El 6 de abril de 1992 murió Isaac Asimov, uno de los escritores más prolíficos y versátiles del siglo XX. Aunque es famoso especialmente por su ciencia ficción, Asimov escribió, literalmente, de todo: novelas y cuentos de ciencia ficción pero también policiales, biografías, fantasía, poemas, chistes, historia además de ensayos sobre Shakespeare, Byron, la Biblia, las operetas de Gilbert y Sullivan y los viajes de Gulliver. Antologías, ciencia, guiones para televisión y canciones. Su obra abarca los diez rubros principales del Sistema Decimal de Dewey, que usan los bibliotecarios para catalogar los libros.
Asimov nació el 2 de enero de 1920 en la entonces Unión Soviética y en 1923 emigró con su familia a los Estados Unidos. Durante su infancia fue un alumno brillante y comenzó a escribir a los 14 años. Publicó su primer cuento en 1939 y nunca paró.
En 1941 alumbró Anochecer, considerado como el mejor de sus cuentos. En 1950 apareció su primera novela: Un guijarro en el cielo. En total publicó alrededor de quinientos libros, incluyendo libros propios, antologías de relatos de otros autores y obras escritas en colaboración. Ganó varias veces el premio Hugo, el Oscar de la ciencia ficción.
A partir de los 50 años comenzó a tener problemas de salud. En 1972 fue operado de un cáncer de tiroides, en 1977 sufrió un infarto y en 1983 fue sometido a una operación de bypass cardíaco. Las medidas de seguridad sobre el manejo de sangre no eran tan estrictas en 1983 y se contagió de HIV durante la operación. Murió en 1992 por insuficiencia renal y cardíaca.
Amor por los robots
Uno de los principales aportes de Asimov a la ciencia ficción fueron sus "tres leyes de la robótica". Tradicionalmente los robots de la ciencia ficción eran máquinas temibles que, como Terminator, podían volverse contra sus creadores. Asimov, por el contrario, pensaba que los robots debían ser considerados como herramientas inteligentes, diseñadas y fabricadas para auxiliarnos en las tareas cotidianas. Y, por lo tanto, incluirían diversos dispositivos y medidas de seguridad para hacer que funcionen correctamente, sin poner en riesgo a sus usuarios y protegiéndose a sí mismas, como ocurre con cualquier otra herramienta. Esta idea aparece sugerida en su primer cuento de robots, Robbie, publicado en 1940. Uno de los personajes dice de una niñera robot: "no puede no ser amable. Es una máquina y la han hecho así". Una máquina construida para ser amable y servicial no podría hacer otra cosa que ser amable y servicial.
Con el tiempo, las especificaciones de seguridad de los robots se resumieron en tres leyes, las leyes de la robótica de Asimov:
•Un robot nunca podrá dañar a un ser humano ni permitir, por omisión, que un humano sufra un daño.
•Un robot siempre deberá obedecer a los seres humanos, excepto cuando esas órdenes entren en conflicto con la primera ley. Por ejemplo, si a un robot se le ordena matar.
•Un robot debe protegerse a sí mismo, siempre que su protección no entre en conflicto con las dos primeras leyes. Por ejemplo, cuando un robot se interpone entre un humano y un proyectil.
Las limitaciones impuestas por estas tres leyes no le impidieron a Asimov escribir relatos sobre un robot asesino (Bóvedas de acero), autos-robot que acosan a sus conductores (Sally), un robot que da órdenes a los humanos (El hombre bicentenario) y un robot mujer (Intuición femenina) cuya única programación consistía en las tres leyes y el resto de su comportamiento era resultado del azar.
Cuando en el año 2000, la compañía Honda comenzó a producir los primeros robots domésticos, los llamó Asimo, acrónimo de Advanced Step in Innovative Mobility (Paso Avanzado En Movilidad Innovadora). Aunque la empresa negó públicamente toda relación entre este nombre e Isaac Asimov, todo el mundo está convencido de que Asimo es un homenaje al "robotólogo" más famoso de la ciencia ficción.
Imparable
Lo mejor de la obra de Isaac Asimov son sus artículos científicos. De nuevo, escribió de todo: matemática, física, química, biología, medicina, astronomía, historia de la ciencia. Justamente, mi primer contacto con este autor ocurrió cuando leí una recopilación de estos artículos: El electrón es zurdo (Alianza Editorial, LB 653). Mirando hacia atrás, creo que fue en ese momento cuando decidí que quería ser divulgador científico.
Asimov comenzó a escribir estos artículos a fines de los años 50 para la revista Fantasy & Science Fiction, convencido de la necesidad de educar científicamente al pueblo de los Estados Unidos. Eran los tiempos en que el lanzamiento del satélite soviético Sputnik les hizo pensar a los norteamericanos que estaban perdiendo la carrera espacial y tecnológica.
Yo no participé de ninguna carrera espacial o tecnológica. Pero mis carreras docente y de divulgador están en deuda con los artículos de Isaac Asimov.
Quizá lo mejor de la obra de este maestro son sus artículos científicos, que inspiraron a generaciones de divulgadores e investigadores