"Sonamos". Así se llama la orquesta nacida hace 10 años en la Escuela Nº 1.102 Sargento Cabral y que suena cada vez más fuerte. Surgió para ofrecer una respuesta diferente a los problemas de aprendizajes, de repitencia y abandono escolar. Hoy participa toda la escuela de Puente Gallego, ningún chico se priva del placer de probar un instrumento musical y se aprecian valiosos logros escolares. La historia de una experiencia donde la música muestra todo su potencial artístico y pedagógico.
—¿Cómo aprendiste a tocar el metalofón?
—Escuchando. La respuesta llega de Ramiro, un pequeño de pelo rojizo que no pasa los 12 años. Es una contestación tan natural como precisa. Propia de quien ha transitado la experiencia de aprender a tocar un instrumento musical, familiarizándose con su sonido y disfrutando de lo que puede crear. Ramiro está con sus compañeros de 7º grado. Ensayan en un salón ubicado en el extremo del patio de la escuela, el mismo al que tiempo atrás le decían La Covacha porque estaba destinado a guardar todo lo que daba vueltas por la primaria y nadie sabía dónde poner. Hasta que un día la directora lo asignó para reunir los instrumentos y tomar las clases grupales de música.
Laura Tentoni es la directora de esta escuela de Camino Viejo a Soldini al 3000, a la que asisten 500 alumnos de nivel inicial (sala de 5 años) hasta 7º grado. Llegó en 2006, cuando aún estaban los 8º y 9 años de la EGB. Al asumir se encontró con muchos alumnos que estaban en la escuela pero no aprendían, afectados por diversas problemáticas producto de la vulnerabilidad social, chicos repitentes y con sobreedad. La pregunta inmediata fue cómo revertir la situación con los recursos disponibles. Dice que la preocupación principal era —y sigue siendo— "cómo atender a las distintas necesidades pero siempre priorizando la educación, el derecho a aprender". El cambio de mirada lo encontró en las llamadas materias especiales: música, plástica, educación física, tecnología y una hermosa biblioteca que fue creciendo en espacio y buena literatura. "Todo suma", repite Laura en cada paso que da por la escuela, valorando cada espacio, cada logro, cada idea que le extienden.
Asegura que no hicieron "nada de otro mundo", sólo se animaron a "cambiar la mirada". A depositar la más absoluta confianza de que "todos los chicos pueden aprender". En la escuela de Puente Gallego no hay lugar para especular con que un chico no pueda ser parte de un aprendizaje. Para sostener ese horizonte pleno de derechos la directora y su equipo docente decidieron valerse de las artes expresivas. "Se trata de ofrecer una alfabetización integral a los chicos", se explaya sobre la propuesta que encaran desde entonces.
Continuidad.EN_SPACELo particular de la música fue contar desde el inicio con el profesor Juan Manuel Rivero. Es titular de la disciplina y enseña en casi todos los grados. La estabilidad, las horas necesarias, el espacio y la vocación en el oficio, todos requisitos sustanciales para desarrollar cualquier proyecto y darle continuidad en el tiempo. "Ningún chico puede estar privado del placer de tocar un instrumento", opina Juan Manuel sobre la premisa con la que orienta su trabajo. Cuando la idea de la orquesta comenzó a tomar forma y faltaban los instrumentos, se las arreglaban con tachos de pintura vacíos. Más tarde el aporte principal para sustentar esta experiencia lo dio el Programa Integral de Igualdad Educativa (PIIE) del Ministerio de Educación de la Nación. Este programa EM_DASHfuncionó hasta la anterior gestión educativa nacionalEM_DASH estaba dedicado a promover el ingreso, la permanencia y el egreso de la escolaridad obligatoria en aquellas escuelas de mayor vulnerabilidad. La escuela Sargento Cabral fue una de las miles de todo el país beneficiadas por este plan nacional. La directora menciona que además recibieron instrumentos donados por el Fondo de Asistencia Educativa (FAE).
Y de a poco la orquesta de la Sargento Cabral comenzó a sonar. Llegaron los xilofones, los metalofones, las flautas y las guitarras, entre otros. Desde 3º grado en adelante todas y todos los alumnos, sin excepción, forman parte de la Orquesta Instrumental. Los más pequeños comienzan con los juegos de sonidos y canciones antes de integrarse a la orquesta. Quienes conforman Sonamos aprenden el lenguaje musical, distintos y ricos géneros musicales, pero sobre todo "que es un trabajo colectivo, de escucha, de saber esperar al otro, de conjunto", tal como repiten una y otra vez la directora Tentoni y el profesor de música Juan Manuel Rivero. La orquesta de esta escuela no pertenece a ningún programa nacional ni provincial, es el producto de un proyecto institucional.
