Nos la pasamos hablando sobre el amor y tratamos de explicarlo, pero terminamos rebotando como polillas en los faroles porque la pregunta siempre queda en el aire: ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Sin embargo, es posible encontrar respuestas en la Filosofía, o por lo menos de un tiempo a esta parte es lo que se propuso el filósofo, ensayista y profesor Darío Sztajnszrajber, quien ya en varias oportunidades visitó la ciudad convocando a públicos numerosos, tanto en noviembre del año pasado, en la explanada del parque España, como en la sala Lavardén, diez días atrás, invitado por Facultad Libre de Rosario.
Fiel a un estilo despojado de academicismos, dinámico y lúcido, Sztajnszrajber (se pronuncia shtáin-shráiber) aclara que la Filosofía es un ejercicio de deconstrucción permanente de la realidad. Filosofía es sinónimo de búsqueda inagotable, de posibles respuestas a un saber que nunca se termina de alcanzar ni completar. Entonces... ¿la filosofía no es un poco como el amor? "El ser humano siempre está buscando explicaciones, que después nos satisfagan o nos den certeza es otra cosa. El amor es un estado de ánimo que nos impulsa siempre a querer comprenderlo, pasa que siempre en el acto de comprensión algo se nos escapa", cuenta el filósofo, y aclara: "No sería tan taxativo si el amor puede ser explicado, porque el amor está justamente en el medio, todos le buscamos una explicación, pero todos sabemos que cualquier explicación sobre el amor es incompleta, el amor nos hace conscientes de que los seres humanos queremos saber todo, pero sabemos que ese todo es imposible de alcanzar".
Filtrado en nuestra cultura, en la literatura, en la política y en el lenguaje, el amor se presenta como algo inoportuno ante lo predecible o calculable. Lo que hay que diferenciar es una concepción idealizada y romántica del amor, explica Sztajnszrajber. "El amor nos presenta un mundo de rosas donde el encuentro con el otro es pacifico, armonioso, de realización y plenitud y esa idealización termina siendo funcional a la expansión del yo, que lleva a la negación del otro con el que hubo un encuentro". Amor, entonces, es abrirse a la diferencia del otro. Despojarnos de nuestras verdades nos hace sentir un poco idiotas, la sensación de que uno está yendo en contra de uno mismo, priorizando el misterio del otro, lo que en un mundo de egocentrismo es como pisar una cáscara de banana. "El estado de idiotez infinita se da porque uno está haciendo algo que escapa a lo que es el sentido común establecido, que piensa a los vínculos afectivos desde la expansión de lo propio y no desde la apertura a lo extraño y a lo ajeno del otro", concluye el filósofo. Cuando digo que quiero a alguien porque es trabajador, bueno, alto...lo único que hago es crear un ideal que, seguramente, chocará con el real. El amor, empecemos por ahí, no es una lista como la del supermercado.
"La idealización del amor como un mundo de realización y plenitud lleva a la negación del otro con el que hubo un encuentro" / @sztajnszrajber
El amor es un relato
Sztajnszrajber es radical con respecto al amor: "Es el relato del otro el que permite que estés todo el tiempo reescribiendo tu narración. Si el relato lo construís a partir de tu omnipotencia consciente, si tu relato es más importante que el del otro, termina siendo un amor con uno mismo".
Y tiene razón, porque pocas veces las historias de amor que contamos tienen el final que habíamos pensado. La presencia del otro nos hace acordar que el amor es una narración abierta de la cual no llevamos las riendas para nada. "Lo importante es que este dialogo no sea un monologo, hay palabras del otro que uno no comprende, que tiene que interpretar, que a uno no le cierran, que hay que hacer encajar en nuestros propios significados". Por suerte esas palabras no terminan nunca de ser definitivas y hacen que uno tenga abierto el propio relato sobre el amor, uno mismo se va contaminando con el relato del otro y así va creciendo.
