Definitivamente, las elecciones internas en la provincia de Santa Fe serán ganadas por los fondistas y no por los corredores de 100 metros llanos. A poco menos de dos meses del 22 de mayo, recién se empieza a despejar el horizonte para ir delineando quiénes estarán en condiciones de recibir la bandera a cuadros.
En el socialismo quedaron definitivamente atrás los mates que proponía Antonio Bonfatti como método a la hora de suavizar el bochinche que se avecinaba. Hoy, el nivel de disputa entre Rubén Giustiniani y el gobernador Hermes Binner supera con creces (y como un hecho inédito) el estado de las cosas en el Partido Justicialista.
El ministro de Gobierno trata de espantar —como los rosarinos la insoportable ola de mosquitos— la invasión de encuestas favorables a su rival en base a dos pilares atendibles: su alto nivel de desconocimiento y la ola de adhesiones que espera recibir cuando Binner supedite su candidatura presidencial a los vaivenes de la interna. La receta que propone el oficialismo socialista seguirá siendo la misma hasta el último día de campaña, esto es, no moverse un ápice de que la oferta es Bonfatti más Binner.
Los asesores. Giustiniani termina de cerrar contrato con la consultora de opinión pública más importante del país: Poliarquía. La novedad indica a las claras que el senador nacional (fiel a un estilo de suprema prolijidad en su andar) no quiere dejar nada librado al azar, pero indicador también de que nada está resuelto aún en esa disputa. El viernes al mediodía las primeras y segundas líneas del giustinianismo dieron el presente en un restaurante de Oroño y Güemes para recibir las primeras lecciones de campaña de parte de un consultor político de la empresa contratada.
Más temprano que tarde el socialismo deberá, sin embargo, poner en práctica el acuerdo que sellaron todas sus fracciones a la hora de blindar Rosario. Por ahora, se observa acompañamiento discontinuo a la candidata a intendenta Mónica Fein. Tras más de dos décadas de administraciones socialistas, el desafío de la UCR (léase Jorge Boasso) en la principal ciudad santafesina deberá obligar a Binner y a Giustiniani a dejar de lado la intensa tirria para poner cara de buenos amigos al momento de recorrer las calles rosarinas. ¿Cómo harán? Es lo que en estos momentos está pensando Miguel Lifschitz, un cardenal Samoré conjetural que necesita masa crítica interna para aupar a Fein.
Anchoas para el desierto. Si cuando todavía falta desandar el mayor tramo de campaña Binner ha dicho que Giustiniani es un senador testimonial que ni siquiera concurrió a una inauguración de obras, ¿qué otros mandobles le disparará al precandidato cuando mayo amanezca con toda potencialidad? Creer que todo será igual después de la tunda de Binner y del desafío de Giustiniani en ser gobernador es propio de iniciados en política. El que pierda esta interna probablemente será enviado al desierto munido de una vianda con anchoas.
El candidato de la UCR, Mario Barletta (más que ningún otro), está en condiciones potenciales de pescar su gran pieza de campaña en el mar revuelto de los socialistas. El lunes pasado, por primera vez, el intendente de la ciudad de Santa Fe pareció querer empezar dialécticamente a sacar partido de la divisoria de aguas. “Calma socialistas”, chicaneo el postulante tras diagnosticar que “el socialismo de Santa Fe está fracturado”.
Divisoria de aguas. Barletta, sin embargo, sabe mejor que nadie que el constante chisporroteo entre las partes en pugna del socialismo gana mediáticamente la escena y lo secundariza a la hora de poder clavar los tacos. Por lo demás, y casi en paralelo con las críticas que se les hacen a los primo cartello nacionales de la UCR por priorizar sus riñas intestinas en vez de fortalecer a sus candidatos provinciales, el miércoles a la noche estuvo en Santa Fe el renunciante Ernesto Sanz. Si en estos momentos hay alguien que no está en condiciones de traccionar avales es, precisamente, el senador mendocino.
Peronistas en pugna. En el justicialismo santafesino la canción sigue siendo la misma. Agustín Rossi lleva adelante una campaña prolija, con mucha visibilidad, y en su intento de pegar como una oblea a Cristina Fernández con la bota santafesina logró que el ministro de Educación, Alberto Sileoni, baje a la provincia para darle respaldo. El jefe de los diputados kirchneristas también estaría intentando anudar acuerdos de vecindad con algunos de los muchos candidatos que encabezan listas distritales, algo que, obligatoriamente, necesitan también Rafael Bielsa, Omar Perotti y Juan Carlos Mercier.
Para Bielsa y Rossi la buena noticia es que Cristina ha crecido mucho en imagen. La presidenta se encuentra en el nivel más alto de adhesión en Santa Fe desde la traumática rebelión del campo. Un operador de tiempo completo en la Casa Rosada admitió a este diario que el gran desafío es hacer crecer a todos los candidatos peronistas hasta empardar los porcentajes de la presidenta. En eso están por ahora, cuando circulan las encuestas.
El gran tema. Todos los candidatos (a gobernador o a intendente) deberían empezar a entender algo que ya es empírico: la sociedad no es receptiva a escuchar un menú de propuestas inabarcables. En el aquí y ahora empieza a cabalgar una cuestión urgente: la seguridad. Mañana será la inflación y luego vendrán otras.
Santa Fe tiene muy buenos candidatos en sus dos frentes, y ese es un plus respecto a la pobreza preelectoral que se observa en otras provincias. Cuando la oferta es potencialmente atractiva, ganará el que pueda demostrar que no sólo tiene un tigre de papel en forma de encuesta.