Los azules de Tablada, que habían ascendido el 30 de abril de 1957, al ganar en la última fecha en la vieja cancha de Quilmes 3-0 a los cerveceros, empezaron a los tumbos en primera división, perdiendo 1-2 con Atlanta en Villa Crespo; 1-3 con Independiente en Rosario, y 0-5 con Estudiantes en La Plata. La cuarta fue la vencida. Esta es la síntesis:
6 de julio de 1958
Central Córdoba (3)
Palminteri, Dante Álvarez y Rivoiro; Valenti, Villagra y Fruttero; Serravalle, Indalecio López, Federico, Vizzo y Delogú.
Boca Juniors (2)
Mussimesi, Di Gioia y Edwards; Lombardo, Mouriño y Schandlein; Nardiello, Bellomo, Ambrois, J.J. Rodríguez y Scialino.
Goles: PT 21´ Álvarez, de penal. ST 8´Bellomo, 22´ y 37´ Vizzo, 38´Nardiello.
Árbitro: Praddaude.
Recaudación: $104.521.
Cancha: NOB
Y una última perla de la crónica: cuando Dante Álvarez convirtió de penal el primer gol en el arco del Palomar, "el tanto tuvo repercusión en la tribuna pequeña que da hacia el hipódromo, donde una gran bandera con los colores de Boca Juniors señalaba a quienes la ocupaban. Se produjo un tumulto de proporciones, y había un solo agente en el lugar, que tuvo que hacer frente a la gresca general para lo cual, con el peligro consiguiente, desenvainó el espadín para imponer respeto, por cierto con poco éxito".
La rama juvenil
Sábado por medio, cuando Central Córdoba juega de local, en las dos puertas de acceso al estadio un grupo de integrantes de la Subcomisión de Jóvenes Charrúas entregan en mano de cada ingresante Simplemente Charrúa, publicación quincenal de ocho páginas que en cada número incluye un reportaje a una figura del equipo o algún dirigente y datos referidos al partido anterior y al que se va a jugar ese día; es de distribución gratuita y se solicita una contribución voluntaria.
"La gente se muestra interesada en la publicación y colabora económicamente. Ahora estamos pensando transformarla en una revista mensual, con otro diseño, más páginas y a otro costo. Que no sólo se distribuya en el Gabino Sosa sino que también se ofrezca en los kioscos de la zona sur y el centro y en la propia sede de calle San Martín. Y que aparte de lo futbolístico tenga otros contenidos, en lo deportivo, y en la vida social", señala Matías Olivero, secretario de actas de la Comisión Directiva, colaborador permanente de la Subcomisión, que resume los objetivos de la labor institucional: "Buscamos que haya un recambio generacional en el club. La CD tiene poca gente joven y queremos que en el futuro eso se revierta, que esté poblada de jóvenes. El empuje de todos ellos suple la falta de experiencia. Funcionamos desde hace pocos meses pero ya hemos hecho varias cosas".
Cuando, hace poco más de dos años, la actual comisión directiva encabezada por Carlos Lancellotti asumió la conducción del club, el consenso de socios e hinchas fue casi unánime; la situación del club no daba para más y las irregularidades aparecían hasta en crónicas policiales. Muchos recuerdan las "bailantas" que asolaban a los vecinos, cuya organización la CD anterior cedió a intereses privados. El salón principal de la sede estaba destinado a esa actividad y así quedó, sucio y lleno de trastos; los jóvenes hicieron un operativo de limpieza y pintura con donaciones de comerciantes de la zona. Otra anomalía que encontraron los nuevos dirigentes fue en un sector del buffet: separadas por placas se habían improvisado habitaciones donde dormían cinco integrantes del primer equipo.
La recuperación del Polideportivo de Villa Gobernador Gálvez, en el que juegan la primera local y las divisiones inferiores, figura también entre las prioridades. Ese predio fue adquirido en 1992 y, por total casualidad, tiene la misma dirección de la sede: San Martín 3250; en aquel caso de la vecina localidad santafesina.
Sobre todo este proceso, el presidente del club, el traumatólogo Carlos Lancellotti, dijo en Simplemente Charrúa: "Cuando llegamos encontramos un Central Córdoba arrasado y destruido. Empezamos por reconstruir la pileta y el bar, sacamos el boxeo que funcionaba en la planta alta del patio y el boliche bailable que ocupaba el salón; mejoramos de a poco el estadio Gabino Sosa y revertimos la imagen en lo deportivo; pero le seguimos debiendo mucho a la gente y me da un poco de vergüenza no haber podido hacer más. Cumplimos dos años de gestión y me parece como si fueran diez. Es una actividad que no te da tiempo a descansar mentalmente. Y todo esto se agrava por contar con pocos ingresos. La realidad es que necesitamos más ayuda y que se acerque más gente. Todos los proyectos están relacionados a la sede social y sus disciplinas. Tenemos la institución y el predio pero nos falta organizarnos y tener un poco más de margen financiero que nos permita estimular y proyectar lo que tenemos en mente. Si bien el fútbol es lo más importante, necesitamos también desarrollar políticas vinculadas con la parte social para aumentar un mayor caudal de socios y lograr que adopten el club como su propia casa".
Otro miembro de la CD que participa en la subcomisión juvenil es el protesorero Bruno Aguilera y algunos de la treintena de integrantes son Tomás Milano, Franco Scarafía, Diego Gatti, y dos mujeres, Natalia Furnari y María Fernanda Mamani; ambas dicen haber heredado la pasión charrúa: Natalia, de su padre, y María Fernanda de un novio que la llevó por primera vez a la cancha pero que, al terminarse la relación, le correspondió a ella, como en una "división de bienes", el placer de ir los sábados a la tribuna oficial.
Julio Rodríguez, por su parte, está abocado a la creación del Museo del club: "El año pasado, a raíz de la puesta en valor de la estación ferroviaria de 27 de Febrero y Juan Manuel de Rosas, lugar donde se fundó Central Córdoba en 1906, presentamos una carpeta a Belgrano Cargas, que es la empresa concesionaria; próximamente nos reuniremos con ellos. Queremos tener un espacio para nuestro Museo". La más preciada joya para exhibir allí será la Copa Beccar Varela, que Central Córdoba ganó en 1934, compitiendo con clubes de Rosario, Buenos Aires y Montevideo. "Para la última muestra del Museo de la Ciudad —prosigue Rodríguez— nos solicitaron ese trofeo y lo restauraron. Es algo único, no hay otro así. También pensamos llevar al Museo otros trofeos y vamos a solicitar donaciones de camisetas y otros objetos a familiares de futbolistas que vistieron la azul".
En cuanto al Gabino Sosa, la Subcomisión de Estadio impulsa la construcción de la tribuna cabecera sobre Juan Manuel de Rosas, que fue desarmada hace tres años cuando había un proyecto provincial que finalmente no se concretó. La capacidad del estadio se estima en 17.000 espectadores pero cuando se contaba con la cabecera de 1º de Mayo (cuyos tablones se vendieron a Deportivo Laferrere y a un club de Arroyo Seco) la capacidad llegó a 40.000 personas. Esa multitud se reunió el día de la inauguración del nuevo estadio, el 27 de abril de 1959, cuando se jugó la final del triangular por la Copa Humberto Semino, que compartió con Newell´s y Central, y que el charrúa obtuvo ese día al ganarles 3-2 a los rojinegros.
Otra vez será
La última vez que "Córdoba" estuvo cerca de volver a la primera división fue en el invierno de 1993. Finalizadas las 42 fechas del Nacional B, el campeón Banfield ascendió directamente. El segundo ascenso surgía de un Reducido entre los ocho clubes que lo siguieron en la tabla. El charrúa, que terminó quinto, superó sin inconvenientes a Arsenal: 1-1 en Sarandí y 2-0 en Rosario. Tuvo entonces que enfrentar a Colón en semifinales. Primer partido en cancha de NOB, con más público sabalero que charrúa: 2-1 para los santafesinos. La revancha en la capital provincial parecía un trámite; hasta perdiendo por un gol los locales jugarían la final. Distendido, el entonces DT de Colón, Jorge Ginarte, tenía ese frío atardecer de sábado un auto y sus acompañantes listos para, no bien terminado el partido, partir a Salta para ver la otra final al día siguiente y estudiar al futuro rival: Gimnasia y Tiro o Sportivo Italiano. Contra todo pronóstico, promediando el segundo tiempo, el árbitro Aníbal Hay cobra un penal por infracción a Caballero, que Walter Reyna convierte, y unos minutos después, Rubén Petete Rodríguez saca desde afuera del área un disparo imposible que se clava en el ángulo superior izquierdo del arco de Perassi. Dos a cero. En los últimos minutos, con un Colón desesperado lanzado al ataque, un contragolpe termina con el Negro Almirón marcando el 3-0 final. Silencio de hielo en el Cementerio de los Elefantes.
El sábado 31 de julio a las 19 en el Gigante de Arroyito comenzaba el partido de ida de la final con Gimnasia y Tiro. Los hinchas memoriosos todavía recuerdan que a los pocos minutos de comenzado, José Luis Orellano quedó, tras un pase de un compañero, mano a mano con el arquero salteño y que si hubiera cabeceado la posibilidad del gol era enorme, pero el Colorado quiso pegarle con el pie derecho, levantó mucho la pierna y el remate defectuoso salió desviado. Una jugada que pudo cambiar el curso de un partido que finalmente ganó Gimnasia y Tiro 2-0. Una semana después, con el famoso Javier Castrilli como árbitro, los salteños volvieron a ganar, 3-2, y ascendieron. Central Córdoba siguió una década más en el Nacional B, antes de bajar a la B Metropolitana y después a la Primera C, categoría de la que le cuesta salir.
El gran Pato
El máximo goleador de la historia del club, 103 goles en 235 partidos, Daniel Omar Núñez, nació en San Carlos Sur, sede de la Fiesta Nacional de la Cerveza, hace 51 años. Su padre trabajaba con futuro promisorio en la Cristalería de esa localidad santafesina del departamento Las Colonias, a 48 kilómetros de la capital de la provincia. Pero Omar Núñez muere muy joven y cambia para siempre la vida de su también joven esposa; la mujer, que debe hacerse cargo de la subsistencia familiar, decide mudarse a Rosario para trabajar, criar y educar a sus hijos; Daniel tenía cuatro años. Alquilan una casa en la zona sur, un departamento de pasillo en la calle Anchorena, y ya no se moverán del barrio. Cuando venden la casa de San Carlos Sur, la madre compra una en Castro Barros y Olegario Víctor Andrade, para cambiar luego por otra en Balcarce al 5200. Cuando tenía 15 años se anotó en uno de los torneos libres de fútbol, muy populares entonces en Rosario, que le permitían a un jovencito como él jugar con muchachos de 20 o 25, aunque con el riesgo cierto de ser intencionadamente golpeado. En uno de esos partidos lo vio jugar un allegado a Central Córdoba y enseguida le propuso ir a dar una prueba; con la venia de su madre, y con un bolso al hombro, días después el Pato rumbeaba para Juan Manuel de Rosas y Virasoro, lleno de ilusiones.
"Son medio raras esas pruebas —recuerda Núñez—, porque uno llega allí y no conoce a nadie. Pero me probaron y quedé. Empecé en la Primera C, en 1988 fuimos campeones y ascendimos a la Primera B, donde en poco tiempo, en 1991, ascendimos al Nacional B. El 13 de abril pasado se cumplieron 25 años de ese ascenso y ese día nos reunimos a cenar todos los integrantes del plantel, dirigentes, periodistas. Ese año fui el goleador del campeonato y me venden a Racing. Para mí —y lo dije la noche que celebramos los 25 años— la máxima aspiración era jugar en la primera de Central Córdoba, jugar como el Bocha Forgués, como Lebioso, como el Puma Guerrero. Pero estar en Racing, uno de los grandes clubes de América, me llenaba de orgullo. Ahí sucedió algo inesperado. Roberto Perfumo, que era el técnico que me había pedido, al tercer partido tuvo desinteligencias con el presidente del club y renunció. Vino otro DT, Osvaldo Chiche Sosa, pero para mí no fue lo mismo. Además, había en el puesto dos titulares inamovibles: el Turco García y el Beto Carranza, dos grandes jugadores que siempre eran titulares".
De Racing, el Pato pasa a préstamo por una temporada a Deportivo Morón y se da el caso indeseable de pisar una tarde el césped del Gabino Sosa con la camiseta blanca y roja: "Pato, vos sos nuestro..." le gritaban los hinchas. Pero un día volvió al pago, ya que en su trayectoria tuvo tres etapas en Central Córdoba: 1984/86, 1987/91 y 1993/96. Entre esas fechas data su paso por Unión de Santa Fe.
