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Adorno a Scholem
Nueva York, 19 de abril de 1939
Querido Sr. Scholem:
No es una frase hecha si le digo que el envío de su traducción del fragmento del Zohar fue la mayor alegría que un regalo me haya producido en mucho tiempo. No vea en esta afirmación una actitud descarada: muy lejos de mí está pretender que podría considerarme con seriedad a la altura de la lectura de aquel escrito. Pero tiene la misma característica de que lo inescrutable que entraña se vuelve en sí mismo un elemento de la alegría que me deparó. Y creo, dentro de todo, estar en condiciones de decir que con ayuda de su posfacio al menos he logrado tener una representación topológica más clara. Algo así como cuando alguien se dirige a la montaña con la esperanza de divisar gamuzas y, como citadino miope que es, fracasa en su intento, pero recibe indicaciones del guía experimentado acerca de por dónde pasan las gamuzas, al punto que termina tan familiarizado con el auténtico paisaje de gamuzas que tiene la sensación de que descubrirá en cualquier momento a la mismísima criatura quimérica. Y sin ser osado el veraneante no puede extraer más de un paisaje cuya verdadera experiencia no se presta para nada menos que para dedicarle la vida.
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Scholem a Adorno
Jerusalén, 11
de noviembre de 1940
Querido Sr. Adorno:
(...) No necesito decirle lo que significa para nosotros la muerte de Benjamin y cuánto me importa enterarme de todo lo que esté relacionado con el último tiempo de su vida, en la medida de lo posible. De algún modo y dentro de lo que las circunstancias actuales lo permitan, creo que es obligación de sus amigos encargarse de salvar sus papeles y ocuparse de conservar digna su memoria. Los acontecimientos de la historia mundial son de tal envergadura que la caída de un hombre genial prácticamente no se va a notar en este torbellino terrorífico y, sin embargo, hay suficientes personas para las que el recuerdo de este muerto permanecerá imborrable. Le ruego que me escriba acerca de todo lo que escuche y cualquier cosa que se pueda enterar. En caso de que sus propios papeles no se hayan conservado ni llegaran a Nueva York, soy yo probablemente la única persona que posee una colección relativamente completa de todos los escritos de Benjamin. Quizá alguna vez llegará el momento en que se pueda usar este legado tan valioso. Debe haber muchos más manuscritos en su casa de lo que él ha publicado, y no necesito decirle cuán importante considero saber que, llegado el momento, estas cosas se encontrarán en lugar seguro.
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Adorno a Scholem
Frankfurt, 20 de mayo de 1965
Querido Sr. Scholem:
(...) Me alegró particularmente que Benjamin ya en la lectura de la tesis de habilitación le adivinara las intenciones a Heidegger, a saber, en lo más decisivo, las de un faiseur. En el caso de este hombre, todo, pero realmente todo es explicable a partir de una voluntad de poder y de una técnica de dominación intelectual altamente desarrollada; le falta por completo la pureza necesaria para abordar los temas. Y Benjamin lo notó en el estilo propio de un privatdozent de aquella primera publicación de filosofía del lenguaje de Heidegger. Ceterum censeo que deberíamos darnos el gusto de señalar en una nota al pie en la primera mención del libro que la obra que Heidegger atribuye a Duns Escoto en realidad no pertenece a éste sino a Tomás de Erfurt. Esas cosas al fin y al cabo reconfortan un poco.
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Scholem a Adorno
Jerusalén, 5 de julio de 1965
Querido Adorno:
Un pedido de ayuda técnica con la galera 192 (carta 177) de las cartas de WB. Averigüe por favor por intermedio de su mujer con Egon Wissing , cuya dirección no tengo, si él recuerda el nombre correcto de la mujer (¿Boch? ¿Bloch? No puedo descifrarlo) que vivía antes de WB en la calle Prinzregentenstrasse. Él vivía en el mismo edificio y había arreglado, como una vez me dijo, ese traspaso de departamento.
Si es posible, me gustaría poner el nombre correcto.
Saludos cariñosos.
Suyo, G. Scholem