Siempre la última imagen es la que queda grabada a fuego. Y la de Los Pumas atacando y alcanzando el try del honor en un partido definido es la muestra cabal, el fiel resumen de lo que vinieron a buscar y de lo que lograron en todo el Mundial. Los Pumas fueron un equipo de una entrega total que erizó la piel, un equipo que mostró lo que es la convicción de entrar a una cancha sabiendo que le puede ganar a cualquiera, la humildad de saber que todavía hay cosas para mejorar y la fidelidad a un idea. Un equipo que ratificó con el correr de los días que estaba en el camino correcto, que apostó al futuro y se ubicó entre los cuatro grandes, algo que ningún encumbrado equipo europeo pudo lograr. Tuvo un nivel superior a los equipos del Viejo Continente pero no les alcanzó para empardar a las potencias del sur. Es cierto, perdió con los tres, pero no quedó tan lejos de ellos. Y un dato que no es menor, el equipo perdió de pie, haciendo todo lo que pudo sin renunciar a lo que venía pregonando. Fue un equipo que jugó, emocionó y ratificó valores trascendentales que van más allá de un triunfo. Ganaron a pesar de la caída. Hoy el mundo nos ve distinto. Nos valora y nos aplaude. A veces el exitismo nos fagocita, nos confunde y no nos permite valorar lo que realmente vale la pena. Los Pumas terminaron cuartos en el Mundial de Inglaterra y eso es un motivo de alegría, pero ojo, que nadie tenga dudas de que lo mejor está por venir.