Mauricio dejó de fumar hace 90 días. Lo cuenta a cada rato en las redes sociales, porque, sin dudas, es una de las grandes hazañas de su vida. Así y todo, el orgullo y la convicción no le alcanzan todo el tiempo para mantener el entusiasmo alto, y por momentos, admite, se siente "horrible". Hasta asegura que este otoño se enfermó como nunca antes.
Lo que le pasa a Mauricio es absolutamente normal, y hasta deseable, comenta Adriana Ángel, la jefa del servicio de Cardiología del Hospital Militar Central de Buenos Aires. "Hay que tener en cuenta que dejar de fumar implica un proceso, y en ese camino pueden aparecer síntomas desagradables. Hay personas que escupen más, que tienen más flema o se enferman. Eso pasa porque el epitelio que recubre el tracto respiratorio del fumador no está finito como debe ser sino que se ha transformado casi en una piel, por acción del cigarrillo. Cuando deja de ser agredido porque se dejó el pucho se producen cambios. Hay como capas que se despegan y hasta bajan las defensas. Le diría a Mauricio que es una buena noticia que eso le suceda porque significa que su cuerpo está en condiciones de modificar el epitelio. Me preocupa cuando alquien deja de fumar y no le pasa nada de nada", dice la médica en diálogo con Más.
Abandonar el hábito del pucho es una tarea difícil, nadie lo duda, pero hay atajos para que la pelea no sea tan desigual. "La recomendación es que si alguien está decidido, o al menos siente que tiene algo de voluntad para encarar esto, busque ayuda en un especialista en cesación tabáquica, sea neumonólogo, clínico o cardiólogo. Y esto que digo no es caprichoso. Si bien es posible dejar de fumar sin recurrir a ningún tratamiento las tasas de fracaso son mucho más altas cuando se encara en soledad", señala la experta.
De los fumadores que cortan el hábito por su cuenta —sin ayuda médica o terapéutica— sólo el 6 por ciento sostiene la decisión al año, y el 90 por ciento al mes está fumando de nuevo. "Los primeros 15, 30 días son los más bravos. Eso no quiere decir que después no vengan momentos complicados, pero hay que bancar mucho esas primeras semanas", remarca la médica, y agrega: "A los dos meses la ansiedad comienza a estabilizarse".
Estar nervioso, enojado, subir de peso, son efectos muy frecuentes entre los que dejan de fumar. "Hay que conocer lo que puede pasar para estar advertidos y no claudicar. De todos modos yo les digo a mis pacientes que no aflojen, que intenten e intenten, una, dos, tres veces, todas las veces que sea necesario, porque en esos intentos se aprende, se incorporan conocimientos en relación al proceso de cesación tabáquica. Lo ideal, claro, es dejar de una vez y punto, pero eso no es lo que sucede en todos los casos. Incluso, el que probó y fracasó, cuando finalmente lo logra está mucho más firme".
La especialista menciona que, entre las mujeres, por ejemplo, el incremento en el peso corporal es una de las razones que las lleva a resignarse frente al cigarrillo. "Es un gran tema entre las pacientes. La nicotina quita el apetito, es real, y el cigarrillo sirve para moderar el impulso de la comida, pero las consecuencias son tan malas que no se puede pensar desde ese lugar. Hay una tendencia a subir algunos kilos pero vemos que en las personas que dejan con tratamiento médico esos síntomas de la abstinencia, entre ellos el hecho de engordar, se achican un 50 por ciento". El control de peso semanal y la ayuda de un nutricionista son recomendables. "No hay que subir 20 ó 30 kilos, eso no puede ser", enfatiza.
"Lo primero que debe preguntarse el fumador cuando está pensando en dejar es ¿en qué condiciones estoy para hacerlo? Porque cada cual tiene su historia, la personal y la relacionada con el pucho, que ha sido un gran compañero a lo largo de la vida, o de muchos años. Pero yo digo que es el amigo ideal que se quedó con la novia, así que tan ideal no es", ejemplifica Ángel.
Hay recursos, y las drogas aprobadas para ayudar en este proceso son útiles, siempre y cuando estén controladas y suministradas por un médico. También está el cigarrillo electrónico, que se ha puesto tan de moda, y que algunos mencionan como opción efectiva. Lo cierto es que en la Argentina está prohibido (aunque no es complicado conseguirlo por internet o en algunos kioskos). Lo que sucede —comenta Ángel — "es que no se conocen a mediano y largo plazo cuáles son sus efectos en el organismo. Se dice que tiene menos tóxicos pero tiene. No es inocuo. Si supiéramos que en la transición es efectivo sería una buena ayuda, pero lo real es que desconocemos cuánto daño hace o si hace daño ", señala.
La médica —que es miembro de la Federación Argentina de Cardiología— comentó que del 35 al 40 por ciento de los hombres y mujeres que dejaron el cigarrillo sostiene esa determinación a lo largo de los años, y aunque parezca poco el número no es malo. "Hay cada vez más personas embarcadas en esta tarea; a los especialistas nos consultan mucho más que antes, y eso lo veo como algo muy positivo. Las estadísticas nos dicen que el fumador ha querido dejar de fumar al menos una vez en el último año. Y están aquellos que lo intentan varias veces. Todo sirve. Pero por ahora sólo el 8 por ciento de los que tienen decidido no fumar más busca ayuda".
La cardióloga enfatiza: "Hay que aumentar ese porcentaje, simplemente porque aumentan las chances de éxito. Insisto: no aflojen, intenten y lo van a lograr. Es una decisión sabia y muy pero muy beneficiosa para el organismo, para vivir más y para vivir mejor".