Es uno de los experimentos más populares de la ciencia recreativa tiene un origen ilustre y se vincula tanto con un clásico de la literatura como con uno de los protagonistas de nuestra historia.
Es uno de los experimentos más populares de la ciencia recreativa tiene un origen ilustre y se vincula tanto con un clásico de la literatura como con uno de los protagonistas de nuestra historia.
En un episodio de The big bang theory, Sheldon Cooper le pide a un invitado que haga el experimento del "reloj de papa". Consiste en hacer funcionar un reloj eléctrico con una batería hecha con una papa.
Este experimento tiene un linaje ilustre que se remonta a los trabajos del anatomista italiano Luigi Galvani (1737-1798). Galvani investigaba el funcionamiento de los músculos y, para eso, diseccionaba ranas, sujetas a un soporte de bronce, usando un bisturí de acero. Ocasionalmente, el bisturí tocaba al mismo tiempo el cuerpo de la rana y el soporte de bronce. En esas condiciones se producía una descarga eléctrica que hacía que las patas de la rana se sacudieran como si el animal estuviera vivo.
Galvani realizó distintas variantes de este experimento y publicó los resultados invitando a sus colegas a tratar de corroborarlos.
Uno de los que aceptó su propuesta fue su compatriota Alessandro Volta (1745-1827) quien encontró que la presencia de la rana era irrelevante. Podía obtener los mismos resultados usando su propia lengua o con un trapo húmedo.
Hoy sabemos que cuando un metal entra en contacto con ciertas soluciones acuosas, como las que impregnan el cuerpo de los seres vivos, el metal cede algunas cargas eléctricas a la solución. Todos los metales tienen esta propiedad, en mayor o menor grado. Si dos metales distintos entran en contacto con una misma solución, se establece una tensión eléctrica entre el metal con mayor tendencia a ceder cargas y el metal con menor tendencia a hacerlo. Esta diferencia de tensión era la responsable de la descarga que sacudía las patas de la rana en el experimento de Galvani.
La batería de papa no es más que la reproducción del experimento de Galvani, donde la papa reemplaza al cuerpo de la rana. Si clavamos en la papa una varilla de cinc y otra de cobre se establece entre ambas una tensión eléctrica suficiente para hacer funcionar una luz LED o algún otro aparato de baja potencia.
Volta redujo el experimento de Galvani a sus elementos mínimos: un paño embebido en ácido entre dos discos, uno de cobre y uno de cinc. Esto producía una pequeña tensión eléctrica que podía multiplicarse apilando muchos de estos discos cobre-paño-cinc, uno encima del otro. Esta pila de discos fue la primera "pila" eléctrica.
El experimento tuvo también consecuencias en la cultura popular. La imagen de la rana muerta sacudiendo sus patas parecía indicar que la electricidad podría servir para devolver la vida a los muertos. Para la rana, al menos, parecía que muerte electricidad = vida.
Todavía a principios del siglo XX eran populares las llamadas terapias galvánicas, que prometían curas milagrosas mediante la aplicación de electricidad. Se aseguraba que los dolores de cabeza, el reumatismo y hasta el cáncer o la tuberculosis podían curarse con choques eléctricos.
Mary Shelley, autora de Frankenstein, alude al experimento de Galvani en el prólogo de la edición de 1831 de la novela: "Quizá fuera posible reanimar un cadáver. El galvanismo había sugerido cosas por el estilo. Quizá fuera posible fabricar los elementos de una criatura, reunirlos e infundirles calor vital."
Encontramos otra referencia a Galvani en una carta que Sarmiento le escribe a su tío, obispo de Cuyo, comentándole sus impresiones tras una visita a las ruinas de Pompeya:
"Al penetrar en la ciudad por la puerta misma que daba entrada y salida a sus habitantes, el cúmulo de ruinas se presenta de golpe a la vista, y es lástima que no pueda aplicarse a las ciudades muertas de sofocación, como a los seres animados, el galvanismo, para hacer la tentativa de volver a la vida este cadáver guardado diecisiete siglos".
La carta está en el libro Viajes por Europa, Africa y América.
Como en el prólogo de Frankenstein, la palabra clave aquí es galvanismo. No sabemos si Sarmiento conocía la novela de Mary Shelley pero, en cualquier caso, no podía ser ajeno a las ideas de su época, según las cuales muerte electricidad = vida.