantas veces en campañas políticas para cuestionar al oficialismo de turno y así prometer nuevos y mejores posicionamientos de cara a un poder estructuralmente amañado, y del cual luego todos terminan formando parte por acción o resignación.
Y más allá de los ocasionales discursos de barricada que formulan algunos para maquillar la debilidad política preexistente, si las actuales dirigencias de Central y Newell's ingresan con esta claudicación fáctica a la implementación de la Superliga la derrota será eterna. Más si se tiene en cuenta el perfil de quienes impulsan el nuevo orden organizativo, los mismos que pretenden lograr una mayor preponderancia de los denominados grandes, sin siquiera detenerse a evaluar que los posicionamientos en esa tabla distributiva no se hace por usos y costumbres sino por una ecuación en la que se tienen en cuenta cantidad de socios, venta de entradas, posicionamiento deportivo, rating televisivo, comercialización de merchandising, entre otros. Una fórmula que apunta a un equilibrio en el reparto, algo que hace años en el fútbol argentino no existe por conveniencia de pocos.
Pese a que el directivo centralista Ricardo Carloni sostenga ahora que con la Superliga la valoración cambiará (el mismo dirigente anunció a mediados de 2016 que Central dejaría de estar en el tercer escalón y no sucedió), lo cierto es que nada de la Superliga está cerrado y mucho menos firmado.
Es por ello que más allá de que los presidentes de Central y Newell's, Broglia y Bermúdez, pelean espalda con espalda en el edificio de calle Viamonte para hacer valer los derechos rosarinos, la lucha ya no pasa por tratar de subir al segundo escalón de la perversa tabla económica, sino por la elaboración de una fórmula reglada y permanente que contemple los aspectos citados para repartir dichos fondos, ajustada a las convocatorias constantes y variables flexibles como son las contingencias deportivas. Que prometen hacer, pero la realidad es la misma. Y en esa disputa los clubes rosarinos deben actuar en bloque, sumando al resto de los damnificados. No se puede distribuir el dinero de esos derechos por patrones históricos, sustentados en una grandeza de títulos obtenidos hace tiempo y allá lejos, como es el caso de Vélez, que hoy no podría estar entre los 22 asambleístas de primera por su bajo promedio. Y es aquí donde radica la primera contradicción de los mecanismos vigentes.
Sería injusto también afirmar que las diferentes dirigencias de Newell's y Central nada hicieron al respecto. Pero lo que realizaron fue de manera individual e insuficiente. Es recordado aún el episodio cuando Grondona le solicitó al escribano Vesco que el por entonces protesorero Sauan no pisara nunca más la AFA por haberle reclamado de manera airada el posicionamiento canalla por debajo de Vélez y San Lorenzo. También la insistencia diplomática del ex presidente rojinegro Lorente ante el propio don Julio y pares. Como así los públicos y enérgicos reproches del actual vice auriazul Cefaratti en varias reuniones de comité ejecutivo. Pero nada alcanzó. Ni siquiera la ubicación de banderas en las distintas tribunas en la previa de los partidos, varias de las cuales fueran obligadas a retirar por la propia AFA o solicitar que las cámaras de la televisión no las enfoque.
De nada sirve el proselitismo que hicieron Segura, Tinelli y ahora Tapia por Rosario, son actitudes tan hipócritas como las de aquellos políticos que visitan los sectores carenciados en víspera de elecciones para luego condenarlos en el baúl de los olvidos.
Por eso es imprescindible que Central y Newell's lideren por su peso específico una corriente transformadora en el fútbol argentino que termine con esta flagrante injusticia, una de las tantas en las que el fútbol argentino está edificado.