Muchos han dicho de diferentes maneras que conocer es querer. Que la educación no son sólo mecanismos pedagógicos y transmisión de contenidos, sino que la vivencia y el aprendizaje en primera persona sobre el entorno que nos rodea es el mejor camino para valorarlo y cuidarlo. Ese es el sendero que comenzó a desandar desde hace algunos meses la comunidad de Campo Andino, una localidad de apenas 300 habitantes ubicada 50 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe que vive al lado de una de las maravillas naturales que ofrece esta provincia: un sistema de lagunas que durante el invierno recibe a miles de flamencos rosados que vuelan desde los Andes hasta el Litoral en busca de comida y mejor clima.
A mediados de este año, la Escuela Juan María Cafferata, que recibe a 61 chicos entre nivel inicial y primaria, comenzó a participar de un programa diseñado desde la Universidad del Centro (Unicen) llamado Custodios del Territorio que propone empoderar a alumnos y profesores de establecimientos educativos como defensores de los Humedales y actores activos en su conservación.
Los maestros de Campo Andino llegaron hasta ese programa de la mano del trabajo prolongado de un grupo de enamorados del lugar, guardafaunas, científicos y observadores de aves, que hace ya cinco años comenzaron a proteger a pulmón ese sitio único contra los cazadores furtivos, una plaga cultural que persiste en vastas zonas rurales y se agrava por el llamado "turismo cinegético" de cazadores extranjeros o llegados desde otras regiones del país.
A través de las actividades de avistaje de aves e investigación sobre los flamencos, los chicos y los grandes de Campo Andino redescubrieron su lugar, sumando así más herramientas para su protección y valoración.
"A veces ocurre que algo está tan naturalizado que lo tenés ahí y no lo ves en su esplendor, por eso agradecemos la invitación de los guardafaunas que vienen a Campo Andino desde hace unos años para hacer conteo de aves en la laguna y ocuparse de la protección del lugar", cuenta Viviana Pérez, la directora de la escuela. "De ellos surgió la invitación para trabajar y formar parte del programa Custodios del territorio", agrega.
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La directora de la escuela de Campo Andino, Viviana Pérez, junto a un grupo de chicos y chicas.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Una escuela comprometida
El pasado martes 11 de octubre, la escuela sacó a relucir sus mejores galas y expuso ante los vecinos e invitados especiales, entre ellos los guardafaunas Sebastián Lovera y Martín Mastropaolo, el trabajo que los alumnos hicieron tras su recorrida de las lagunas y la observación de los flamencos rosados.
"Hablando en la escuela con los chicos ni hace falta ir a hablar con los padres, porque son ellos los que llevan el mensaje de conciencia a la casa y les dicen que no usen más la escopeta. A eso apuntamos, a concientizar y educar, y así poder cambiar la visión de las cosas que tiene mucha gente", explica Mastropaolo, quien ejerce su cargo de manera honorífica (sin cobrar) desde hace años.
La directora Viviana Pérez cuenta cómo se organizaron desde la escuela para vincularse con el programa de Custodios del Territorio: "Empezamos hace muy poquito, apenas unos meses y ahora estamos mostrando la primera etapa de nuestros trabajos que hicimos después de un primer avistaje seguido de trabajo de aula".
Una de las actividades fue ir a la laguna, pero para verla de otra manera: "Los chicos siempre fueron a la laguna pero ahora ven otra cosa, al ir en grupo y desde la escuela surgieron nuevos interrogantes como por qué los flamencos tienen ese color, por qué vienen en determinada época del año, por qué vuelven, qué les gusta de este lugar o por qué están siempre moviendo las patas".
"Los chicos siempre fueron a la laguna, pero ahora surgen otros interrogantes: ¿por qué los flamencos llegan en cierta época del año?"
