Leyendas de la orilla izquierda
Las verdaderas librerías son mucho más que un simple comercio. La mercadería que venden, justamente, es la que les confiere un aura distinta de la que tiene, digamos, un negocio de ropas o un almacén de comestibles.
Las verdaderas librerías son mucho más que un simple comercio. La mercadería que venden, justamente, es la que les confiere un aura distinta de la que tiene, digamos, un negocio de ropas o un almacén de comestibles. Y es que el libro, más allá de los agresivos y hasta insolentes avances de la virtualidad, sigue teniendo (mal que les pese a muchos) un carácter sagrado.
Cada ciudad tiene sus propios templos y París, la urbe más íntimamente vinculada a la cultura en el planeta entero, no podía prescindir de ellos. Quien recorra sus calles en busca de algún compañero de papel encontrará maravillosos reductos, como L'Ecume des Pages, en el 174 del boulevard Saint-Germain, en Saint-Germain des Prés, o La Hune, en el 16-18 de la rue de l'Abbaye. Son sólo dos perlas de un collar innumerable.
Pero la librería que acaso más que ninguna esté vinculada con la leyenda del talento y la bohemia de principios del siglo veinte en la Ciudad Luz es Shakespeare and Company, en el 37 de la rue de la Bûcherie, que abrió la recordada Sylvia Beach y está indisolublemente ligada a una de las obras maestras de la narrativa de todos los tiempos: el Ulysses, del irlandés James Joyce.
Y es que como toda librería que se precie, Shakespeare and Company —en la orilla izquierda del Sena— fue punto de reunión y polo de emisión. Allí se solían encontrar los referentes de la (insólitamente) llamada Generación Perdida de la literatura norteamericana, liderados por un todavía inexperto Ernest Hemingway. La hermética Gertrude Stein (la de la famosa frase "una rosa es una rosa es una rosa", que buscaba ridiculizar la poesía recargada y superficial de cierta época histórica) y el tan genial como iracundo Ezra Pound se daban cita entre sus abarrotados estantes. Pound, ya consagrado y portador de uno de los detectores de talento más desarrollados en la historia de la literatura, pactó en Shakespeare and Company el intercambio de lecciones de estilo por clases de boxeo con el juvenil Hemingway.
Sin embargo, la figura que sin dudas magnetizaba las miradas era la enigmática silueta de Joyce, el hombre que dinamitaría la literatura con la audacia del Uysses. Y fue justamente la generosa apuesta de su amiga Sylvia Beach la que le permitió al gran escritor irlandés publicar su obra cumbre, que tardó en ser reconocida como lo que era: un auténtico capolavoro. Además de Joyce, Pound, Stein y Hemingway, pasaban por Shakespeare and Company Man Ray, Samuel Beckett, Valery Larbaud,
André Gide, Paul Valéry y el mismísimo Jacques Lacan. En 1941, durante la ocupación alemana, Beach rehusó vender la primera copia de la novela Finnegans Wake, del mismo Joyce, a un oficial alemán. Fue arrestada e internada en un campo durante seis meses y la librería se cerró. Nunca más volvió a abrirse en su localización primitiva (12 rue de l'Odeon), aunque se reabrió años más tarde en su actual ubicación, junto al inevitable Sena.