"Lo que más me asusta es que, por ejemplo, si me despiden, no tengo nada, no sé hacer otra cosa para conseguir un trabajo...No tengo otra habilidad" (Todd, 18 años, albañil); "Me gustaría considerarme inteligente. Normalmente saco buenas notas. Pero a veces me preocupa porque me siento una simple grabadora automática. Cuando salgo del colegio la gente no me van a estar dando todo el tiempo información y haciéndome preguntas, y entonces estaré perdida" (Emily, 15 años, estudiante de ciencias de la educación).
Hay dos buenas razones para reformar la educación del siglo XXI, una económica y otra personal. El muy ensayado argumento económico nos dice que el conocimiento está cambiando tan rápidamente que no podremos proporcionar a los jóvenes la base que necesitarán, sencillamente porque desconocemos cuál será esa base. Por ello, debemos ayudarles a desarrollar una mente flexible y ágil, de manera que puedan aprender aquello que les sea necesario. Si conseguimos esto, tendremos una fuerza de trabajo mundial en la que habrá personas innovadoras y dotadas de recursos. El argumento personal lleva a esta misma conclusión. Muchos jóvenes se sienten claramente inútiles ante todas las incertidumbres y complejidades del mundo contemporáneo: los niños relativamente triunfadores de las clases medias, como Emily, así como los que suponen un llamativo fracaso del sistema tradicional de la educación, como es el caso de Todd. Emily se ve a sí misma preparada para una vida de exámenes, pero no para el examen de la vida. Todd, ni siguiera cree ser capaz de llegar a dominar una nueva habilidad. Entonces, ¿cómo preparar a los jóvenes para manejar situaciones de la vida cotidiana, con la incertidumbre del día de mañana? ¿Estamos realmente preparando a nuestros jóvenes para las pruebas de la vida o para una vida de exámenes? ¿Es posible enseñar de un modo que desarrolle en los jóvenes la confianza y el apetito por un aprendizaje a lo largo de la vida, y que al mismo tiempo los ayude a aprobar sus exámenes?
Algunas respuestas. Después de años de investigaciones y trabajos prácticos, recién ahora estamos empezando a responder a estas preguntas. "Building Learning Power" (BLP) (traducción no literaria: "el poder del aprendizaje constructivo") focaliza en un desarrollo sistemático de hábitos útiles del aprendizaje, incluyendo: curiosidad o la capacidad de hacer buenas preguntas; persistir ante las dificultades de la vida; ser ingenioso en cuanto el poder de recurrir a diferentes estrategias; poder trabajar en equipo y además, ser un buen colaborador; poder reflexionar en especial, cuando es difícil. En parte, es cuestión de equilibrar el ser imaginativo con el poder pensar claramente y rigurosamente.
Ahora sabemos que es posible, en todo sentido de la palabra, ayudar a los jóvenes a ser más listos y ayudarlos a ser más inteligentes. Y la razón para hacerlo es darles la confianza con la cual podrán enfrentar cosas complicadas, de todo tipo, problemas, desafíos, en el mundo, en la vida real, tanto ahora como en el futuro. La ciencia que respalda a BLP nos hace confiar en que esto es realmente posible.
BLP invita a los docentes pensar en sus clases programadas de una forma de "doble pantalla". Una pantalla presenta el contenido, es decir, demuestra el aprendizaje específico, (por ejemplo, alfabetización); y en la segunda pantalla, demuestra la capacidad en general que quiere que sus alumnos adquieran: enfocarse, pensar acerca de, y desarrollar, (por ejemplo, colaborar).
Se puede entrar en varias escuelas en el Reino Unido, y en el mundo, y presenciar el aprendizaje simultáneo, por ejemplo, de la historia en conjunto con la empatía, o de ecuaciones matemáticas y la colaboración. De esta manera, no están adquiriendo sólo la información necesaria como para rendir bien un examen, sino también las herramientas necesarias para ser mejor alumnos de la vida.