A partir de esa visita más científica, las maestras trabajaron contenidos en el aula desde diferentes áreas incluyendo expresiones artísticas con diferentes técnicas, muchas veces incluyendo a la familia."La idea es que Añapiré sea un sitio educativo estratégico para la observación de aves, que puedan venir otras escuelas y que no haya más cazadores, un problema que vamos solucionando a medida que la gente va tomando consciencia de la necesidad de cuidar el lugar".
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Los chicos de Campo Andino aprenden sobre el cuidado de la naturaleza.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
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Los flamencos que encantan el lugar.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Custodios
La escuela de Campo Andino es una de las últimas en sumarse a la iniciativa Custodios del Territorio, dirigido por la médica veterinaria de la Unicen, Andrea Caselli.
Según explica Caselli, el programa trabaja con dos tipos de escuelas: aquellas que están empezando a vincularse —como es el caso de la de Campo Andino—, y otras que ya cuentan dentro de su plantel de trabajo o como madrina o padrino un diplomado en "Educación para la conservación del territorio", diplomatura que comparten la Unicen y Parques Nacionales y que se dicta de forma itinerante.
La diferencia es la siguiente: quienes ya cuentan con un diplomado en su escuela son las llamadas "escuelas custodia", y que están capacitadas para reportar con rigor científico datos de aves acuáticas una vez en el año. Las otras escuelas que se suman al programa pero que recién empiezan a familiarizarse con la metodología son las llamadas "vinculadas".
La idea de trabajar con escuelas apareció como un desprendimiento de una investigación sobre presencia de plomo en Humedales como consecuencia de los restos de munición que dejan los cazadores furtivos.
"En 2008 con el tema de la influenza (gripe aviar) y atentos a la cantidad de patos que se cazaban pasamos al tema del plomo como un potencial problema. Cuando vimos que era una preocupación en la fauna empezamos a estudiar el ambiente, el suelo, el agua y la vegetación, y de ahí pasamos a nuestro componente actual en salud pública que es ver cómo la comunidad que está expuesta y que consume carne de caza está afectada por contaminación con plomo", recuerda Caselli.
"La idea es que Añapiré sea un sitio educativo estratégico para la observación de aves, para otras escuelas y que no haya cazadores"
Dentro de esa cadena de investigaciones aplicadas y como una cuestión concreta de devolución a la comunidad, el grupo de investigadores comenzó a trabajar con escuelas en la valoración de los recursos naturales como herramientas educativas.
Allí surgió la idea de que las escuelas que están cerca de un humedal pudieran reportar datos de aves acuáticas que hoy se desconocen, ya que existen escasas o nulas estimaciones sobre la cantidad de estas aves en diferentes humedales del país.
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También las guías ayudan a identificar las aves del lugar.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
"Es una devolución que está empezando a tener más cuerpo de lo que pensamos originalmente", agregó la científica, quien puntualizó que al día de hoy ya hay 24 escuelas funcionando como "custodias" en Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos.
"Nosotros como equipo de trabajo liderando parte de investigación siempre entendimos que como veterinarios íbamos a tener nuestra tarea específica, pero que si esos datos no eran extendidos a los gobiernos y a la comunidad iban a quedar ahí", agrega Caselli.
Allí se fortaleció la idea de empezar a trabajar con las comunidades de forma participativa acerca de la problemática de la falta de datos fehacientes sobre la cantidad de aves acuáticas: "El objetivo no era sólo recabar datos, sino también participar de un proceso educativo de acercamiento al Humedal, y así también salió la diplomatura para profesionalizar a los educadores".
"No me gustan los términos habituales de la educación ambiental porque siempre parece que hay un declamador que viene a contar lo que se debe hacer y lo que no, y un capacitando que tiene que repetir lo que le dicen desde arriba. En cambio creemos que sí hay un proceso de capacitación en el cual se entregan herramientas científicas para que un docente sepa contestar una pregunta científica se invierte el rol, no hay grandiosos y subordinados sino personas interesadas por el ambiente contribuyendo desde el rol que cada uno tiene", grafica Caselli.
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El guardiafauna Sebastián Lovera, con los chicos y nenas de Campo Andino.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital