Hay un dicho que dice que lo que no te mata te fortalece, entonces este dicho en mi persona le cae como traje de medida al cuerpo, pues después de la sumatoria de mis vivencias a lo largo de la vida, sigo vivo y con muchas ganas de contarles algunas de mis vivencias. Comienzo diciéndoles que allá por el año 1960, cumplía mis primeros 18 años de vida, de manera tal que pude ir al registro civil y sacar lo que antes se llamaba libreta de enrolamiento, haciendo un cambio en mi persona, pues ya era entonces mayor de edad a esa edad, permitiéndome entonces poder ir al cine y ver ese cuerpo deseado de la actriz Brigitte Bardod, también pude asistir al cine Odeón (hoy Fundación Astengo), para ver las películas francesas, italianas y suecas, de aquel entonces, que eran verdaderas clases de filosofía y siquitría. También me iba a la clásica esquina de avenida Corrientes y Córdoba donde se encontraba la confitería Palace, y ahí degustaba un copetín o trago, que se llamaba "clarito" y que era a base de gin. Epocas gloriosas aquellas pasadas, yo tenía la suerte de trabajar en una compañía americana, de lunes a viernes, y de noche estudiaba. Por supuesto que podría agregar muchas mas actividades, como por ejemplo haber sido cofundador de un teatro independiente, donde las funciones se realizaban en un sótano. Muchas de mis actividades eran consideradas de avanzada para la época y, por aquel entonces, nos llamaban los jóvenes viejos. Qué notable, hoy soy un viejo joven. Haciendo un resumen de todo ello, puedo decir que a mis 72 años de edad, que me siento un privilegiado, como lo fui a los ocho años de edad en el gobierno del general Juan Domingo Perón. Como digo anteriormente, entonces todas estas vivencias y muchas más que me privo de contarlas por no querer seguir aburriendo al lector, las mismas no me han matado, sino que me han fortalecido y hoy puedo decir que le doy gracias a la vida por haberlas vivido y que seguiré viviendo hasta que los dioses me manden a buscar.