Daniel Omar Núñez protagonizó hace tres años una singular experiencia: fue actor, interpretándose a él mismo, en Figurita de goleador, obra breve incluida en el ciclo Biodramas, que se representó en el Parque España con coordinación general de Vivi Tellas. La obra fue creada por el Pato en estrecha colaboración con el director José Pierini y la propia Tellas.
"El término Biodrama —relata Pierini— fue acuñado por Tellas y refiere a una rama del género dramático que se caracteriza por poner en escena o trabajar como material dramático las historias de vidas de personas vivas. Con la particularidad de que son las mismas persona las que representan su historia en el escenario. Yo soy nacido en Santa Fe —prosigue— y viví allí hasta los 19 años, me hice hincha de Unión por mi abuela y mi viejo que me llevaba a la cancha de chiquito. A quienes nos gusta el fútbol sabemos que esas primeras idas a la cancha son inolvidables, esas imágenes quedan impregnadas de por vida. Justo en esa época, fines de los ochenta, un jovencito Daniel Pato Núñez fue fichado por la primera de Unión para jugar un par de temporadas, en ese plantel estaba, por ejemplo el Turco Alí, uno de los grandes ídolos tatengues. El Pato fue uno de los primeros nueves que yo vi jugar y muy probablemente uno de los primeros goles que grité abrazando fuerte a mi viejo. Lo que no sabía ese niño era que muchos años después se iba a encontrar con ese mismo goleador para gritar gol, no ya en una cancha, sino arriba del escenario. El fútbol es un hecho escénico muy potente que siempre me atrajo y lo sigue haciendo. El deporte en general me parece un tópico dramático genial, así que voy a seguir investigando esas vidas y esos ámbitos."
Central Córdoba cumplirá 110 años el 20 de octubre próximo. Es la tercera fuerza del fútbol de la ciudad y si esa condición pudiera extrapolarse al mundo de la política cabría soñar que alguna vez esa tercera fuerza sea la primera. Pero aquí no hay elecciones y, si las hubiera, el cambio de ánimo de los votantes sería en estos tiempos más difícil que pasar de un gobierno progresista a otro conservador. Sea como fuere, en la lucha despareja entre clubes grandes y chicos nadie llegó tan lejos como aquel promotor de publicidad que vendía avisos para una trasmisión radial de la campaña de Central Córdoba, quien ante sus potenciales clientes, comerciantes en su mayoría, planteaba: "La ciudad está dividida entre Central y Newell's. ¿Sí? Pero Central Córdoba tiene su espacio y toda la ciudad lo quiere. Ahora bien: cuando juega Central, si usted es de Central escucha la radio que transmite el partido. Y si es de Newell's escucha la de Newell's. Es muy raro que escuche la del eterno rival. ¿Sí? En cambio, cuando juega el charrúa, toda la ciudad lo escucha. Es decir, es la trasmisión con más audiencia". No se sabe qué pensaron quienes escuchaban el argumento ni hay indicios que indique cuántos le creyeron. Pero es fácil imaginar las sonrisas.
El pibe de oro
Guatemala casi esquina Santa Fe. A menos de media cuadra, el club Aguilucho, a seis de la escuela primaria Bartolomé Mitre; calles de tierra y, por todos lados, potreros y baldíos. En esas pocas manzanas del entonces escasamente habitado barrio Belgrano de fines de los cincuenta transcurrieron la infancia y adolescencia de Tomás Felipe Carlovich, a quien un vecino —no se sabe por qué, ni si tuvo algún significado— bautizó con el apodo de Trinche, postergando hasta el olvido al cariñoso "Tomasito". Pronto su destino de futbolista profesional pareció cantado y cuando lo llevaron a probarse en Central todo el barrio se puso contento. Pero como dice Tabaré Cardozo en su notable canción murguera El juego: "La felicidad brilla encendida/ cabalgando en la estampida/ ciega de la multitud./La dorada luz de las medallas/ colgará de la muralla rota de la ingratitud./Y en el medio de la noche, no hay/ un silencio para recordar/ que la vida parece que fuera un juego/ un juego que todos podemos ganar." No era su momento en Arroyito: al DT Miguel Ignomiriello no le interesaban la habilidad y la belleza sino la pura efectividad. Casi no jugó (apenas un partido contra Los Andes) y su carrera siguió por otros rumbos: Deportivo Maipú, Independiente Rivadavia, ambos de Mendoza, Colón (una infausta lesión interrumpió un ciclo que podía ser exitoso), Flandria y, en diferentes períodos, Central Córdoba. Sobre los vaivenes de esa trayectoria, las anécdotas y la leyenda del Trinche se ha dicho mucho: en la web hay innumerables notas y videos, entre éstos un documental de la televisión española y una entrevista del periodista Pablo Feldman para el programa de televisión "Aislados". El año pasado, en Buenos Aires, Daniel Console publicó el libro El séptimo era duende. Allí da cuenta de los dos únicos registros "en movimiento" del futbolista, disponibles en Youtube: la película nacional Se acabó el curro, dirigida por Carlos Galettini en 1983, en la que se ve una fugaz jugada de pocos segundos, y un resumen de tres minutos de Defensores de Belgrano 3 Central Córdoba 1, transmitido por televisión. El pasado 19 de abril el Trinche cumplió 70 años.