La política del amor
"Todo vínculo amoroso es una relación política, el amor es una primera forma de comunidad política. No hablo del enamoramiento, del Eros, que incluso en términos políticos puede ser leído como fanatismo". El filósofo porteño explica también al amor a través de lo político ya que en esa relación compleja entre el enamoramiento y el amor se pierde el propósito mismo del amor: "El amor empieza a plasmarse cuando se trasciende el enamoramiento, y con la política pasa algo parecido, en ese sentido una relación afectiva es una relación política, en la medida que los que participan en ella deciden estar juntos en pos de una serie de proyectos y de transformación de su existencia".
Amor y monogamia
Ante un público masivo llegado al parque España en noviembre pasado, Sztajnszrajber lanzó una pregunta que paralizó a sus oyentes, no pocos en pareja, hasta devolverles el aire un segundo después anunciando que era una broma metodológica. "¿Cuántos de ustedes fueron infieles en el último año?", desafió. Hablaba del amor y las convenciones sociales. "Lo que hay que entender es que la monogamia no es una forma de vinculación con el otro que uno pueda elegir o no como cambia de remera, sino que la monogamia es una estructura social que trasciende lo que es la vinculación amorosa". Lo que se presenta como algo afectivo, en el fondo deja ver un formato social de relación del ser humano con el otro y un orden social. "No es fácil salirse de la monogamia y pasarse a la pareja abierta o al poliamor, algunas experiencias que pretenden salir de la monogamia la terminan ratificando, las figuras de la infidelidad por ejemplo, terminan siendo funcionales al establecimiento social de la monogamia”. Sztajnszrajber dice: “el día que se acabe la monogamia, ese día va a haber una revolución social”.
Amor y ley
Hablando de revoluciones, viene a tema el matrimonio igualitario. “No es un ejemplo para nada pavo”, responde el filósofo, “me acuerdo en la época del debate legislativo del matrimonio igualitario, que había muchas agrupaciones gay que lo que no querían era institucionalizar el vínculo”. Para esas agrupaciones la identidad gay tiene que ver con algo de estar por fuera del sistema o las instituciones, también por lo jurídico que establece los vínculos. “De todas maneras”, agrega, “permitió la inclusión de muchas parejas que quedaron discriminadas en sus derechos sociales y humanos”. De esta manera todo amante institucional genera inclusión y al mismo tiempo plantea problemas de fondo. “Queda claro que ya desde San Pablo, en el Nuevo Testamento, hay un conflicto entre el amor y la ley. La ley, el acuerdo, el contrato es exactamente lo contrario del amor, cuando una pareja decide establecerse en términos matrimoniales, se establece básicamente un resguardo para cada una de las individualidades, un contrato prioriza a cada individualidad por sobre la otra”, explica Sztajnszrajber. En las sociedades donde vivimos estamos en tensión contínua: buscamos sellar el amor en un convenio y por otro lado buscamos trascenderlo. “El amor es transgredir mi necesidad, mi tranquilidad y cualquier contrato social”.
Un problema semántico
“Para los griegos el amor es Eros, Philia y Agape; tres categorías que en castellano las podemos definir de manera tan diversa, porque en Eros el amor es deseo, en Agape es entrega, es amor-retirada, para que el otro sea”. El amor, además de tener que ver con el deseo, tiene que ver con la prioridad que le damos al otro, que los griegos homologan con la amistad (y, pregunta constante, quien alguna vez no se entreveró con un amigo). Philia, aclara Sztajnszrajber, es el amor como comunidad política, con la posibilidad de potenciamiento de uno y del otro, de un proyecto en común. Muchas veces se confunde amor con enamoramiento y hay una hegemonía del amor como enamoramiento. “Es un problema semántico importante”, concluye el filósofo, “que llamemos amor con una única palabra a sentimientos tan diversos”. El lenguaje no es gratuito, la reducción de la palabra tiene que ver con una economía del amor que busca, entonces, reducir al amor, haciendo que pierda toda su potencia transformadora.