Ese trabajo sistemático, mantenido en el tiempo, basado en el afecto y en la convicción de que todos pueden tiene sus buenos resultados. "Los problemas sociales que afectan los aprendizajes no desaparecieron, siguen estando. Lo que cambió es nuestra mirada y forma de enfrentarlos", dice Laura segura de contar con una herramienta poderosa para enfrentar los desafíos de la enseñanza. Se emociona cuando describe que los chicos tienen una mayor autoestima, la música les enseña a organizarse, expresarse y relacionarse de otra manera con el conocimiento, también a lograr una mejor convivencia. La responsabilidad de que aprendan todas las disciplinas es siempre de las maestras y directivas.
La experiencia fue creciendo y ampliando fronteras. Un día decidieron salir a tocar por fuera del aula de música, del patio y del acto escolar. Así la Orquesta "Sonamos" está ahora en los clubes de barrio, en un paseo en barco, en otros colegios que la invitan y en salas del centro de la ciudad. "Tocamos en la Sala Lavardén y en la Sala Luz y Fuerza. Fueron las familias, se llenaron las salas", recuerdan de las presentaciones en público. Dicen que es ahí donde toman dimensión del trabajo global, que se hace día a día y no siempre mensuran.
La directora ahora tiene un sueño: llevar a los 7º grados a conocer el Teatro Colón. "Los chicos tienen que tener las mismas oportunidades que mis hijos, que cualquier otro chico de su edad, el mismo derecho de acceder a los bienes culturales y de ocupar el lugar que les corresponde como ciudadanos", comparte la convicción con la que proyecta este paseo. Claro que por ser una escuela de poco o nada de recursos económicos, y aunque la directora no lo exprese literalmente, necesitan de una ayuda para concretar este deseo.
Laura se resiste a la idea de que la escuela que dirige quede enmarcada en el rótulo y prejuicio del "aquí no se puede": "Todo cuesta el doble, el triple, pero lo que hacemos no es nada más que trabajar. Eso sí: tiene que haber algo en la sangre que te hierva, que suscite a la emoción para provocar algo en los chicos. Luego esa transformación que se produce en los alumnos tiene que contagiar a los docentes. Se trata de escuchar y disfrutar".
Taller.EN_SPACEAdemás de ponerse al hombro este proyecto, Juan Manuel Rivero ofrece ad honórem un taller de guitarra una vez a la semana. "Vienen los chicos que más se enganchan con la música", dice. Además cuenta orgulloso que muchos de sus exalumnos que ahora están en el secundario se han inclinado por estudiar en la Escuela de Música y que pronto uno de ellos se recibirá de profesor. "Esto también ofrece oportunidades a quienes no pueden moverse del barrio", añade. Y cuenta que también han comenzado a trazar una especie de contrato con las familias para que los chicos puedan llevarse los instrumentos a sus casas para ejercitar.
"Profe, me devuelve la birome", se asoma un nene al salón de música para reclamarle a Juan Manuel Rivero la lapicera prestada. En el aula los chicos y chicas esperan para hacer una pequeña demostración de cómo suena la orquesta que protagonizan. Alcanza con que el profesor afine un poco su guitarra, los mire y guíe con la cabeza. El repertorio es riquísimo y amplio. Suenan el tema de El Chavo, un humahuaqueño, la canción de Los Beatles Let it Be, Los Sonidos del Silencio, el Himno de la Alegría y un carnavalito. "Desde pequeños aprenden a escuchar a Vivaldi, a Beethoven y lo mejor de nuestro folclore", cuenta el profesor. Jeremías sentado en primera fila apunta en voz baja que lo escuchamos justo en ese momento es un vals.
Otro alumno que también se llama Ramiro toca la pandereta y también el bombo. Admite que es el instrumento que le ofreció su maestro y que desde el vamos le gustó. Enfrente está el grupo de las guitarras. Miqueas se anima a interpretar él solo un tema que remite a Los Olimareños. Tiene una particular destreza con las cuerdas y se muestra feliz con lo que sabe hacer. Invita a dos de sus compañeras de grado, Luisana y Saraí, a que lo acompañen con sus guitarras. El resto escucha con respeto. Todos disfrutan del placer de la música. Nadie nota el día gris, lluvioso, húmedo. La Orquesta Sonamos suena cercana, amigable, abraza e inevitablemente invita a mirar la escuela de otra manera.