Tristezas de la calle Virasoro
"¡Hiciste capote, pibe!". La frase tiene distinto emisor, según quien la cuente. Para algunos fue uno de los cracks de la Máquina, al terminar el primer partido de Vicente de la Mata contra Ríver, en su nuevo club, Independiente. Para otros el que la dijo fue un compañero del rojo, Antonio Sastre, cuando Vicente hizo un gol tras gambetear a medio equipo rival, ilustre antecedente del gol de Maradona a los ingleses. Lo cierto es que desde ese momento Vicente pasó a ser Capote. Era un pibe que un par de años antes, en 1935, cuando tenía 17, había debutado en la primera de Córdoba en la liga rosarina; a su lado jugaba Gabino. Por $30.000 pasó a Independiente, donde brilló muchos años, tanto como en la selección para la que jugó en torneos sudamericanos. Tras un paso por Newell's, quiso retirarse en su club de origen y entre 1953 y 1955 volvió a vestir la azul con vivos rojos. Retirado, tuvo su paso por la dirección técnica e instaló un bar en el centro que aún lleva su apodo como nombre. Un familiar contó que la última vez que De la Mata fue al Gabino Sosa era una tarde de invierno muy fría y con garúa (uno lo imagina caminando por Virasoro). En la tribuna empezó a sentirse mal, regresó a su casa y ya no volvió a salir. Días después murió. Era el 4 de agosto de 1980 y tenía 62 años.
Payador de la redonda
La leyenda, muy difundida, cuenta que en la etapa preprofesional Gabino Sosa firmó un contrato con el club pidiendo como parte de pago una muñeca para una de sus hijas. Incluso hace unos años ésta fue entrevistada confirmando la veracidad del hecho.
Ya no quedan hinchas que lo hayan visto jugar pero se coincide en su carácter de líder, a la manera de Obdulio Varela, el Negro Jefe de la selección uruguaya del Maracaná. Su puesto era el llamado centroforward, o eje delantero, con el número 9. En el libro de Leónidas Ceruti y Pablo Sapei editado en 2006 con motivo del Centenario del club, se transcribe una nota sobre Gabino de Ricardo Lorenzo, Borocotó: "Maestro del fútbol rosarino. Se lo llamó el payador de la redonda. Porque le puso la letra y música a la pelota. Sus largos años de actuación determinaron que su fútbol hiciera escuela. Los quintetos rosarinos jugaron «a lo Gabino», con los tres centrales apretados entre sí, pases cortos, y las puntas en avanzada. Formación denominada abanico. No fue goleador. Los tuvo a sus costados, los construyó. Más que realizarlos prefirió propiciar goles. Y si llegado ante la valla la seguridad mayor de conquista estaba en sus pies, la ubicaba. Jamás el taponazo".
Jugó durante veinticuatro años en la institución de Tablada, y compartía entrenamientos y partidos con su trabajo como empleado ferroviario en la estación Central Córdoba. También lo hizo en combinados rosarinos y en selecciones nacionales. Murió, a los 72 años, el 3 de marzo de 1971, pero tuvo el orgullo en vida de ver con sus propios ojos que el legendario estadio de 25 de Diciembre y Virasoro llevara su nombre desde fines de 1969.