Poco podía imaginar Julio Verne, que nació en Nantes junto a la desembocadura del Loira en 1828, que la ciudad en la que vivió sus primeros años y en la que empezó a imaginar aventuras, haría realidad casi dos siglos después algunos de sus sueños, probablemente compartidos con otro visionario, Leonardo da Vinci, casi 400 años antes.
Elefantes articulados de 12 metros de alto y 50 toneladas, garzas de ocho metros de altura, arañas gigantes que transportan pasajeros en su lomo, gigantescas culebras que retozan en las aguas del estuario, un carrusel de tres pisos de 25 metros de altura y 22 de diámetro en el que el visitante se introduce en el interior de monstruos y juega entre fondos marinos, abismos y la superficie del océano.
El penúltimo proyecto, que ni Verne ni da Vinci, ni siquiera imaginaron y que no estará listo hasta 2019, será un gran árbol de acero recubierto de plantas originales y exóticas, con 22 ramas de más de 20 metros de largo cada una.
La casa en la que vivía la familia Verne, en un promontorio sobre el Loira, acoge ahora un modesto y poco explotado museo dedicado al que, además de escritor, fue poeta, dramaturgo, abogado y científico.
Verne es el autor más traducido del mundo, sólo superado por Agatha Christie. La única obra que no publicó en vida (se editó en 1994) fue una triste novela llamada "París en el siglo XX", acerca de un joven que vive en un mundo de rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad, automóviles de gas, calculadoras y una red mundial de comunicaciones, pero que no puede alcanzar la felicidad y se dirige a un trágico fin.
En tres décadas, Nantes se ha convertido en una de las ciudades más dinámicas e innovadoras de Francia. Antiguas fábricas y viejos almacenes se han transformado en sedes culturales.
Las calles se convierten en telón de fondo de espectáculos callejeros. Los muelles se animan a finales de verano con el jazz y el ocio. El centro de Congresos abre sus puertas a 154.000 espectadores durante La Folle Journée con 350 conciertos de música clásica en pequeño formato, a precios populares y de alto nivel.
Cada verano, "Le Voyage à Nantes" despliega toda su capacidad cultural e inunda la ciudad con actividades que atraen a más de 540.000 visitantes.
Para que nadie se pierda en la visita de la ciudad, se ha dibujado sobre aceras y adoquines una serpenteante línea verde que hace el recorrido por todo lo esencial que hay que ver en la ciudad. En total son 15 kilómetros de sorpresas. No hay una ruta predeterminada, pero a lo largo de ella se pasa revista a la rica historia marítima y fluvial de Nantes, con los palacetes de los armadores del siglo XVIII y su puerto, la impresionante catedral y del castillo de los Duques de Bretaña. También se puede pasear por los barrios medievales de la Judería y de Bouffay.
Algunas atracciones
El antiguo barrio medieval de Bouffay, cerca del castillo de los duques de Bretaña y de la elegante catedral, reúne un conjunto de fachadas con paredes de entramados del siglo XV y casas de piedra del siglo XVIII que dan a estrechas callejuelas que evocan los antiguos gremios, como la rue des Echevins (regidores), de la Boucherie (carniceros), des Petites Ecuries (cuadras) o la place du Change (del cambio).
Este animado barrio está repleto de acogedoras terrazas y restaurantes con cocinas de todo el mundo para reponer fuerzas. Junto al castillo, la Catedral de San Pedro y San Pablo es el otro monumento fundamental de la ciudad, también en el barrio de Bouffay.
Erigida entre 1434 y 1891, su fachada gótica de dos torres, sus bóvedas (más altas que las de Notre Dame de París, con 37,50 metros), así como la tumba de Francisco II y de Margarita de Foix (obra maestra renacentista) merecen atención. Es considerada como Monumento Histórico de Francia.
Elegancia y esplendor son calificativos apropiados para describir la catedral. El viajero puede tratar de dilucidar qué partes corresponden al edificio original gótico flamígero del siglo XV y cuáles a la reconstrucción posterior a 1972, cuando un incendio consumió buena parte del templo. Memorial de la abolición de la esclavitud. Situado en el muelle donde zarpaban los barcos negreros (quai de la Fosse) se alza el Memorial de la Abolición de la Esclavitud para señalar el nexo de la ciudad con su pasado.
Junto a la pasarela Victor Schoelcher, líder antiesclavista de mediados del siglo XIX, este monumento es un gesto artístico y un homenaje a todos los que lucharon, luchan y lucharán contra cualquier forma de esclavitud en el mundo.
Un itinerario urbano de 1,5 km une el Memorial con el Castillo de los duques de Bretaña y sus salas dedicadas al comercio de esclavos. A través de la ciudad, 11 paneles informativos indican los lugares y monumentos relacionados con la trata de negros.