La catástrofe meteorológica en Francia se produce en un tenso ambiente social y político, con huelgas en varios sectores, en particular en los transportes públicos por tercer día consecutivo.
La catástrofe meteorológica en Francia se produce en un tenso ambiente social y político, con huelgas en varios sectores, en particular en los transportes públicos por tercer día consecutivo.
Mohamed Amine, un turista italo-marroquí venido de Venecia, asistía divertido ayer, desde un puente, a la subida de las aguas del Sena.
"Estoy acostumbrado a tener el agua hasta las rodillas durante el Aqua Alta," cuando se producen las mareas altas en Venecia.
"Pero la gente de París no está acostumbrada a ello", dijo a periodistas.
En la orilla del río, las aguas han acarreado cubos de basura y piezas de madera. Cerca del puerto de los Campos Elíseos, una gran rata empapada se refugia entre la basura. Un poco más lejos, una pasarela temporal ha sido construida urgentemente para permitir el acceso a la sede de las típicas embarcaciones Bateaux Mouches, que surcan el Sena.
Desde ahí pueden verse algunos coches sumergidos en las vías anejas al Sena, atrapados por la rápida subida de las aguas. En la isla Saint-Louis, el parque de Vert Galan ha quedado completamente tragado por las aguas.
Todo ello ocurre en la capital mientras varias localidades del centro de Francia padecen las peores inundaciones en un siglo, con más de 5.000 personas evacuadas desde el pasado fin de semana y unas 19.000 viviendas sin electricidad.
Pese a que no se espera que esta crecida sea tan catastrófica como la de 1910, los parisinos miraban ayer con inquietud la evolución del Sena.
En la estación de metro Saint-Michel, en pleno Barrio Latino, los pasajeros ya no pueden tomar la línea que va hacia el norte —al otro lado del Sena—, debido a las infiltraciones que aparecen en los muros de la ahora húmeda estación.
En la misma zona de la capital, el tráfico del RER C —un tren regional que llega a París, y circula cerca del río-- ha quedado suspendido.
En el puente del Alma, la estatua del zuavo que sirve de referencia a los parisinos para medir las crecidas del río, tenía ayer el agua hasta las rodillas. "Ayer apenas le llegaba a los tobillos", constata un paseante, Laurent Cheronnet, que toma fotos en medio de varios turistas, bajo el cielo plomizo de París.