En Córdoba hay una escena de rock emergente que pide pista. Un circuito que agrupa a bandas de los estilos más variados que tienen ambición y concretan proyectos. Esto es lo que refleja el libro "Esto es una escena", que hoy se presenta en Rosario en Nómade (Ovidio Lagos 68 bis), a partir de las 19. El libro, que fue ideado y compilado por el periodista Juan Manuel Pairone, incluye textos de distintos escritores, críticos y artistas sobre 19 discos emblemáticos de la nueva música joven cordobesa, discos que ayudan a comprender el complejo paisaje estético de esta escena y que disparan textos personales, tan reflexivos como apasionados. Pairone hablará sobre su libro junto al periodista invitado Bernardo "Perry" Maison, y después habrá un show con la banda cordobesa Viaje A Un Minúsculo Planeta y los rosarinos de Aguas Tónicas.
En charla con Escenario, Pairone definió las características de una escena en crecimiento, habló de los lazos con las bandas de Rosario y dijo que no reniega del cuarteto porque su provincia también tiene tradición rockera.
—¿Qué fue lo que te motivó para encarar este libro?
—La motivación del libro nace con los discos y los artistas que fueron surgiendo en los últimos años dentro del rock y el pop cordobés. Desde 2010, con la aparición de sellos como Ringo, Discos del Bosque, Lo-Fi o Mocena, creo que también se inició un lento pero progresivo camino a la profesionalización, una suerte de salida colectiva de ese preconcepto que asocia a los músicos con el cuelgue y la falta de concreción. Se fue generando un círculo virtuoso, en el que cada disco o espectáculo de un artista cercano servía como motivación para la obra propia. Yo viví ese proceso como músico del grupo Un Día Perfecto Para El Pez Banana. Nos inspiraba ver shows de Hipnótica, Viaje A Un Minúsculo Planeta o Nuna Malta, o escuchar discos como el primero de Rayos Láser o los de Tomates Asesinos, con un sonido increíble y una propuesta súper personal. Así nació la idea de hacer un libro sobre discos de Córdoba de los últimos años, pero me di cuenta de que era imposible llevar a cabo ese trabajo de manera individual. Así que decidí convocar a 20 escritores, periodistas, músicos y críticos de cine, una fauna variada de gente con algo en común: el amor por la música, por ir a ver bandas locales y por la escritura.
—¿Hay características que unan a las bandas que aparecen en el libro?
—Creo que la característica que conecta con mayor intensidad a todo este grupo heterogéneo de artistas es la ambición. Hay una necesidad de decir algo musicalmente, algo propio y con un estándar de calidad alto, que atraviesa a diferentes estilos y concepciones sobre la música. Eso tiene que ver con el hecho de tomarse la música no como un lindo pasatiempo, sino como un oficio al que se le debe dedicar tiempo, pasión y también una cuota de sacrificio. Las bandas que aparecen en el libro tienen diferentes intereses en materia de estéticas y sonidos, pero comparten un profesionalismo que se hace cada vez más evidente.
—Una escena está formada por un número de bandas, sellos, un circuito para tocar en vivo, público propio, prensa y crítica. ¿Todos estos factores confluyen en Córdoba?
—Como en gran parte del país, lo que abunda en Córdoba son bandas. Si bien no sobran lugares para tocar, la oferta de cada fin de semana se engrosa cada vez más, y la competencia ha pasado a ser una realidad con la que hay que convivir. De todos modos estamos hablando de un circuito que tiene techos de convocatoria de 500 ó 600 personas en presentaciones de discos o shows importantes. Estamos lejos de ser una actividad cultural con peso propio en cuánto a lo numérico, pero se nota un interés creciente y es evidente que la audiencia se va renovando. Creo que falta aún un espaldarazo definitivo de los grandes medios, sobre todo las radios de mayor alcance. Las canciones y los discos están, sólo falta que algún programador descubra esta tanda de hits en potencia. En cuanto a la crítica, la idea del libro surge un poco para reforzar ese costado. Ahora hay mucha gacetilla reproducida y poca creatividad. Pero también hay gente que imprime su amor por la música en textos jugados, en una divulgación que nada tiene que ver con el amiguismo, y sí con la admiración o la emoción que genera una obra que te rompe la cabeza.
—En Rosario hay una queja constante de que no hay lugares para tocar en vivo o que las condiciones para tocar son malas. ¿Qué sucede en tu provincia?
—En Córdoba sucede algo similar, aunque de a poco se logran mejores condiciones. Hoy un lugar que no tenga un sistema de sonido acorde a las necesidades expresivas termina perdiendo. Los músicos son cada vez más exigentes con eso, y está bien. Todo el circuito está en un lento proceso de crecimiento. Quienes no se adapten a eso seguramente tendrán que pensarlo dos veces. Por supuesto, es una pelea que no se gana de un día para el otro. Todavía subsisten prácticas arcaicas del tipo "vender entradas para tocar" y es prácticamente imposible cobrar cifras acordes al trabajo realizado por los proyectos musicales.
—¿Hay vínculos entre la escena cordobesa y la rosarina?
—Mi vínculo con la escena rosarina empieza con el sello Planeta X, y luego con Polvo Bureau, proyecto que compartió muchas cosas con Ringo Discos. Hicimos producciones conjuntas y llegamos a editar un disco entre ambos sellos. Después, a nivel bandas, hay artistas increíbles en Rosario, como Los Codos, Chimo, Alucinaria, Aguas Tónicas o Sucesores de la Bestia. Desde afuera noto que hay un nivel de desarrollo dispar, con artistas que no terminan de concentrarse en los shows y en todo lo que implica trabajar para que un proyecto musical crezca. Pero al mismo tiempo veo cosas como el festival Otro Río, que es una referencia a nivel nacional en cuanto a producción y generación de vínculos con otras provincias. En este sentido, creo que el vínculo entre las escenas cordobesa y rosarina aún tiene mucho por explorar. Estamos muy cerca, son dos de las tres ciudades más importantes del país, creo que el canal debe ser todavía más fluido.
—Desde siempre a Córdoba se la relaciona con el cuarteto, y no parece tener tradición rockera. ¿Eso le juega en contra a las bandas para trascender?
—El cuarteto es la mayor industria cultural de la ciudad y la provincia. Eso juega en contra a la hora de buscar mayores espacios de difusión, pero también forma parte del contexto en el que nos movemos y no tenemos por qué renegar de eso. El cuarteto es parte de la ciudad en la que nací y crecí, pero eso tampoco significa que hacer rock o pop acá sea mala palabra, sobre todo porque al ser una ciudad universitaria acá se cruzan muchas influencias del folclore y de otras músicas. De hecho, Córdoba tiene una de las movidas electrónicas más grandes de Sudamérica, y eso es algo que también está muy presente para nosotros. Además hay una tradición rockera bastante importante en Córdoba. Es una lástima que no haya mucho registro de eso, y que sea algo más ligado al boca en boca. Pero hay toda una mística ligada a los festivales y a espacios míticos de los años ochenta y los noventa que aún se percibe.