—¿Se puede aprender a ser una "buena" madre? Y en ese caso, ¿qué significa serlo?
—¿Se puede aprender a ser una "buena" madre? Y en ese caso, ¿qué significa serlo?
—Creemos que se aprende a ser mamá en el encuentro con ese niño, en el día a día. Pero cada madre es particular y cada hijo también, por lo que cada vínculo tendrá sus características propias. Asimismo una misma mamá podrá vincularse de diversas maneras con cada uno de sus hijos. Claro que también la historia de su propia infancia —aquel modelo transmitido desde el seno familiar— influirá en los modos de esa mamá, sumándose aquello que culturalmente nos atraviesa, y que resulta tan difícil de sortear. Generalmente todo lo que se clasifique entre "bueno" o "malo" tiene que ver con normas morales impuestas desde lo social. Aprender a ser buena madre debería significar que cada mamá pueda ser la mejor mamá que sus hijos necesitan y no necesariamente aquella que cumple con mandatos que no se ajustan a su realidad.
—Las mujeres (muchas, seguramente) viven con culpa el hecho de tener una profesión, de trabajar además fuera de su casa. ¿Cómo se lidia con esto?
—Seguimos en el mismo eje, se trata de "lidiar" con lo que culturalmente se espera de nosotros. ¡Claro que genera culpa! Eso que culturalmente nos comanda está dentro nuestro como legalidad a cumplir. El estereotipo, el ideal o modelo "aceptado" de madre tiene que ver con el cuidado de la familia y del hogar. También se le pide a la mujer que es madre cierta asexualidad, al menos aparente. A pasar de los cambios socioculturales y los nuevos roles asumidos por cada mujer, todavía subsisten tabúes sobre la figura maternal. En este escenario la mujer/madre que trabaja fuera de casa siente una gran exigencia por cumplir con los hijos, con el hogar. A veces, temerosas, se animan a confesar, en vos baja, que disfrutan de salir de casa y encuentran allí satisfacción. El trabajo no tiene por qué quebrantar la relación con nuestros hijos. Cada madre debería repasar en un diálogo interior el motivo de sus "salidas de casa", si es por necesidad económica o por satisfacción personal, en ambos casos: el sustento y la felicidad de mamá son igual de importantes.
—¿Se nos exige demasiado a las mujeres en nuestro rol de madres o es más bien autoexigencia?
—Son dos caras de la misma moneda, nos exigimos para cumplir con aquello que se espera. Todo deseamos ser aprobados por el entorno, ser madres amorosas a las que la maternidad nos ha cambiado la vida y no lo cambiaríamos por nada, entonces estaríamos dispuestas a ser madres de tiempo completo. La realidad es que además de ser madres amorosas con nuestros hijos, deseamos muchísimas cosas más. El problema es que más que exigirnos como madres deberíamos estar más conectadas con la madre que podemos ser, aceptarlo y mejorar dentro de la particularidad de nuestro caso, sin exigirnos para caber en modelos impuestos.
—Una mujer, después de parir, está en un estado de vulnerabilidad particular. ¿Creen que se respeta ese momento, que la familia, la pareja, las amigas comprenden y apoyan a la mujer que ha tenido un hijo recientemente? Y si cabe el consejo, ¿cómo apoyarla?
—No siempre las madres son entendidas tan rápidamente luego de haber parido. Hay que acomodarse al nuevo rol de madre sin dejar de ser mujer, ama de casa, en algunos casos profesional, madre de otros hijos, amiga, entre otros tantos roles... Es un proceso, es un aprendizaje, siempre mediado por sensaciones placenteras y angustiantes, hormonales y emocionales. Sería ideal que el entorno comprendiera que madre y bebé necesitan sobre todo entendimiento, empatía, y que sean capaces de dar el tiempo que requiera dicho proceso, sin cuestionar.
—En los primeros años de la crianza no es difícil que la mujer "se olvide" de ella y priorice la maternidad por sobre todo. Esto, ¿qué consecuencias puede tener? ¿Es posible hallar el equilibrio rápidamente?
—Obviamente cada mamá es única, cada niño es diferente y cada familia que se constituye tendrá un "color" particular. Los primeros años en la crianza de un niño son fundamentales, y necesitan que mamá esté fusionada íntimamente con las necesidades de ese hijo. Cierto "olvido" o reacomodo de las necesidades de ella es positivo y habilitante para ese encuentro. Y en ese andar esa mujer/madre encontrará nuevas necesidades y de a poco podrá satisfacer aquellas en espera. Claro que esto será posible más rápido si esa mamá cuenta con la contención necesaria.
—Los talleres de crianza están empezando a estar de moda, ¿por qué? ¿Qué piensan, además, de los grupos de whatsapp de madres o los foros en redes sociales?
—Los talleres de crianza son espacios de contención que se han creado justamente como modo de lidiar con los aspectos que venimos mencionando, sirven como sostén. Funcionan permitiendo que las mujeres puedan expresarse en un ida y vuelta, donde el interés por el bienestar de nuestros hijos es cosa compartida. Los grupos de madres que encontramos en las redes sociales permiten a muchas mujeres identificarse en ese espacio con otras que también necesitan ser escuchadas, y que escuchan atentas, sintiendo en la piel la historia ajena. Hemos sabido apropiarnos de las herramientas de comunicación que la tecnología nos brinda. Los grupos de whatsapp de madres con hijos en edad escolar, uffff... ¡tan polémicos!. Son una manera más de comunicarse, en la medida que puedan sostenerse sin perder de vista el objetivo por el que se han constituido: el acompañamiento del niño/adolescente que va al colegio. Habría que evitar las peleas, el exceso de mensajes y el bajo nivel de tolerancia que los desvirtúan. Estos grupos tienen un riesgo específico: si no esta claro cuál es el motivo de su creación pueden terminar convirtiéndose en un lugar de descarga neurótica poniendo en peligro las relaciones de los niños que queremos cuidar.
—¿Cuál es el objetivo de los talleres de crianza?
—En el caso del espacio que nosotras coordinamos se trata de un lugar para la reflexión y el acompañamiento pensado desde la dinámica de intercambio grupal. Nos convoca el encuentro con otros, el compartir nuestras ansiedades, miedos y angustias, pero sin dudas también nuestros logros y alegrías, de ahí que sea un espacio donde lo terapéutico aparece al circular en él la palabra. Cuando hablamos de intercambio y encuentro nos referimos a la experiencia de grupo y la posibilidad de pertenencia en identificación con otros que tienen mucho que decir y necesitan escuchar. Entonces se genera ese ida y vuelta que nos enriquece y nos ayuda a enfrentar esta tarea movilizante de ser mamá y estar acompañada. Nos parece que en la grupalidad también es posible encontrarse con uno mismo. A partir de las experiencias compartidas con otras mamás, desde nuestro propio lugar de madres y también desde la experiencia clínica como psicólogas, pensamos en tener donde compartir —con la voz y el cuerpo— las propias experiencias y reconocernos también en las ajenas.
Encuentros que suman
Johana Delguy y Noelia Crescini crearon "Maternas" un taller en el que ofrecen charlas grupales con mujeres que son mamás o están por serlo. Las demandas culturales, los cambios en la sexualidad, las presiones internas, se manifiestan, debates y comparten. Encuentros quincenales: [email protected]