El alivio del dolor es uno de los grandes capítulos de la medicina. Y aunque cada vez hay más recursos para evitar el sufrimiento físico de una persona, controlar este malestar sigue siendo un desafío para los profesionales. El desconocimiento por parte de la gente acerca de las herramientas para minimizar el dolor y las terapias existentes genera temores y resistencias, en especial cuando es necesario recurrir a ciertos fármacos como los opioides. Entre ellos, la morfina es uno de los que más rechazos sigue generando.
¿Se utiliza sólo en la agonía? ¿Su uso está limitado a personas con cáncer? ¿Produce acostumbramiento? ¿Es cierto que se necesitan dosis cada vez más potentes para aliviar los síntomas? ¿Es verdad que genera adicción? ¿Y que acelera la muerte? Más consultó a especialistas en dolor que dieron respuesta a interrogantes que suelen ser muy frecuentes entre las personas a las que se les indica esta droga, y entre sus familiares.
La morfina se obtiene de las semillas de la planta del opio o adormidera y tiene efectos calmantes. Es considerada un opioide fuerte y ayuda a controlar el dolor, sobre todo en sus fases más intensas. Aunque hay una variada gama de medicamentos que se han sumado en los últimos años para el tratamiento del dolor, la morfina suele ser de lo más efectiva a la hora de minimizar algunos tormentos físicos, según explican los expertos.
“Hay muchas dudas y mitos alrededor del uso de la morfina. De allí que sea importante hacer docencia con los pacientes, con sus familiares y también entre los médicos”, admite Hugo Fornells, médico especialista en cuidados paliativos.
Las creencias erróneas se transforman en obstáculos a la hora de iniciar o mantener un tratamiento médico porque hay personas que directamente rechazan su aplicación. “Los mitos provienen del uso que se le daba a la morfina hace muchos años cuando solamente se utilizaba en la etapa agónica de un paciente y no se conocía demasiado sobre su farmacología ni las dosis convenientes”, remarca Fornells.
Otra asociación directa fue siempre la de morfina con cáncer. La realidad indica que la morfina y otros opioides se suministran también a personas con dolores no oncológicos, como los reumáticos o provenientes de dolencias traumatológicas. “Actualmente tratamos a muchos pacientes con opioides como la codeína, tramadol, oxicodona, hidromorfona, fentanilo. Los indicamos en personas con dolores intensos independientemente de su pronóstico. Son fármacos que se utilizan aunque el paciente se vaya a curar. Manejados correctamente son más inocuos que los antiinflamatorios”, dice el especialista.
Alivio posible
El anestesiólogo Edgardo Golbarg, quien hace años se ha especializado en tratamiento del dolor y trabaja sobre todo con pacientes no oncológicos, agrega: “Hay quienes por miedo a la morfina recurren a los antiinflamatorios no esteroides y los toman por tiempo prolongado, incluso los consumen por años. Lamentablemente en terapia intensiva vemos morir a pacientes por hemorragias digestivas a causa del uso inadecuado de estas drogas. Es necesario aclarar que los opioides (sean naturales, sintéticos o semisintéticos), indicados en forma y dosis correctas, son efectivos y sin tantos efectos colaterales como se imagina”.
Golbarg comenta que los dolores reumatológicos o provenientes de la artrosis suelen ser invalidantes y por eso hay que ofrecerles a los pacientes paliativos o soluciones para que puedan continuar con su vida. “El morfínico es un medicamento seguro para aquellas personas con problemas crónicos. Llamamos dolor crónico cuando se sostiene durante tres o cuatro meses en adelante. Con los medicamentos adecuados podemos mejorar la situación del paciente en un 40 o 50% permitiendo que esa persona descanse, que pueda realizar actividades. Caso contrario el dolor no les permite hacer casi nada”, señala.
Fornells agrega que, en ocasiones, la persona que está padeciendo este tipo de situación pide que el malestar se reduzca a cero, y eso en general no es posible. “Cuando hablamos de grandes dolores crónicos lo que podemos ofrecer es una mejor calidad de vida, que no es poco”.
Pautada en forma correcta y controlada la morfina no es peligrosa, pero obviamente debe utilizarse con toda la prudencia y bajo estricta vigilancia médica, coinciden los especialistas.
¿Qué hay de cierto en relación a la dependencia con esta droga? Golbarg explica que “no es para nada habitual que un paciente se convierta en un adicto. Atiendo a hombres y mujeres con problemas de columna en los que vamos ajustando las dosis, vamos bajando a algo intermedio en la medida que mejora el cuadro. También puedo mencionar a personas de más de 80 años a las que tratamos por dolores reumáticos y que utilizan las mismas dosis hace años. La clave es tratar a cada paciente con sus particularidades y necesidades”.
Fornells agrega que “no siempre las dosis se van aumentando, depende mucho de cada caso. Hay personas que sí generan cierta tolerancia y por eso debemos subir la dosis pero siempre en forma muy controlada. Tampoco se puede suspender de un momento a otro, pero eso mismo sucede con los corticoides”.
Si el aumento de las dosis es imprescindible “ese incremento siempre se hace en muy pequeñas cantidades”, explican los profesionales consultados.
El uso indiscriminado en el siglo XIX provocó que algunas personas accedieran a la morfina a menudo, incluso sin sentir dolor, y eso generó casos de dependencia, una de las causas de la mala prensa de este fármaco.
Respecto de los efectos colaterales, ambos médicos señalaron que no suelen ser relevantes en las dosis adecuadas. “Las primeras tomas pueden generar somnolencia, malestar estomacal, náuseas, pero eso se va controlando”.
Uno de los mitos es que alguien que utiliza este tipo de drogas no puede manejar, y no es cierto. “Hay quienes manejan o trabajan con máquinas y pueden seguir haciéndolo. El estrés y la ansiedad que produce un dolor fuera de control genera mucha más falta de concentración que cuando se usa morfina”, destaca Fornells. “No registramos síntomas de euforia o descontrol en los pacientes, otra de las creencias respecto al uso de la morfina”, menciona Golbarg.
El estreñimiento es uno de los efectos secundarios no deseados que aparecen con frecuencia, y requiere tratamiento. “Como ya sabemos que esto pasa con cierta habitualidad se tiene en cuenta en el momento de aplicar la morfina para colaborar con el bienestar del paciente”, agrega.
Sólo en ocasiones puede generar dificultad para respirar o desmayos.
La morfina se suministra oralmente, en forma intravenosa, subcutánea o intratecal (en el espacio entre el cerebro y la médula espinal).
Los preparados pueden ser magistrales y su precio es accesible, indica Golbarg. Sin embargo adquirirla no es fácil. Se necesita receta provincial por triplicado para los opioides fuertes y para los más suaves receta doble archivada. “No es algo que uno vaya a comprar como compra un analgésico. Y no tengo datos de un mercado paralelo que venda morfina”, destacó el médico.
Cirugías
En el dolor posoperatorio la utilización de los opioides es común. “El 70 a 80% de los pacientes que se sometieron a una cirugía van a tener un dolor de moderado a severo en las 48 a 72 horas posteriores a la intervención. Allí es común que utilicemos opiáceos”, dice Golbarg.
“Tenemos pacientes, o sus familiares, que rechazan su aplicación por sólo escuchar el nombre; por eso es necesario que la comunicación por parte del médico sea clara, que responda en forma conveniente a todos los interrogantes porque a veces la angustia que se genera en la persona o su entorno es muy alta”, destaca el anestesiólogo.