Mike Amigorena dijo que sintió como un “desafío” encarar “La noche antes de
los bosques”. “Tuve la sensación de «esto no puedo no hacerlo». La pieza terminó
adueñándose se mí”, dijo el actor sobre el texto del francés Bernard Marie Koltés, un
unipersonal que indaga en “el estado del alma” con el que se presenta hoy, a las 21.30,
en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza). El ex protagonista de “Los exitosos Pells”
terminó de grabar su participación en el unitario “Lo que el tiempo nos dejó”, volverá
al cine con una comedia con Natalia Oreiro y al teatro con “Hamlet”. “Uno tiene
que meterse en determinados lugares que le provoquen desconocimiento porque si no probablemente me
canse, y si me canso voy a cansar a la gente”, explicó.
—¿Qué te interesó del texto?
—Su crudeza, el misterio y a la vez la realidad, la atemporalidad.
Yo no conocía a Koltés, me interioricé y sentí la sensación de “esto no puedo no
hacerlo”. La pieza terminó adueñándose se mí. Me vi muy parecido a ese personaje. Así que lo
tomé como un desafío y como un deber porque es una obra para la especie. Así lo siento. Es un
diagnóstico del alma a través de este monodiálogo donde el espectador se va a ver reflejado.
—¿Cuáles son los temas centrales?
—Creo que uno de los temas centrales es cómo nos regimos. El texto
habla de una gran soledad, cómo nos sentimos hoy estando con alguien, cómo somos extranjeros en
nuestro propio país. Habla de una marginalidad letal, y pasa por la soledad, por nuestros padres,
por quiénes nos rigen, para qué trabajamos, porqué, cuánto.
—¿Cuál fue el desafío que tuviste que enfrentar?
—Primero, estoy solo. Nunca había hecho un unipersonal, donde no
hay vestuario, máscara, utilería; la escenografía es muy austera. De manera que estoy solo,
despojado, con un texto súper difícil, que me llevó tres meses memorizarlo. Así que tomé como un
gran desafío el hecho de comunicar esto sin máscara. Esta obra es como un gran concierto de piano,
donde no puede haber fisuras.Para mí ese es el sueño, el trabajo de un artista. Hacer reflexionar,
no solamente entretener. Por momentos es entretener, pero también cultivarlo, llenarlo. Eso para mí
es como el objetivo del artista.
—¿Lo conseguiste hasta ahora con tus trabajos o a veces un artista
también tiene que hacer concesiones?
—Yo voy en busca de eso. Ya no tengo 25 años. A medida que el
artista va madurando creo que se encuentra con trabajos nutrientes, ya no se queda en la liviandad
ni en la cáscara. De hecho a partir de enero empiezo a ensayar “Hamlet”. Es algo que
necesito como nutriente para mí y después para el espectador, pero hay una necesidad personal de
buscar y meterme en personajes en los cuales no sólo necesite desarrollar la capacidad creativa
sino también la espiritual. Eso es lo que te da el poder de discernir.
—¿Qué matices se le puede dar a un personaje representado tantas
veces?
—Esta será la segunda vez que hago Shakespeare. Ya hice
“Shakespeare comprimido” en 2004. O sea que estoy interiorizado. El director será Juan
Carlos Gené, nada menos, así que es cuestión de dejarme llevar. “Hamlet” es tan clásico
y tan grande que uno no puede tener la pedantería de querer formatearlo, sí de darle otra textura y
estoy seguro que se la voy a dar. Gustará más o menos, pero le voy a dar mi estilo. Pero bueno, lo
digo sólo a modo de ejemplo de lo que me está pasando, o sea que no es que solamente me interesa lo
comercial, sino el desafío.
—¿Cómo influyó “Los exitosos Pells” en tu popularidad?
—La televisión es una gran ayuda. La masificación ayuda a que te
vayan a ver al teatro y que conozcan tu trabajo. Así que estoy muy agradecido a la televisión. Si
vos la respetás te ayuda; si pensás que vas a vivir de ella y sacarle ventaja estás perdido. Lo que
hice fue hacer un trabajo que gustó, pero no pretendo estar haciendo todo el tiempo televisión. No
me gusta y te destroza. Así que me parece que es cuestión de esperar el momento oportuno para
volver.
—Y en cine volvés a actuar con Natalia Oreiro después de
“Miss Tacuarembó”...
—Sí fue una película muy divertida, y ahora será “Mi primera
boda”. Es el casamiento de un judío con una cristiana, es una comedia negra.
—En poco tiempo tuviste los premios Martín Fierro, Clarín y ACE.
¿Cómo lo interpretás?
—Son un gran mimo de la industria, pero no me duermo en ellos.
Pero más allá de los premios, uno se tiene que superar. No ser un obsesivo, pero sí tratar de
superarse. Vuelvo a la palabra desafío: si me quedo en lo que mejor me sale, en lo más fácil, no
cumplo con los desafíos. Uno tiene que meterse en determinados lugares donde te provoque un
desconocimiento porque si no quizás me canse, y si me canso voy a cansar a la gente.