twitter: @MauricioMaronna
Por Mauricio Maronna
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El gobierno eligió el camino más barroso para intentar corregir los efectos negativos de la política económica que dejó Cristina Fernández de Kirchner. Pero ahora quedó en el pantano. Y si en la economía le iba mal, y en la política los resultados eran óptimos, hoy amanece otra historia, en la que los consensos opositores ya no serán gratuitos.
A esta altura de las cosas resulta una contradicción flagrante que Mauricio Macri haya apostado a "sincerar" la economía con un tarifazo desproporcionado y fuera de lugar, pero ahora no pueda ni siquiera recibir el dinero constante y sonante de un aumento gradual y razonable. Dicen los expertos en números que al Estado le costaría cerca de 70 mil millones de pesos el mantenimiento de las tarifas congeladas de gas y luz.
Una mueca de fastidio extra tienen por estas horas los santafesinos: la Empresa Provincial de la Energía (EPE) comunicó que la facturación correspondiente al mes de julio "no sufrirá variación respecto de la anterior, debido a que la compañía mayorista no modificó los precios", por lo que debe ser pagada por los castigados usuarios, al tiempo que la Multisectorial recomienda no abonarlas hasta que aclare el panorama. Un absoluto despropósito. Todo parece ser un aporte más a la confusión general.
Cara o cruz. Pero hay que volver al escenario nacional, cuando el gobierno de Cambiemos ingresa a una zona de clivaje, camino a lo que será la puerta a un futuro político venturoso o una luz roja para el devenir mediato: las elecciones de 2017.
Hasta aquí, y pese a que no había en el día a día una situación objetiva de luz radiante para el oficialismo, la oposición peronista le concedió la derecha a Macri en el Parlamento desde el acuerdo con los holdouts. Sin embargo, todo el proceso que desembocó en la discusión de los tarifazos provocó que la semana pasado la oposición pudiese mostrar su capacidad de unirse para alcanzar quórum.
La cuestión reglamentaria —la exigencia de una mayoría especial— evitó que el ministro de Energía, Juan José Aranguren pudiera ser interpelado. La duda es si Cambiemos podrá imponer su propia agenda parlamentaria hacia adelante.
En tiempos de malaria económica el gobierno debe rezar al cielo para que se mantenga la diáspora peronista y aparezca alguna opción de centroizquierda que balcanice aún más el espectro opositor.
En ese contexto, también le cae como maná del cielo la irrupción política desproporcionada de Hebe de Bonafini, quien con un discurso intolerante lejos está de ampliar la base política del kirchnerismo más concentrado y militante. La mujer, que fue un símbolo universal en la defensa de los derechos humanos, ahora llamó a retomar la marchas de la resistencia contra Macri, a quien tildó de "enemigo", y admitiendo que su nuevo propósito de lucha —más secular— es "Cristina conducción".
"Nosotros sabemos que del 49 por ciento que votó al FpV en el ballottage será casi imposible que se sumen votantes a Cambiemos. Tenemos que mantener, íntegro, el voto de la primera vuelta y apostar a que la oposición se divida en gajos. Pero eso se hace con política y, a estos muchachos, les cuesta", dijo el viernes a la noche un dirigente radical, preocupado por el camino que tomó Macri de desoír el ruido político adentro del oficialismo que pide el final de Aranguren en la gestión pública.
A Macri lo incomoda depender de Sergio Massa, a quien alguna vez llamó "ventajita" por su ductilidad para sacar siempre provecho de la coyuntura. Hoy, el líder del Frente Renovador aparece en la escena como el principal adversario de Cambiemos, pero también tiene sus dilemas.
Una franja cuantitativamente importante tiene buena imagen de Massa porque lo visualiza como un opositor responsable que ayuda al presidente de la Nación. Mientras, el diputado nacional tigrense deberá definir si su camino es la consolidación como referencia del PJ o se desprende de esa cáscara para buscar un camino común con Margarita Stolbizer.
Al margen de las consideraciones del tablero electoral con los protagonistas habituales, lo que preocupa al poder central es el rol activo que ha tomado la Iglesia a la hora de mostrar sin dualidades la realidad social del país.
Luego de la marcha a la Casa Rosada el domingo de San Cayetano, acicateada por el Papa Francisco, la Universidad Católica Argentina (UCA) le puso letra y música a un informe que permitió establecer que, entre diciembre y abril último, la cantidad de pobres aumentó en un 1,4 millón y que "más de 400 mil personas se sumaron a la indigencia".
Creer o reventar. Pero no todas son malas para Macri. En cualquier encuesta seria lo favorecen las expectativas de buena parte de la población que sigue creyendo que la situación mejorará y le atribuye al cristinismo la responsabilidad por el descalabro actual.
Pensando en Aranguren, habrá que esperar para saber si Macri toma en los próximos meses una decisión cercana a sus antecesores. La mayoría de los presidentes decidió modificar el gabinete antes de las primeras elecciones de medio mandato.
Y se entienden los motivos: según un informe del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, en nueve de las últimas diez elecciones de medio mandato, el resultado anticipó lo que iba a suceder después. La excepción que confirma la regla desde 1946 fue el 2009, instancia en que el kirchnerismo perdió los comicios y Cristina fue reelecta en 2011.
Buena parte del futuro económico se definirá con el fallo de la Corte Suprema sobre las tarifas —otro absurdo argentino—, el devenir de las paritarias, la caída de la inflación y la aceleración desde el Ejecutivo de las escalas por Ganancias.
Este último ítem, uno de los grandes temas de campaña, también mostró mala praxis oficial: en vez de pagar menos los asalariados que tributaban mucho, aumentó la cantidad de trabajadores a los que se les cobra el impuesto. El 2017 parece quedar muy lejos para corregir asimetrías.
De a poco, también comienza a correr el calendario para que se empiecen a definir potenciales candidatos en las tres provincias clave para el destino electoral del oficialismo: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. En ese sentido, la buena noticia para el gobierno llegó de la mano de la incorporación del radicalismo santafesino a Cambiemos, una llave de ingreso directo a las numerosas comunas y municipios que están conducidas por la UCR.
En ninguno de los tres territorios Cambiemos tiene ahora candidatos competitivos. Y, como posibilidad, deberá enfrentar a Antonio Bonfatti en Santa Fe, José Manuel de la Sota en Córdoba y Sergio Massa en Buenos Aires.
"El tiempo es veloz", canta David Lebón. Debería escucharlo el gobierno.