La política tiene sus leyes, implacables, aunque la materializan los hombres. A veces esos hombres y mujeres, laberínticos, contradictorios, se vuelven ininteligibles. Por qué Hugo Moyano llegó incluso a imitar, con sorna, a la presidenta en un programa de televisión, al tiempo que equiparó al kirchnerismo con el menemismo, forma parte una extraña secuencia de difícil explicación.
Con Cristina Fernández surfeando sobre una ola gigantesca de casi 12 millones de votos todavía tibios, con todas las encuestas de opinión que la dan a la salida del episodio tiroides con creciente implantación y simpatía incluso en algunas franjas que no la votaron en octubre, la arremetida del jefe de la CGT no conduce a ningún otro lado que a su propio debilitamiento. Incluso al interior de su consolidado sistema de representación gremial.
Luego de una sucesión de equívocos, al cabo, las cartas que el camionero —fechadas 31 de enero— dio a conocer tras almorzar el viernes pasado con una docena de líderes cegetistas fueron un razonable listado de reclamos a favor de la casi siempre perdidosa posición relativa de los trabajadores. Sin embargo, el desmesurado embate verbal (y gremial, en el conflicto camionero en el sur, la última semana) no tiene equivalencia con los temas planteados en las misivas. Con atraso, es cierto, todos los temas de las cartas son materia de evaluación y posibles cambios por parte la Casa Rosada.
Los análisis y las especulaciones sobre por qué volcó el camión y quedó al borde del no retorno en su relación con la Casa Rosada son variados. Están los que entienden que Moyano leyó mal el peso relativo del universo asalariado en el conjunto de la sociedad. Creyó que tenía un poder casi equivalente al de la presidenta. Pero lo numérico —muy importante en el universo de los trabajadores— no es trasladable de manera automática a esa síntesis, siempre compleja, y si se quiere única, que logran establecer algunos pocos líderes. Moyano se jacta de llenar estadios: "No llené Huracán", dijo con ironía el viernes.
Pero para conducir a millones de "distintos", al cabo un país, no alcanza sólo con llenar estadios. Moyano, que no es Lula, no califica entre ese puñado de jefes de Estado que logran —o han logrado- juntarle la cabeza a (casi) todas las clases sociales, a casi todos los intereses, contentarlos, o al menos contenerlos, para que el país fluya, y sin mayores incendios.
Otra tesis sobre conflicto Moyano—gobierno remite a la insatisfacción que genera en la CGT el incumplimiento de CFK con los puntos que detalló en ambas cartas: deuda con obras sociales sindicales, asignaciones familiares, impuesto a las ganancias y trabajo en negro. Para quien escribe, la bronca mayor de "Hugo" se deja ver cuando dice: "Hubiéramos querido hablar esto mucho tiempo atrás, según lo acordado en nuestro último contacto del 6 de septiembre de 2011 en la residencia de Olivos, donde usted comprometió comunicarse para concretar una reunión al regreso de sus actividades internacionales. Lamentablemente eso no ocurrió".
Los liderazgos en la CGT no se construyen de hoy para mañana. Y aun debilitado en la consideración de varios sectores sindicales, nada indica por ahora que haya en marcha una proyecto de sustitución de Moyano por otro dirigente más "cristinista". Así como Moyano falla cuando supone que su representatividad sindical es trasladable al conjunto heterogéneo de la sociedad, también la Casa Rosada podría equivocarse si especula con que el clima favorable de opinión pública que goza hoy la presidenta pueda impactar al interior de la central obrera. Y direccionar la elección de junio o julio próximo hacia un nuevo secretario general en la CGT, más dócil con Balcarce 50.
Como sea, la era de los gremios de servicios a la cabeza de la actividad económica —y en consecuencia, sindical- que se inició en los años 90 empieza a tocar a su fin. Luego de casi 9 años de kirchnerismo los rubros industriales han vuelto a recobrar su peso relativo. La UOM de 1974 llegó a tener 530 mil afiliados, en 2001 bajó a 90 mil y ahora se recuperó a 350 mil. La curva que dibuja el derrotero metalúrgico no es muy distinta a otros gremios industriales. Y esa también será parte de la discusión cuando en el invierno se elija un nuevo secretario general de la CGT.
Mientras se despliega esta imprevista disputa en el interior de la alianza gobernante, la oposición mediática y política pasa otro verano tórrido y sin nada para celebrar. Moyano, la "bestia negra", aliada al gobierno, elegido por la oposición hace pocos meses para castigar al kirchnerismo, ahora se convirtió en una ecuación inabordable para varios.
Tratando de operar un oportunismo demasiado playito, una fracción de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA, Pablo Micheli) anti K salió a anunciar presuntas movilizaciones callejeras, codo a codo con el moyanismo. A las pocos horas la realidad lo desmintió.
Santa Fe. En el peronismo provincial, en tanto, se empieza a delinear la renovación de autoridades partidarias para mayo. Allí debería expresarse el nuevo tiempo del PJ santafesino, donde el antikirchnerismo orgánico ha dejado de existir.
María Eugenia Bielsa, la candidata más votada del justicialismo en la elección provincial, no es afiliada y no jugaría en esta instancia. De todos modos, sorprendió en declaraciones periodísticas al fustigar a Agustín Rossi "como un muy mal elector". Nadie niega el derecho a conjeturar sobre la perfomance electoral —pobre— de Rossi en Santa Fe. Pero no parece atendible que la evaluación provenga de una candidata que participó en una interna previa, libre y democrática acompañando a su hermano Rafael, que como candidato a gobernador perdió 3 a 2 con Rossi.
Entre los actores que están pensando en la renovación partidaria reaparece Jorge Obeid, que estaría buscando volver. De ferviente kirchnerista pasó a comprar el "fin de ciclo K" en 2009. Se equivocó. En esta etapa viene revisando sus posiciones e intentará acercarse a los sectores ex reutemistas ahora integrados al gran paraguas de CFK.
Por su parte, el ex presidente de la comisión de Presupuesto de la Cámara Baja, Gustavo Marconato, quien se quedó fuera de la lista de renovación de diputados en octubre, ahora tendrá su premio y en las próximas semanas será nombrado en Aerolíneas Argentinas. Ocupará la vicepresidencia, detrás de Mariano Recalde. De profesión contador, Marconato llevará su lógica de administrador chacarero y austero —hizo su carrera en Las Parejas— a la línea de bandera. Una tarea difícil: Aerolíneas creció pero mantiene un déficit millonario en su cuenta corriente.