"No podés disfrazar una identidad que salta por los poros", aseguró Vanessa Squillaci que hoy estrena su nuevo espectáculo "Perdónanos el miedo", a las 21.30, en la sala Nicasio Oroño (San Lorenzo 1055). Squillaci, uno de cuyos fuertes es la imitación y que protagonizó "Las divas" por el cual fue nominado a cuatro Estrella de Mar, define con otra idea contundente el proceso que en la actualidad le permite "componer este tipo de personajes sin temer hacer el ridículo o que piensen qué quiso hacer": "Siempre digo que empecé mi carrera como actor, seguí como transformista y hoy soy una actriz trans".
Con esa actitud, que tuvo su despunte en su propuesta anterior "Las 5 del 50", encara ahora este trabajo con textos propios y producción de Quique Rubiccondi en el que aborda un tema complejo como "qué hay después de la vida", pero que con su sello personal de la comicidad, se transforma en "una comedia trágica de humor negro".
—¿Qué diferencia a esta obra de "Las 5 del 50"?
—Este año, a diferencia del año pasado que me permití jugar un poco con personajes dramáticos y que fue todo un desafío, en este espectáculo los personajes están encasillados en una comedia trágica de humor negro. Son cinco historias, cinco pequeñas obritas de teatro, con principio, desarrollo y final, donde se habla un poco de ese interrogante que el ser humano se hace desde siempre y es qué hay después de la vida. Intento a través de estas historias demostrar que existen otros mundos, que existen otras almas, pero que están aquí, al lado nuestro. No están tan lejos. Son historias de amor, donde se habla un poco de las pérdidas y cómo la gente convive con eso.
—¿Cómo se filtra el humor en ese tema?
—Lógicamente que está, porque esa es una marca registrada. La idea no es hacer un espectáculo metafísico ni mucho menos, o hay situaciones tan trágicas que mueven a risa, por eso es tragicómico. Es humor negro, pero nunca desde el drama o lo trágico. Son cinco historias con nueve personajes, eso significa que el ritmo es vertiginoso porque en un mismo cuadro entran y salen dos o tres personajes, con cambios de vestuario. Si bien es un unipersonal es una hora y media con una sola persona hablando, al público hay que atraparlo con imágenes, con recursos de sonido y escenografía.
—¿Te estás inclinando más a la elaboración de personajes y ya no tanto a la imitación, que es uno de tus fuertes?
—¿Sabés que sucede? Hace veinte años que estoy con las imitaciones. Yo vengo de un espectáculo con Manuel Cansino, "Recargado de música y humor" que lo hicimos durante cinco meses; hicimos "Las divas..." diez años. Yo no puedo estrenar otro espectáculo y seguir con las imitaciones porque la gente va a decir nos está tomando el pelo o es más de lo mismo, y a la vez yo necesito renovarme. Pero la creación de personajes no obedece a una cuestión de marketing, sino que es una necesidad porque yo empecé creando personajes en el under. Lo que sucede es que con los años al circuito comercial ingresé con las imitaciones y me fue muy bien.
—¿Cómo te definís?
—Siempre digo que empecé mi carrera como actor, seguí como transformista y hoy soy una actriz trans. Todo ese proceso que hice con mi persona me permite hacer este tipo de espectáculo que lo podría hacer una mujer, y no pasa por un tema de sexualidad, que en otro momento no me lo hubiese permitido. Tuve que hacer un proceso. Antes quizás me escondía más o me quedaba detrás de la máscara, de la imitación, del humor porque había cosas mías que estaban a mitad de camino sin terminar de elaborarse. A mi edad puedo permitirme componer este tipo de cosas sin temer hacer el ridículo o que piensen qué quiso hacer.
—¿Ya no te sentís condicionada por la sexualidad?
—Para nada. Rosario es una plaza que dio el Ok y nunca especulé con eso. Quizás al principio jugaba mucho con el tema de la sexualidad, pero después me dí cuenta que no me hacía falta, ni quiero, porque si no es más de lo mismo. Y creo que a la gente hay que demostrarle que una persona trans también puede hacer un espectáculo como cualquier otra. Una actriz no dice soy, no sé, Norma Aleandro, heterosexual. No hago una bandera, pero está bueno decirlo para aclarar lo que una pretende.
—Decís que fuiste actor, transformista y después actriz trans. ¿En qué momento diste el salto de Darío a Vanessa?
—Ese salto fue cuando hice mi cambio, después de los 40 año. Cuando empiezo a definir mi sexualidad en la década del 80, que no tiene nada que ver con el presente y los cambios favorables, me dí cuenta que no me cabía vestirme de mujer solamente para estar en un escenario sino que elegí un estilo de vida. Cuando sale la palabra trans pude decir que soy una trans que también es actriz. Ya no me cabe decir "soy transformista" ni quiero que me vendan así. Además la gente capta la naturalidad o la espontaneidad, y no podés disfrazar una identidad que salta por los poros.