Resulta que el delito del opositor extingue mi propio delito. Sucede que si quien hoy gobierna denuncia la comisión de un acto de corrupción de la administración que lo antecedió no tiene legitimidad para hacerlo ante la incriminación que lo afecta o la posibilidad de que puedan aparecer hechos reprochables por la ley. Que la clase política se maneje con ese sistema berreta de compensaciones penales ("yo soy ladrón pero vos y tu primo, ni te cuento") habla de una degradación de los dirigentes que parece haber tocado fondo. Sin embargo, a esta altura del partido, importa poco. Lo grave es que la sociedad, en su mayoría, haya decidido aplicar ese malsano ábaco de despreciar la corrupción y el latrocinio en sí y centrarse en ver si el que roba no es amigo, compañero o copartidario.
Se sabe que los argentinos somos especialistas en hacer autopsias y negados para prevenir las enfermedades que nos matan. Parece que nos encanta hurgar en la mugre del cuerpo inerte producto de la corrupción antes que ver si en vida podemos poner diques y controles institucionales para que no se haga sistemático el modo de estafar al Estado y a todos.
La lucha contra la corrupción no debe ser siempre retroactiva. Claro que corresponde aplicar las penas para los hechos cometidos. Pero también hay que descabezar a los autores de esos actos mientras los cometen.
No hay dudas de que el gobierno que terminó está preocupado. Su líder, especialmente. Fue la doctora Cristina Fernández de Kirchner la que aplicó un plan sistemático de devastación de todos los órganos de control propios de los contrapesos de división de poderes instalando la idea de que ganar en las urnas es hacerse de todo el poder. Va a costar varias generaciones revertir ese hábil discurso que sostenía que con el 55 por ciento de los votos se le había entregado el país, llave en mano, y que por 4 años era dueña de su destino todo. Oponerse en algo, disentir en una coma, era no dejarla gobernar. Eso es la más cabal idea de la autocracia.
Así se ejerció el poder. Devastación o silenciamiento de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, de la Fefensoría del Pueblo, de la Sindicatura General de la Nación, cooptación o amedrentamiento de jueces, fiscales, procuraciones nacionales, devastación del Consejo de la Magistratura, obtención de juramento de levanta manos obedientes como ejércitos de fundamentalistas en el Congreso nacional, fueron algunos de las vías para ejercer el poder de manera absoluta. Y claro: en un sistema capitalista en donde la corrupción funciona como el aceite que destraba todos los motores, la ausencia absoluta de controles permitió el desaguisado de la corrupción absoluta. Si a eso se le agrega el deseo de la eternidad, el evitar las alternancias, se obtiene una combinación explosiva para la República.
José Francisco López y Lázaro Báez, las viviendas de Sueños Compartidos, la Tupac Amaru de Milagro Sala, la publicidad oficial del oligopolio de medios obsecuentes o el Fútbol para Todos, son apenas ejemplos del mismo modo de saquear el dinero público, con pantalla de un pretendido bien superior que sí existía como deseo (construir infraestructura, atender a los pobre de Jujuy, democratizar la palabra y liberar los goles secuestrados) y con la constitución de monopolios de amigos que se quedaron con mucho dinero y escondieron las obras y las esperanzas. Porque digámoslo con matemática: en la década pasada se triplicó el gasto social, a valores constantes, que en los años 90. ¿Hay tres veces más de salud, de seguridad y de rutas? Podría replicarse: ¿Nada bueno se hizo? Claro que sí. ¿A qué costo?
Esta semana será de mucho movimiento en los Tribunales federales porteños. Las declaraciones de los hijos de Lázaro Báez pueden traer repercusiones. Cabe que recordar que tres de ellos, Melina, Luciana y Leandro sostienen la misma defensa procesal mientras que Martín está más cerca de su padre. Salvo él, su familia entera quiere que hable. Que cuente todo. Que lo haga pronto porque la espada de Damocles de que otro se anticipe (¿José López?) le roza su cuerpo. "Lázaro todavía no está preparado emocionalmente para arrepentirse", le dijo a este cronista un testigo decisivo de la causa que instruye Sebastián Casanello. "Cuando estás adentro, te hacen creer que tu salida es cuestión de tiempo. Te van engolosinando con una supuesta decisión de apelación o de Casación que nunca llega hasta que te das cuenta que en la cárcel estás solo, tu familia no cuenta, tu vida corre peligro todos los días y no te queda más que arrepentirte. A Lázaro lo están entreteniendo hasta que se harte", dice este joven hombre que precipitó en buena parte la detención del patagónico y que hoy camina por las calles de Buenos Aires con custodia policial y con temor a que alguien le dispare por la espalda.
El kirchnerismo ha elegido la victimización como camino social de defensa. La ex presidente vuelve a la Capital Federal para amplificar sus tuits y publicaciones en Facebook y sostener el relato de que es una perseguida. ¿Puede alguien seriamente no ver que los casos de la obra pública argentina son la construcción deliberada de una autopista con destino al robo de fondos públicos? Si alguien dice que eso no existe, ¿no es la prueba cabal de que es cómplice? El Frente para la Victoria haciéndose añicos es otra prueba irrefutable. Uno de cada tres diputados K se fueron del bloque o se ausentan cuando hay que votar. Los senadores que responden a su ex jefa se cuentan con los dedos de la mano. Los jueces, antes mirando hacia el Río de la Plata por las ventanas de sus despachos, ahora no sacan la vista de las pruebas que encuentran con apenas mover un dedo. A estos últimos hay que dejarlos que actúen, monitoreados a la par por los resortes institucionales que volvieron a funcionar.
¿El delito de antes anula la investigación de los actuales? Claro que no. Panama papers debe avanzar y, de hecho, avanza. El fiscal Federico Delgado no deja de instruir la causa y está bien que así sea aunque la oficina anticorrupción de Laura Alonso (de indiscutido valor personal) siga sin estar a la altura de la independencia y desapasionamiento que requiere ese cargo. Esta semana, el caso de Fernando Niembro y el de las licitaciones convocadas por Mauricio Macri van a traer también novedades.
Sin embargo, no todo es lo mismo. Que la política económica de Cambiemos en este primer semestre haya hecho agua en los sectores más necesitados merece una discusión y un reclamo social. El gobierno fracasó con sus focus groups vendiendo el concepto de un segundo semestre que ni los propios pueden ya defender. El embajador argentino Martín Lousteau pidió con sutileza que abdiquen de tanto discurso técnico y "pateen la calle" como suelen hacer los buenos políticos. Pero esto no justifica decir que José López revoleando bolsos en un monasterio no es tan grave. Salvo que nos internemos en lo inescrupuloso sin retorno. O volvamos a reiterar ese ridículo principio de que el mal ajeno legitima el propio. La vieja política del cambiar algo para que no cambie nada.