Un 25 de diciembre, hace muchos, muchos años, vino al mundo un hombre que cambiaría la historia de la humanidad para siempre. Aprovechemos esta fecha para recordar el nacimiento del más grande de todos: Isaac Newton.
Un 25 de diciembre, hace muchos, muchos años, vino al mundo un hombre que cambiaría la historia de la humanidad para siempre. Aprovechemos esta fecha para recordar el nacimiento del más grande de todos: Isaac Newton.
Efectivamente, el 25 de diciembre de 1642, en Lincolnshire, Inglaterra, nació Newton. Probablemente, el más grande científico de todos los tiempos. En realidad, en la mayor parte de Europa ya era el 4 de enero de 1643. Porque, sesenta años antes, el papa Gregorio XIII había introducido una reforma en el calendario que produjo un corrimiento de diez días respecto del calendario anterior, vigente en occidente desde los tiempos de Julio César. Pero Inglaterra, separada de la Iglesia Católica en 1534, siguió usando el antiguo calendario hasta 1752. De modo que, para Newton y su familia, era el 25 de diciembre y su nacimiento coincidió con la Navidad de ese año.
La influencia de Newton en el pensamiento moderno ha sido, en algún sentido, mucho más amplia que la de Jesús. Mientras las enseñanzas de Jesús rigen esencialmente en el mundo cristiano, las enseñanzas de Newton valen en todo el mundo. De hecho, en todo el universo. Y, aun después de la llegada de la relatividad y la mecánica cuántica a principios del siglo XX, la física de Newton todavía es usada para resolver una gran cantidad de problemas por científicos e ingenieros de todo el mundo, sean éstos cristianos, judíos, musulmanes, budistas, ateos o de cualquier religión.
Según la cultura popular, Newton descubrió la gravedad al ver caer una manzana. Es posible que se trate de una leyenda, aunque existen testimonios de contemporáneos de Newton que aseguran que a él le gustaba sentarse a meditar al pie de un manzano en el jardín de su casa de Lincolnshire, y que comenzó a reflexionar sobre la gravedad al ver caer una fruta.
Sea mito o realidad, es poco probable que la caída de una manzana haya sorprendido a Newton. Que las cosas se caían era sabido desde muchos años antes. Aristóteles y Galileo, entre otros, habían estudiado el tema y enunciado sus propias leyes sobre la caída de los cuerpos. Posiblemente, lo que sorprendió a Newton no fue que una manzana se cayera, sino que la Luna no hiciera lo mismo, siendo que ambas están suspendidas a una cierta altura y sujetas, por lo tanto, a la gravedad terrestre.
Newton terminó por demostrar que, en cierta manera, la Luna sí cae, pero no como una manzana. Para entender el razonamiento de Newton imaginemos que tenemos una manzana en la mano y la soltamos: la manzana caerá verticalmente a nuestros pies. Ahora supongamos que, en vez de soltarla, la arrojamos con fuerza hacia delante. La manzana también caerá, pero no a nuestros pies sino un poco más allá. Y no verticalmente sino según una trayectoria curva. Cuanto más fuerte la tiramos, más lejos caerá y más abierta será su trayectoria. Podemos imaginar que la tiramos tan fuerte que viaja más allá del horizonte y que la curvatura de su trayectoria coincide con la curvatura de la Tierra. En esas condiciones, la manzana nunca termina de caer: a medida que su trayectoria se curva hacia abajo, la superficie de la Tierra también se curva debajo de ella. Eso es lo que le pasa a la Luna. La órbita lunar es una caída circular que nunca termina.
Más tarde Newton le dio forma matemática a su teoría, que fue corroborada por todas las observaciones astronómicas realizadas en su tiempo. La ley de gravedad de Newton representó la primera teoría de unificación, al demostrar que el movimiento de la Luna en el cielo se rige por las mismas leyes que la caída de una manzana en la Tierra.
La ley de gravedad de Newton tuvo su último gran triunfo a mediados del siglo XIX. Las observaciones sobre el planeta Urano (el más lejano conocido hasta ese momento) no seguían las predicciones de las leyes de Newton. O las leyes de Newton estaban equivocadas o algún otro planeta, aún no descubierto, perturbaba el movimiento de Urano. El astrónomo francés Urbain Leverrier y su colega inglés John Adams calcularon dónde debía estar ese planeta desconocido para afectar a Urano como lo hacía. Escribieron a sus respectivos observatorios y les pidieron que enfocaran sus telescopios al punto calculado. En septiembre de 1846 el planeta fue identificado por el astrónomo alemán Johann Galle, en el observatorio de París.
Los logros de Newton en materia científica no se limitan a la ley de gravedad. Fue, junto al alemán Gottfried Leibniz, el creador del cálculo infinitesimal, demostró que la luz blanca es una suma de colores, enunció las tres leyes de la mecánica y estudió el comportamiento de los líquidos. Además, fue miembro del Parlamento británico representando a la Universidad de Cambridge y director de la Casa de Moneda. Por todo esto, y mucho más, ¡feliz Newtondad a todos!