“El neoliberalismo es una fábrica muy vasta de sentido común”, dijo Michael Apple para llamar una vez más la atención sobre lo que considera un “maestro crítico” debe hacer todos los días: ni más ni menos que interrogarse por las formas más cotidianas y complejas en que ejerce su oficio de educar. Apple es un pedagogo norteamericano reconocido a nivel mundial que esta semana estuvo en Rosario, donde fue distinguido con el título de “Doctor honoris causa” por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Compartió una conferencia magistral, dictó un seminario y cerró un foro de sindicalismo docente donde agradeció que “el Sur le enseñe al Norte”. Antes había pedido disculpas por la complicidad de su país con la última dictadura militar.
"Cada vez que escucho el nombre de Gramsci salto de alegría, pero también cuando escucho las palabras manifestaciones, compromiso, que son términos inherentes a la lucha”, expresó Apple cuando le tocó el turno de cerrar el Foro “Formación política, sindicatos y educación en la Argentina”, en un panel integrado por Sergio Matamala (Conadu), Pablo Narvaja (Universidad Nacional de Moreno), Ariana Revelli (Amsafé Rosario) y Silvia Serra (UNR), realizado el martes pasado en el salón de actos de Humanidades.
Análisis. En ese espacio, cada expositor había analizado un aspecto diferente de cómo las prácticas pedagógicas asumen distintos desafíos, desde lo reivindicativo a lo intelectual.
Para Apple las prácticas académicas no están disociadas de las luchas por una mejor sociedad, algo que implica una mirada inclusiva del derecho a educarse. De allí que no es casual que el especialista siempre tenga una postura interrogativa como educador y aprendiz, que entre otras cosas le permitieron afirmar —como lo hizo en el foro— expresiones como estas: “Quiero agradecer a los panelistas por haber sido mis maestros. El verdadero beneficio de estar aquí no es lo que yo voy a aportar. Tendemos a pensar qué puede aportar el Norte al Sur, pero por qué no pensar lo que el Sur puede aportar al Norte”.
En su tiempo de exposición aludió a la pedagogía crítica como una postura no sólo académica de entender la educación sino sobre todo ética. Lo dijo de varias maneras, entre ellas cuando llamó la atención sobre el papel que tienen los educadores organizados en sus sindicatos de alertar sobre “los avances de la derecha, del mercantilismo” en el terreno de la educación pública.
Así definió a la derecha “como un sistema organizado para destruir la voz colectiva de las organizaciones”. “Suena como un discurso demodé de los sindicatos pero no hay nada viejo en esto: en todas las naciones del Norte industrial están siendo atacados los docentes; y no es una teoría de los sindicatos sino una realidad del neoliberalismo”.
Recordó entonces el acuerdo Nafta (en español, el Tratado de libre comercio con América del Norte) que define a la educación como un comodity. “Es una oración —continuó— en un documento de 700 páginas, por el que las empresas corporativas pueden establecer escuelas tipo Mc Donalds”. Una idea que la Organización Mundial del Comercio no abandona de extender a otras naciones.
Postura crítica. Apple pidió una postura crítica también hacia las formas del lenguaje y el currículum (qué se enseña). Lo hizo con un ejemplo cercano y concreto al recordar que en EEUU los manuales hablan de Latinoamérica como un espacio de “historias de desastres naturales”.
Entonces mencionó a las favelas apostadas en las laderas de los cerros de Brasil, donde cada tanto mueren miles de personas arrastradas por las lluvias y el lodo: “Allí no hay nada de natural. La gente rica vive en los valles fértiles, los pobres viven en las laderas. Por eso nuestra tarea es interrogarnos constantemente por aquello que se da por sentado que es así”.
“Hablo de la necesidad de que los sindicatos también defiendan de manera solidaria todas las luchas. Cuando esto no ocurre es la forma en que gana la derecha”, analizó Apple para luego advertir que “el neoliberalismo es una fábrica muy vasta de sentido común”.
Ser maestro. ¿Por qué eligió ser maestro? Apple recogió la pregunta haciendo un breve pero sentido recorrido por su biografía. Lo primero que nombró fue su origen pobre y trabajador. “Soy la primera generación de una familia en terminar la escuela secundaria y tener formación universitaria. Soy el nieto y el hijo de un imprentero, también trabajé como imprentero”, dijo y recordó que de alguna manera siempre “la lucha por intentar llevar la alfabetización a las clases trabajadoras estuvo presente” en su crecimiento.
“Lo segundo —continuó— es que mi padre y yo deseamos lo que se llama en china «Mi propio bols de arroz», lo que significa un empleo seguro en las clases trabajadoras. La inseguridad hace que uno busque un empleo en un Estado”.
El pedagogo pidió sumar en las razones de por qué abrazó la docencia “un pequeño detalle que es el más político e importante”. Recorrió así su vida de escolar junto a los niños negros fuertemente discriminados del sistema educativo norteamericano, más que los más pobres. Al punto que muchos quedaron sin escolaridad: “Entonces mi primera acción de trabajo público fue convertirme cuando tenía 14, 15 años en maestro de estos chicos de color a los que se les había negado un lugar en la educación”.
También nombró su negativa de formar parte de las Fuerzas Armadas cuando cumplió los 18 años, algo obligatorio en EEUU. “Yo declaré que no iba a ir porque no quería la guerra, por lo que me tuve que presentar a un comité donde me negaron la posibilidad de no ingresar al ejército. Me fui de esa sala diciéndoles dos palabras: «Fuck you!»”
Apple no pudo salvarse del ejército pero se alistó en un grupo de docentes que enseñaban allí. “No deseaba tener un arma”, repitió.
“Para ser sinceros —concluyó sobre la pregunta inicial— el motivo por el cual elegí ser maestro es todo esto junto y un compromiso político: ser imprentero donde la alfabetización era vital, la necesidad de tener un trabajo con respeto, la pasión por estar rodeado de niños y también demandar que la gente sea respetada. Esto es lo más sincero que yo puedo ser”.