La vitamina D, indispensable entre otras funciones para asegurar la salud ósea a lo largo de toda la vida, es denominada la “vitamina del sol” ya que el propio organismo la produce a partir de la exposición a los rayos solares y no es sencillo obtenerla exclusivamente a través de la alimentación. Como durante el invierno disminuyen las horas de luz solar, la deficiencia en la formación de esta vitamina en niños, jóvenes y adultos se ve más marcada en los meses fríos, en particular en países tan australes como la Argentina.
En ciudades del centro del país, como Rosario o Buenos Aires, durante tres a cuatro meses por año es dificultoso producir vitamina D con la sola exposición solar, y en Ushuaia, por ejemplo, es casi imposible hacerlo durante seis meses al año. La deficiencia de esta vitamina en madres y recién nacidos varía según la latitud geográfica, con una prevalencia más alta en el sur, donde la carencia alcanza al 87%, versus el norte de Argentina donde se detectaron déficits en un 52% de los pobladores.
“Se habla sobre la vitamina D como un nutriente para prevenir el raquitismo en la infancia, pero no se está pensando en la deficiencia de la vitamina D en adultos”, aseveró Michael F. Holick, profesor de Medicina, Fisiología y Biología, y director del Laboratorio de Investigación sobre Vitamina D, Piel y Huesos en el Centro Médico de la Universidad de Boston.
“Entre las consecuencias de la falta de vitamina D se incluyen osteomalacia (ablandamiento de los huesos), diabetes, esclerosis múltiple, artritis reumatoidea, enfermedades infecciosas, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer”, afirmó el especialista, que realizó numerosas investigaciones relacionadas con el metabolismo y la fotobiología de esta vitamina para la nutrición humana.
Lamentablemente, no son muchos los alimentos que la contienen y por lo general se encuentra en poca cantidad, por lo que asegurar niveles adecuados de la dieta es muy difícil. Y pese a que la vitamina D puede producirla el propio organismo al exponerse al sol las recomendaciones con respecto a la prevención del cáncer de piel ha llevado a que cada vez sea menor la exposición a los rayos solares. Una situación genera la necesidad de cubrir la deficiencia mediante suplementos dietarios con vitaminas para llegar a cubrir las recomendaciones de ingesta diaria.
Se estima que en el mundo hay más de mil millones de personas con insuficiencia o deficiencia de vitamina D; el 40% de los ancianos que viven en sus casas en Europa y Estados Unidos presentan insuficiencia, tal como ocurre con más del 50% de las mujeres posmenopáusicas tratadas por osteoporosis.
Entre las causas de la hipovitaminosis D se encuentran el color de la piel, el uso de ropa que cubre completamente el cuerpo, el uso de protector solar (necesario para reducir el riesgo de cáncer de piel), la edad avanzada, la latitud (cuanto más lejos del Ecuador, menos tiempo útil de luz solar) y la estación del año.
Dónde actúa
La vitamina D está presente en dos formas: vitamina D2 o ergocalciferol (que se obtiene de fuentes vegetales como los hongos) y vitamina D3 o colecalciferol (que se obtiene a partir de fuentes animales y es la que se produce en la piel humana a partir de la exposición al sol). Entre sus funciones están: mantener niveles en sangre de calcio y fósforo y regular el metabolismo del calcio. Por este motivo, favorece huesos y dientes.
Además regula una variedad de procesos fisiológicos: modula la liberación de diferentes hormonas y es un regulador del sistema inmune, que es el encargado de proteger al organismo frente a infecciones y a su vez el origen de enfermedades autoinmunes.
La mayoría de los tejidos en el cuerpo tiene un receptor de vitamina D. Su falta influye en la fragilidad de los huesos, y podría causar debilidad muscular, dolores óseos y fracturas.
En la gestación y durante la infancia, la insuficiencia puede causar retardo de crecimiento y deformidades esqueléticas. Siempre es necesario consultar a un médico para que evalúe la necesidad de suplementar los déficits.